Concepto

representación mental que concibe una persona o grupo

Los conceptos (del latín: conceptus[1]​) «son las unidades más básicas de toda forma de conocimiento humano»;[2]​ por medio de las cuales comprendemos las experiencias. Son captaciones de la realidad (realismo) o, por contrario, construcciones o autoproyecciones mentales (constructivismo o idealismo), que surgen por medio de la abstracción de las esencias inteligibles o por la integración en clases o categorías, que agrupan nuestros nuevos conocimientos y nuestras nuevas experiencias con los conocimientos y experiencias almacenados en la memoria.[3]

Los conceptos (del latín conceptus) «son las unidades más sencillas de toda forma de conocimiento humano».

Se considera una unidad cognitiva de significado; un contenido mental que a veces se define como una «unidad del conocimiento».

Formación de conceptos

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La formación del concepto está estrechamente ligada a un contexto de experiencia de la propia realidad; de experiencia individual, cultural, social, etc.[cita requerida] siendo de especial importancia la referencia al lenguaje sobre todo referido a la propia lengua, pues mediante ella, el conocimiento tiene la posibilidad de adquirir una expresión oral como habla o escrita y, por tanto, comunicable; lo que le otorga al conocimiento una dimensión pública, sociológica y cultural.

Por ser la vivencia de algo concreto con respecto a un individuo y, por tanto, subjetiva, única e irrepetible, todos los elementos incorporados a la memoria, tanto de experiencias personales como de cultura, sociedad, y sobre todo de la lengua propia, son elementos interpretadores de la experiencia concreta e influyen de manera decisiva en el proceso de conceptualización.[4]

Las cosas únicas e irrepetibles no se pueden conceptualizar desde premisas, usando la capacidad de la mente de inferirlos. En este caso, el cerebro ha de recurrir a los sentimientos, emociones y sensaciones y asignar una etiqueta[5]​ para poder aludir de forma inequívoca a la combinación exacta de sensaciones y emociones que nos despertaron la curiosidad de conceptualizar algo en concreto. La imaginación es la facultad psíquica, de la mente, que hace presentes las imágenes de las cosas reales o irreales. También se dice que es la aprehensión o juicio que no existe en la realidad.

Concepto y lenguaje

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Lo que se conoce como cosa individual se designa con un nombre propio, no mediante conceptos. El niño que no sabe hablar aún pero sí sabe lo que quiere, señala con el dedo indicando designando» el objeto de su querer o apetencia.

El concepto surge de la necesidad de generalizar, o clasificar los individuos y las propiedades de los casos concretos conocidos en la experiencia agrupando las cosas o los aspectos y cualidades comunes por sus semejanzas y diferencias.[6]

El concepto así formado constituye el significado de diversas formas lógicas y gramaticales y enunciados del habla de una lengua natural y, de esta forma, se aplica o designa a los diversos objetos, hechos, procesos y situaciones del mundo que vivimos.

Las relaciones entre las palabras y los conceptos son complejas y variables. No siempre las mismas palabras tienen la misma referencia para el sujeto que las usa o las escucha, pues las experiencias subjetivas que dicha palabra representa para cada individuo pueden ser bastante diferentes. Al mismo tiempo un mismo concepto, dentro de cierto ámbito de representación común, puede expresarse de formas lingüísticas muy diferentes.

Por ello no existe «un mismo concepto» sino una tendencia a lo mismo.[7]​ Tal vez en los conceptos que designan cosas materiales (o muy formales) no se note demasiado esto, pero en proposiciones expresivas o con referencia a experiencias muy concretas cobra más sentido.

  • El término «amor» como concepto de amor que alguien pueda tener está muy relacionado con acontecimientos de amor experimentados por esa persona en cuestión. Pero estos acontecimientos devienen en múltiples formas y contenidos y el concepto de amor fluctúa.
  • Lo que para los europeos es simplemente «nieve», para los esquimales está representado por una serie de palabras que designan cosas diferentes porque representan para ellos conocimientos y experiencias diferentes.

La relación lenguaje-concepto debe entenderse más bien como una multiplicidad de expresiones que tienden a un concepto-difuso, el cual a su vez se desplaza en el devenir de los acontecimientos.

Concepto como abstracción universal

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En su máxima abstracción, cuando el contenido conceptual se hace independiente de cualquier experiencia concreta y expresa únicamente su universalidad el concepto adquiere una formalidad que adquiere el valor lógico de una clase. Mediante tales conceptos formales clasificamos las cosas y ordenamos el mundo.

La ciencia procura expresar sus conceptos mediante un lenguaje formalizado que se ajusta a un contenido determinado y concreto sin equivocidad alguna. También se les llama ideas cuando se pretende señalar ese carácter universal como algo objetivo y no meramente subjetivo.[8]

Así, tenemos conceptos:

El concepto como universal

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El concepto como «constructor» mental

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El concepto es una representación gráfica de la simbología representativa de las palabras; son "construcciones" mentales de todo lo que nos rodea y podemos percibir como efectivamente lo hacemos, con símbolos que definen el mundo que nos rodea y en el que nos encontramos.

El concepto como sujeto de un predicado en la afirmación de un enunciado

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Véase también

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  1. Real Academia Española. «concepto». Diccionario de la lengua española (23.ª edición). 
  2. Moulines, Carlos (1997). Fundamentos de Filosofía de la Ciencia. Alianza Editorial. p. 21. 
  3. Hilary Putnam, « The meaning of "meaning" », en Mind, Language and Reality, Cambridge University Press (1975), págs. 218-227.
  4. La filogénesis no deja de suponer una decantación de memoria evolutiva acumulada por la genética de la especie. La cultura asimismo es una acumulación de experiencia social e histórica que, sobre todo a través de la propia lengua, predetermina la forma de asimilar las experiencias concretas. El aprendizaje de la lengua como estructura configuradora de la propia experiencia ofrece ya pautas valorativas de la misma antes que la misma se produzca. (El coco, como contenido cultural de palabra, entonación y situación en la que se usa la palabra, asusta al niño, sin tener experiencia alguna de lo que es. La experiencia se constituye por el "uso de la palabra". El niño, por ejemplo, aprende su nombre propio antes de tener conciencia de su propio yo, y por eso, a veces se nombra a sí mismo con su nombre). Véase Evidencia (filosofía)
  5. No necesariamente ligada a una palabra
  6. Véase Analogía
  7. U. Eco. (1997). Kant y el ornitorrinco. 1.1. La semiótica y el Algo
  8. Lo que vendría a ser la definición en la ciencia o, en el uso del habla corriente y normativa de una lengua concreta, el significado del diccionario

Bibliografía

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Enlaces externos

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