Libro de Apolonio

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El Libro de Apolonio es un poema medieval escrito hacia mediados del siglo XIII correspondiente al Mester de clerecía. Así pues, la obra está compuesta por estrofas en cuaderna vía de versos alejandrinos, es decir, de catorce sílabas repartidas en dos hemistiquios con una cesura o pausa entre ambos y con rima consonante uniforme. Respecto al autor, se desconoce su identidad, aunque se observan rasgos lingüísticos aragoneses por lo que se deduce que el escritor o copista era originario de esta región. Por otro lado, el manuscrito original del Libro de Apolonio se conserva junto a la Vida de Santa María Egipciaca y el Libro de la infancia y muerte de Jesús en la Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Además, el tema de la historia de Apolonio ya era una trama recurrente en la literatura medieval que junto a la influencia de obras grecolatinas como La Eneida dan lugar a un escrito con un propósito moralizante según los valores cristianos. Por ello, se observa en el desarrollo de acontecimientos a lo largo de la obra, una distinción entre las acciones buenas, que son recompensadas, de las malas, que conllevan un castigo por parte de Dios. La narración se basa en la vida de Apolonio que tras sufrir una deshonra, decide avergonzado, embarcarse en una serie de aventuras. En ellas visita varias ciudades y va estableciendo relaciones personales que le llevan a formar su propia familia. A pesar de ello, su momento de felicidad es efímero, puesto que termina perdiendo a Luciana, su esposa y a Tarsiana, su hija, tras una sucesión de tragedias. A continuación, Apolonio inicia un viaje de redención ya que este considera que todas sus desdichas son producto de los pecados que sopesa haber cometido en un pasado. Más adelante, se producen los dos reencuentros principales de la obra: el primero de ellos, el de Apolonio y su hija y, posterior a este, el del protagonista con su esposa a la que daba por muerta. Finalmente, regresa a su ciudad natal acompañado de su familia, y allí transcurren de forma tranquila los últimos años de su vida.

Cabe destacar que el final feliz del Libro de Apolonio, se encuentra estrechamente relacionado con el motivo religioso, proponiendo la siguiente moraleja: aquel que se mantiene en su fe cristiana, es finalmente bien recompensado. Esto se ejemplifica con el personaje del rey Apolonio que pese a las desgracias sufridas no abandona el camino de Dios.

Cronología

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Acerca de la fecha exacta de publicación de la obra han surgido diferentes teorías a lo largo de los años. En primer lugar, hubo hace algún tiempo una corriente de literatos que situaron la fecha de composición cercana a la del Poema de Mio Cid, o muy poco posterior[1]​. No obstante, ya últimamente hay una opinión más generalizada que postula la fecha de composición en 1250. Menéndez Pidal[2]​, uno de los medievalistas españoles más importantes, no lo sitúa en una fecha tan concreta, sino en el segundo cuarto del siglo XIII, tras un análisis lexicográfico. Por otro lado, el dialectólogo valenciano Manuel Alvar, situaría la fecha de composición hacia el 1260 por la apócope del pronombre[3]​. Además, todavía se debate cuál es su relación con el Libro de Alexandre y con Gonzalo de Berceo, bien si fue anterior o posterior[4]​.

 La obra se enmarca en el llamado Mester de clerecía, o poesía didáctica culta. Se trata de un movimiento ligado a la poesía culta en romance, principalmente durante los siglos XIII y XIV. El término “clerecía” alude al clero, es decir, a la gente que tenía cultura (los únicos con acceso a ella). Esta denominación y la primera instancia que se tiene de este movimiento la encontramos en el Libro de Aleixandre, obra con la que comienza el Mester de clerecía. La cuaderna vía comenzó a ser la forma métrica por excelencia en estas obras. A pesar de que no todas las obras del Mester de clerecía están cuaderna vía, las más transmitidas sí. El Libro de Apolonio continuará esta nueva forma de componer y llegará a ser uno de los mayores exponentes de ello, a través de una historia que ya se conocía.

Fuentes e influencias

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La historia de Apolonio, rey de Tiro, tuvo ya un amplio recorrido y difusión previa a la composición del Libro. Se pueden hallar una cantidad considerable de manuscritos que cuentan esta historia, en concreto cien, así como de otros textos que contienen alusiones y referencias a la misma. Era una historia que se transmitió con facilidad, porque era del gusto de la gente y resultaba entretenida. El “ancestro común” de esta historia se encontraría en un texto latino presumiblemente del siglo III. A pesar de ello, hay otra versión compuesta alrededor de los siglos V-VI que sería también la principal inspiración y modelo para otras obras posteriores. A partir de ellas, surgen cinco ramas, dos en prosa y tres en verso.

 En primer lugar, la Historia Apollonii Regis Tyri. Se trata de una novela escrita en latín de amplia difusión en la Edad Media, pues se conservan hasta sesenta manuscritos. Es la que tuvo mayor impacto y la que inspiró a otros grandes autores como el propio Shakespeare. El manuscrito de mayor antigüedad se calcula compuesto alrededor de los siglos IX y X.  

En segundo lugar, destaca La Gesta Apollonii Regis Tyrimetrica. Se conserva en un manuscrito de 1342 en la Biblioteca de la Universidad de Gante, compuesto en el siglo XI y también relatando las peripecias de Apolonio.  

Otra fuente de gran peso fue el Phanteon de Godofredo de Viterbo. No es únicamente la historia del rey Apolonio; trata de ser una historia universal, y se incluye la de Apolonio entre muchas otras. Compuesta entre 1186 y 1191, tuvo una amplia influencia en toda Europa, y fue base del libro VIII de la obra Confessio amantis del inglés John Gower, quien a su vez inspiró a otros autores como el castellano Juan de Cuenca, o al propio Shakespeare.  

Por su parte, la Gesta Romanorum, colección de relatos en latín, contiene en el capítulo 153 la historia de Apolonio. Es una colección de exempla moralizantes, que se tradujo alrededor del siglo XV al castellano.  

Finalmente, destacan como fuente del Libro los Carmina Burana. Son una colección de breves composiciones poéticas latinas, compuestas a comienzos del siglo XIII.  En seis estrofas de uno de ellos, Apolonio cuenta su vida[5]​.

A partir de estas fuentes directas y de difusión amplia en épocas anteriores, aumentan considerablemente el número de alusiones textuales. Como ejemplo destacable del reconocimiento de la historia de Apolonio, Alfonso X en su General Estoria atribuye el comienzo de la quinta parte a la historia de Apolonio.

Asimismo, también se deja ver la influencia de las obras clásicas latinas en la formación literaria del autor. Ciertos pasajes recuerdan a textos como la Odisea, la Eneida de Virgilio, y comparte similitudes con las Efesíacas y obras y personajes de Ovidio. Con el paso del tiempo, la raíz cristiana va germinando poco a poco en los textos de la Edad Media y se comienzan a nutrir no solo de fuentes clásicas, sino también de textos cristianos, hagiográficos en su mayoría. En la propia historia de Apolonio se encuentran varias semejanzas con la vida de San Eustaquio.  

No obstante, a pesar de toda esta tradición, cabe considerar el texto como una fuente de originalidad relevante en el contexto de la Edad Media. El autor reinterpreta los elementos del texto, pero no llega a eliminarlos. En cambio, los dota de sentido desde la doctrina cristiana. El mar y la música, por ejemplo, se ven ahora con una carga mayor de ideología cristiana. Desde el comienzo, como en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, se expone la unidad cristiana que envuelve todo el relato. Pero no solo se reinterpretan los elementos, incluso también el propio protagonista Apolonio.  Donde en las otras fuentes y manuscritos encontramos un héroe con el ideal clásico de héroe militar, en este Libro se nos muestra un Apolonio más humanizado, que se guía por la compasión. Ya en el Libro de Alexandre se observa un cambio en la concepción de héroe, pues Alejandro destaca por su faceta intelectual tanto como por la militar. Sin embargo, Apolonio, además de estas, muestra también su faceta humana de comprensión y preocupación por los problemas de los demás.  Otra distinción importante con respecto a otros compositores anteriores (latinos) es el estilo. El Libro adopta un estilo directo que no se encuentra en las versiones anteriores y que permite describir con mayor efecto los episodios, que pretenden mostrar encuentros que puedan sorprender al oyente-lector. Esto se relaciona también con la tradición juglaresca que hereda el autor. Se apoya en recursos juglarescos, como las apelaciones al oyente-lector, para permitir mayor fluidez y entendimiento del oyente-lector.

Autoría

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Del compositor de la obra no sabemos nada, excepto que debió ser un clérigo, dado el carácter culto y moralizante de la obra y podría ser natural del Alto Aragón o leonés. Además, no asumió el papel de mero traductor y ni siquiera de adaptador, sino que intentó escribir una obra original. De hecho, el material está tan elaborado que los investigadores no se ponen de acuerdo sobre si se inspira en la versión latino-medieval o en alguna otra posterior francesa o provenzal, por lo que puede ser una versión propia.  Al ser un texto de la época medieval, gran parte de las obras se consideran de autoría anónima, aunque grandes autores de siglos posteriores han producido estudios que arrojan grandes vistas sobra la autoría del Libro de Apolonio. Según Marden el autor de la obra podría ser de origen aragonés, ya que en el texto se pueden observar rasgos de este dialecto, aunque otros estudiosos de la obra creen que también podría haber sido de un autor de origen catalán o cercano a la zona de Cataluña[6]​. Según Ríos (Historia de la Literatura Española, t.III.p283) y Barthio (Colect. Crit. libr. LVIII, c, I), la traducción del Libro de Apolonio al latín fue realizada por Symposio en la época de Casiodoro (470 a 562). Estos se fundan en que los enigmas que Tarsia propone a Apolonio en el buque están contenidos en la obra de Symposio titulada Opera et fragmenta veterum poetarum en latín (t.II, p. 1609 de la edición de Londres, 1713). Aun así, esta coincidencia no sirve para sacar la conclusión de que Symposio sea el autor o traductor latino. Dicho y comentado por Eduardo García de Diego en su obra: Libro de Apolonio: según un códice latino de la Biblioteca Nacional de Madrid. Según este, si la obra de Apolonio es anterior a Symposio, es razonable que este los incluyera en su obra, en cambio, si es posterior a Symposio, el autor del Libro de Apolonio pudo haber sacado los enigmas de la colección de Symposio.  En cambio, según otros autores como Riese, se plantea la existencia de dos autores: un autor de origen latino y otro de origen griego. Al primero de ellos le atribuye el canto latino que aparece en el capítulo 11, los enigmas de Symposio y algunas reminiscencias de Virgilio y de la religión cristiana. Otros autores como Klebs, coinciden con la autoría de origen latino, pero no proponen ningún nombre en concreto[7]​.

Características formales

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La cuaderna vía y la métrica de la obra

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La cuaderna vía es el tipo de estrofa de la métrica española utilizada por el Mester de Clerecía, escuela narrativa medieval que surgió alrededor del siglo XIII y de la que Gonzalo de Berceo y Juan Ruiz, arcipreste de Hita, fueron parte. Está compuesta por cuatro versos alejandrinos, es decir, de catorce sílabas; con una rima consonante uniforme, repartidos en dos hemistiquios de siete sílabas, con una cesura o pausa entre ambos. El esquema métrico es: 1.ª A14 (7+7) 2.ª A14 (7+7) 3.ª A14 (7+7) 4.ª A14 (7+7). El Libro de Apolonio está escrito en cuaderna vía, como podemos ver en el siguiente ejemplo:

Muerto es Apolonio, nos a morir habemos;

por cuanto nos amamos, la fin non olvidemos;

cual aquí ficiéremos, allá tal recibiremos;

allá iremos todos, nunca acá saldremos.

vv. núm. 651-654

En cuanto a su métrica, autores reconocidos como Manuel Alvar consideran que la regularidad de los versos alejandrinos en la obra se consigue restituir a través del uso de la apócope. Como dice en su obra Manuel Alvar[8]​, el copista deslizó en su texto ejemplos en los que se perdían la -e y la -o finales. Por ejemplo, en unos cuantos nombres el copista no ha transmitido la -e. Así englut (19 c) que rima con palabras que no ofrecen duda (juventut y salut) y en el interior del verso en otro caso indudable, pues le sigue una z (281 c).  En cambio, la palabra princep se apocopa en sintagmas en los que ocupa posición débil y le sigue palabra empezada por consonante (404 a) y cuando constituye el único elemento significativo del núcleo nominal (405 a). En otro ejemplo, el adjetivo grande aparece apocopado en 10 c y 83 c, en ambos casos ante la forma verbal es. Este rasgo parece que no es un rasgo propio del copista, ya que parece verse justificado con el ensordecimiento de las -d finales.

Aun teniendo en cuenta estos ejemplos, las mayores formas apocopadas son sin duda los pronombres átonos. El copista copiaba los casos acabados en -m como si fueran una n. A su vez, ocurre algo parecido en los pronombres le y lo, que en su gran parte acaban siendo copiados como , produciéndose así la apócope sobre la que nos habla Manuel Alvar en su estudio sobre la obra.

Tras la recuperación de estas apócopes, se consigue restituir la regularidad en los versos alejandrinos del poema, sabiendo a priori que se daba por supuesto la regularidad métrica del texto. Esta diferenciación entre la obra primitiva y la transcrita puede deberse a varios motivos como, según Manuel Alvar, la restitución de las vocales que sucede en la lengua alfonsí a partir del año 1276 aproximadamente.  

Desde la redacción del poema hasta la fecha en que se copió el texto tal como lo tenemos —muy finales del siglo XIV—pasaron casi 150 años que, necesariamente, han de reflejarse de algún modo sobre la lengua del texto. El copista ha modernizado el texto y, como se ve con el fenómeno de la apócope, hay otros métodos para poder reconstruir la regularidad de su métrica de versos alejandrinos. Hay dos grandes grupos a considerar: las supresiones y las adiciones. Por ejemplo, el artículo indeterminado un sufre una supresión en algunos versos como el 39 d o el 80 d.  si este artículo no se suprimiese, la regularidad métrica de estos versos sería perfecta.En cambio, al hilo de la adición, encontramos que la regularidad métrica se reestablecería en el caso del siguiente verso, suprimiendo el posesivo sus: “en sus cámaras privadas” (31 a).

Lenguaje poético, expresión y emoción

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Manuel Alvar en su obra[9]​ decreta que el poema español de la época medieval se caracteriza por su mesura. En esto tiene razón, las referencias a la bondad y a la maldad se hacen sin recurrir a extremos como la brutalidad o la fanfarronería. Gran parte de lo que se expone en la obra son consideraciones morales de tipo general que, poco a poco, van considerando la condición humana sin llegar a justificarla. En la obra, en cambio, se recurre a momentos de brutalidad, como cuando se narra la violación de la hija de Antíoco. Este momento de la narración pretende describir el sentimiento pasional y, aun reflejando los momentos narrativos en el extremo de la brutalidad, se entienden y dan comprensión a la obra en su totalidad. Por tanto, aunque el sentimiento de la obra se aleje en parte de la mesura de la poesía medieval española, quiere reflejar en realidad la moralidad humana en toda su postura y vista desde todos sus extremos. En la figura del héroe, reflejado en el personaje de Apolonio, se ven también rasgos de esa mesura poética. El simple hecho de tener dotes musicales provoca admiración hacia él por parte de todos los personajes y es uno de los grandes motivos por los cuales este consigue el aprecio del personaje de Luciana. La composición de la esencia de los personajes radica también en lo poético. La narración refleja al bueno como muy bueno, y al malo como muy malo. Esto se ve refundado por la figura heroica de Apolonio dentro del género de la etopeya. Alrededor de su figura, lo bueno parece más bueno y lo malo, sin embargo, parece que se ensombrece aún más. Con relación a la etopeya que surge a partir de la figura del Héroe de Apolonio, el decoro de este personaje será parte de su caracterización poética. El amor de sus súbditos, la sabiduría, la perseverancia y su orgullo, hacen parte de la caracterización poética de la obra. El decoro de Apolonio se ve reflejado en diversos momentos de la narración, por ejemplo, cuando el rey le invita a comer y este decide no acudir, ya que considera que su vestimenta no es la adecuada para esa ocasión.

Todos estos rasgos de la obra indican que el autor tuvo un sentido muy preciso de la ética y de los pensamientos morales de la época al escribir el texto. Se levanta una barrera entre lo que es considerado el pecado y su naturaleza, y la propia conducta del pecador, el cual es considerado acorralado por sus vicios.

Los extremos de la emoción en el Libro de Apolonio abarcan grandes puntos. La figura del héroe mostrándose a su vez como débil debido a las circunstancias en las que se encuentra, demuestra que el autor de la obra quería mostrar a un héroe no solo orgulloso, sino humano. El héroe siente, llora y se alegra. La contraposición entre grandes momentos de alegría y tristeza forja un característico detalle poético, que refleja en sí mismo la naturaleza del ser humano.

En conclusión, el lenguaje y la expresión poética del Libro de Apolonio son grandes representantes de la literatura medieval en España. Sin duda, el sentimentalismo y la moralidad son dos de los pilares fundamentales que sustentan la obra, caracterizada por la contraposición de emociones contradictorias, pero no excluyentes entre sí.

Personajes

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Como ocurre en otras obras del periodo, los personajes del Libro de Apolonio siguen una estructura maniqueísta. Son personajes que actúan desde la bondad y la virtud o desde la maldad y el pecado, creando dos bastiones muy diferenciados. Asimismo, encontraremos patrones de comportamiento asociados con los personajes femeninos y otros asociados con los personajes masculinos. Haciendo un calco de los estándares sociales de la época, se nos mostrarán hombres valientes y poderosos y mujeres que, con alguna excepción, adoptarán un comportamiento más sumiso y obediente.

El principal objetivo del autor es demostrar que los pecados siempre tienen sus consecuencias y que la bondad y un comportamiento cercano a Dios siempre tienen su recompensa. Se va a servir del desarrollo de los personajes para dar una lección moral al lector, que verá cómo los personajes sufren las consecuencias de sus actos.

Personajes masculinos

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En los personajes masculinos del Libro de Apolonio recae la imagen de la autoridad y del poder. De hecho, los cuatro personajes principales masculinos son los reyes de sus respectivas ciudades: Apolonio, Antíoco, Architrastes y Antinágora. Serán buenos reyes aquellos que gobiernen justamente sus ciudades y, además, se preocupen por la honra de sus hijas y consigan matrimonios beneficiosos para ellas. Se va a establecer este eje por el cual un buen monarca será un buen padre y viceversa[10]​.

Personajes masculinos principales

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Apolonio
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Es el protagonista indiscutible de la obra y se nos va a narrar metafórico hasta encontrar la felicidad, el poder y la su viaje real y honra para su familia. Se nos describe un personaje con una carga moral muy alta, así como un modelo de hombre muy inteligente, culto y cortesano[10]​. Al contrario que otros héroes de la literatura medieval, Apolonio no será ni un luchador ni un guerrero. Se conciencia de clase y que pertenece a la más alta nobleza trata de un héroe con , por lo que no encontramos pasajes de largas y sangrientas batallas, sino acertijos y retosmusicales. Si lo comparamos con otro héroe medieval como el Cid, encontramos una brecha que separa los dos modelos de caballero. Apolonio es plenamente consciente de su estatus social y está orgulloso de su posición de poder. Por ejemplo, cuando se dispone a tocar la vihuela en la corte de Architrastes, le pide al rey que le ceda una de sus coronas porque sin ella no puede tocar. Sin embargo, Apolonio no se convierte en tirano por querer mantener su estatus. Cuando se marcha de cada uno de los lugares que visita, todos los ciudadanos lloran su partida, mostrando afecto y respecto hacia él. Algo parecido ocurre en Tiro, donde a pesar de los quince años que pasa fuera, todos los ciudadanos le esperan y respetan su posición como rey. El viaje de Apolonio comienza cuando se ve obligado a huir de Tiro para no ser asesinado por Antíoco, al que ha dejado en evidencia tras descubrir que mantiene una relación incestuosa con su hija. Las vicisitudes por las que va a tener que pasar Apolonio y todas las pruebas que tendrá que superar para conseguir su final feliz, sirven de ejemplo moral para el lector. Demuestran que, si tienes un comportamiento virtuoso y fiel a Dios, aunque pases años perdido e infeliz, serás recompensado.

Architrastes, rey de Pentápolis
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Es el padre de Luciana y suegro y hombre de confianza de Apolonio. Desde el primer momento en que se fija en Apolonio, sabe que pertenece a la realeza. Le ofrece su casa, su vestimenta y una plaza en su mesa, donde le brindará la oportunidad de contar el motivo de su viaje y el porqué de su complicada situación.

A pesar de ostentar un cargo de poder muy alto, nos encontramos un caso parecido al de Apolonio, dado que no es un rey tiránico. No abusa de su poder con sus vasallos y tampoco lo hace con su familia. En comparación con el Cid, que ordenaba todo lo que tenían que hacer su mujer y sus hijas, Architrastes valora y respeta la opinión de Luciana. La deja elegir a su marido y cuando ella y Apolonio se marchan a Antioquía no se opone.

Antíoco, rey de Antioquía
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Es el personaje con el que empieza la narración y el que provoca el viaje de Apolonio hacia Tarso. Con este personaje se asientan las bases morales de la narración: el pecado puede tentarnos en cualquier momento y es nuestra obligación luchar contra él. La relación incestuosa que mantiene con su hija y la trampa que le tiende a Apolonio cuando éste adivina el acertijo, son el ejemplo perfecto de la tiranía y del pecado. De hecho, es uno de los primeros personajes que sufre las consecuencias de su comportamiento pecaminoso, dado que muere por el impacto de un rayo mientras violaba a su hija.

Antíoco está en la obra porque tiene que ser el perfecto villano para un perfecto héroe. Es decir, el mal ejemplo que nos ofrece Antíoco ensalza las hazañas y el buen hacer de Apolonio[11]​.

Antinágora, rey de Mitilene
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Es la persona que ostenta el poder en Mitilene y terminará casándose con Tarsiana. Cuando los ladrones llevan a Tarsiana a su ciudad, Antinágora compra su virginidad, cegado por el pecado de la lujuria. Tarsiana, haciendo uso de sus habilidades dialécticas, consigue que Antinágora se apiade de ella y no la viole. En contraposición a Antíoco, Antinágora representa al rey “reformado”, que tras caer en el pecado consigue encontrar el camino de la virtud.

Personajes masculinos secundarios

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Taliarco
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Es el privado de Antíoco. El rey le encarga la tarea de encontrar y asesinar a Apolonio, prometiéndole riqueza y dinero.

Elányco
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Es el hombre mayor con el que se encuentra Apolonio a su llegada a Tarso. Mientras que Antíoco es el ejemplo del comportamiento pecaminoso, Elányco representa los valores de la bondad y la virtud cristianas. Ayuda a Apolonio proporcionándole comida y cobijo, escondiéndole de Taliarco y de otros súbditos de Antíoco que quisieran matarle.

Estrángilo
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Acogerá a Apolonio durante su primera visita y le considerará un rey virtuoso. Él será quien le recomiende que huya a Pentápolis y el que le reciba tras la pérdida de su mujer. Al igual que Elányco, Estrángilo es un hombre bueno que respeta la voluntad de Dios y que cree que todas las pruebas que se le presentan en el camino tienen un motivo o un objetivo. Él será en quien confíe Apolonio para dejarle a Tarsiana, a la que criará como a su hija.

Pescador de Pentápolis
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Es un personaje sin mucha intervención, pero juega un papel importante en el desarrollo de la trama de Apolonio en Pentápolis. Es la primera persona que le ayuda cuando naufraga en la orilla de la ciudad y le cede la mitad de sus ropajes y una espada. Una vez más, nos encontramos con un personaje que actúa con bondad y con predisposición a creer y a ayudar a Apolonio.

El hombre malo
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Participa en la puja por Tarsiana con el objetivo de explotarla sexualmente. Como todos los personajes que actúan desde el pecado, recibe su justo castigo, siendo apedreado por petición del propio Apolonio.

Personajes femeninos

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Los personajes femeninos del Libro de Apolonio, tal y como ocurría con los personajes masculinos, responden a los estándares sociales de la época. Nos encontraremos mujeres muy obedientes, ligadas siempre a una figura masculina de autoridad. Se le va a otorgar mucha importancia al mantenimiento de la virginidad y al comportamiento virtuoso, siendo una de las preocupaciones principales de las mujeres y de los hombres a su cargo. De hecho, Apolonio regresará a Tarso porque promete mantener la honra de su hija con un matrimonio provechoso.

Personajes femeninos principales

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Tarsiana
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Al contrario que otros personajes femeninos medievales y teniendo en cuenta la cronología de la obra y la nula perspectiva de género que puede tener, encontramos en Tarsiana una mujer que consigue vencer y convencer gracias a su ingenio y a sus conocimientos. Podríamos decir que “el saber funciona como metáfora del poder” [12]​ dado que Tarsiana consigue resolver sus problemas y aprietos gracias a su formación retórica y musical. También cuenta con la ayuda de Dios, al que se encomienda y ruega clemencia en su encuentro con Teófilo y cuando intentan prostituirla. Como siempre ha tenido una actitud virtuosa, en comunión con los valores cristianos, es recompensada con la ayuda de Dios en sus momentos más difíciles. Igual que le ocurre a su padre, demostrará en varias situaciones su facilidad para resolver acertijos, lo que desembocará en el reencuentro con Apolonio.

Tiene especial relevancia la figura de Tarsiana como juglaresa, que se acoge a la tradición trovadoresca y narra su vida y sus desdichas como un verdadero juglar[13]​. Gracias al dominio de su voz consigue salvarse de ser violada y, asimismo, consigue preservar su virginidad[14]​.

Luciana
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Es la hija de Architrastes y la mujer de Apolonio. Aparece en la historia para conseguir que Apolonio le cuente a la corte de Architrastes qué es lo que ha ocurrido en su travesía hacia Pentápolis. Se la presenta como una mujer bella, muy educada y obediente, servicial con su padre y con las personas de su corte. Con Luciana se va a ejemplificar el modelo de mujer cristiana y virtuosa, que es capaz de renunciar a sus deseos para no sucumbir al pecado. “Enfermará de amor” tras conocer al rey de Tiro, puesto que no se dejará llevar por la lujuria. Esperará a que su padre acceda a su matrimonio con Apolonio para confesar su amor por él. Como esposa será muy servicial y, tal y como se lo pide su marido, le seguirá en su travesía a Antioquía. Tras su supuesta muerte y posterior resucitación, se quedará doce años en un convento esperando a que Apolonio vaya a rescatarla.

En comparación con otras mujeres de la literatura medieval, podemos observar una relación menos tiránica entre Apolonio y Luciana. El Cid y Jimena, que son otra de las parejas de ficción más recurrentes de la literatura medieval española, funcionan con un mecanismo mucho más sumiso. Mientras que Luciana muestra su punto de vista en varias ocasiones y adquiere un papel protagonista en varios pasajes, Jimena es un mero complemento del Cid.

Personajes femeninos secundarios

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Licórides
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Es la ama de Luciana y posteriormente lo será de su hija. Juega un papel muy importante cuando las historias de Apolonio, Luciana y Tarsiana se separan. En su lecho de muerte, le confiesa a Tarsiana quiénes son sus padres y cuál es su origen. Sin el personaje de Licórides no habría un punto de unión de las tres historias, puesto que Tarsiana nunca sabría la verdad.

Dionisa
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Es la mujer de Estrángilo y actuará como madre adoptiva de Tarsiana. Es el primer personaje femenino que cae en la trampa del pecado, puesto que la envidia hacia Tarsiana la ciega y contrata a un asesino para que la mate. De hecho, cuando Apolonio regrese a Tarso buscando a su hija, Dionisia le dirá que Tarsiana está muerta e incluso creará una lápida para a ver su versión más verosímil. .

Argumento

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La estructura del Libro de Apolonio se divide en dos tramas principales. La primera, narra las diversas travesías y vicisitudes de Apolonio hasta llegar a Pentápolis, donde conoce a Luciana y forma su familia. La segunda divide la narración en tres tramas, separando las historias de Apolonio, Luciana y Tarsiana que, finalmente, se reencontrarán y tendrán su final feliz.

Primera trama. El viaje de Apolonio hasta Pentápolis

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La obra se inicia con el personaje de Antíoco que, tras haberse quedado viudo, mantiene una relación incestuosa con su hija. Para evitar perderla al contraer matrimonio con otro hombre, promete su mano a quien resuelva un acertijo indescifrable, cuya solución revela los actos impuros que mantiene con su hija. A continuación, se presenta al protagonista, Apolonio, rey de Tiro, que se dirige a la ciudad para proponer matrimonio a la hermosa joven de la que ha escuchado hablar. Gracias a su ingenio, resuelve la adivinanza y advierte la trampa: resuelva o no el acertijo, acabará degollado. Para intentar preservar su honor, Antíoco le otorgará treinta días para darle una solución alternativa.

Apolonio regresa a Tiro y, tras darse cuenta de que no hay una solución a su situación, se embarca en un viaje que le llevará hasta Tarso. Entretanto, Antíoco le ordena a su privado, Taliarco, que se dirija a Tiro, encuentre a Apolonio y lo asesine. Nunca llega a encontrarle, porque al llegar a su destino, le informan de que el rey ya ha huido.

Tras su viaje en barco, Apolonio llega a Tarso, donde el pueblo le acoge con hospitalidad. Allí conocerá a Elányco y a Estrángilo, quienes le avisarán de que Antíoco ha prometido una recompensa por su cabeza. Le esconderán y le cuidarán hasta que los hombres de Antíoco se enteren de que está en Tarso. Ellos serán los que le recomienden su huida a Pentápolis, que será la siguiente parada de su viaje.

En el trayecto entre Tarso y Pentápolis, el barco de Apolonio sufre las consecuencias de una gran tormenta, que acaba con toda la tripulación a excepción del propio Apolonio. Tras dos días, el náufrago llega a tierra desposeído de sus ropas y encuentra a un pescador que se apiada de él y le ofrece su espada y parte de su vestimenta como ayuda. Al día siguiente, Apolonio se dirige a la ciudad, donde conoce al rey Architrastes que, dándose cuenta de que pertenece a la nobleza, le invita a comer a su corte. Apolonio se siente tan avergonzado que no es capaz de explicar los motivos por los que se encuentra desvalido y desprovisto de ropa y pertenencias. Para ayudarle a hablar, Architrastes llama a su hija Luciana, a la que pide que toque la vihuela. Al terminar, todo el público queda impresionado por la actuación de la joven. Sin embargo, Apolonio expresa su opinión y destaca la falta de destreza de Luciana, haciendo una demostración virtuosa, con la que impresiona al rey, a su hija y a toda la corte. Architrastes decidirá contratar a Apolonio como maestro de música a cambio de un sueldo considerable.

Luciana se enamora de Apolonio y, en consecuencia, cae enferma de amor. Cuando llegue el momento de conseguir un matrimonio provechoso para Luciana, Architrastes le dará a elegir entre tres pretendientes, que escribirán una carta para intentar enamorarla. Al no ser Apolonio ninguno de los candidatos, Luciana se entristecerá e insinuará su enamoramiento por el rey de Tiro, aunque no se dará por aludido. Por tanto, decide escribir un mensaje, en forma de acertijo, para su padre en el que confiesa quién es el sujeto al que ama. Sin embargo, nadie es capaz de descifrarlo salvo Apolonio, que expresa a Architrastes su deseo de casarse con su hija si él así lo permite. El monarca, alegre por la noticia y tras la confirmación de Luciana, organiza la boda.

Segunda trama. La separación de los personajes y su posterior reencuentro

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Transcurren siete meses desde la boda y Apolonio se entera de que Antíoco y su hija han fallecido. El pueblo de Antioquía, al haber sido Apolonio el único que descifró el acertijo, ansía que se convierta en su nuevo soberano. Así, Apolonio convence a Luciana de viajar hasta Antioquía, a pesar de la preocupación por su avanzado embarazo. La pareja embarca junto con Licórides, la doncella de Luciana. Tras unos días de viaje, la mujer de Apolonio se pone de parto y da a luz a una hermosa niña. Sin embargo, como no tuvieron asistencia médica, Luciana sufre una hemorragia interna por no expulsar la placenta y se queda inconsciente. Los tripulantes y el propio Apolonio estaban convencidos de que Luciana había fallecido y, a pesar de la disconformidad de Apolonio, la embalsaman y la tiran al mar. Construyen un ataúd bien sellado y junto al cuerpo introducen piezas de oro y un mensaje escrito en el que Apolonio pide a quien lo encuentre que dé sepultura al cuerpo.

El cuerpo llega a la orilla de Éfeso y es encontrado por un médico que comienza a preparar el cuerpo para su entierro. Al posar la mano en el pecho de la dama nota unos latidos y, al comprobar que posee un leve pulso, decide trasladarla a su casa para realizarle una serie de cuidados. Tras su recuperación, la ingresan en un monasterio para conservar su castidad mientras espera que su marido vaya a buscarla.

Apolonio, tras la supuesta muerte de su esposa, llega devastado a Tarso. Se reencuentra con su amigo Estrángilo y le cuenta todo lo sucedido desde que estuvo en la ciudad por última vez. Haciendo balance de todas las desdichas por las que ha pasado, la única solución que encuentra a su mala fortuna es marcharse a Egipto a hacer penitencia por sus pecados. Promete volver a Tarso cuando llegue el momento de casar a su hija, a la cual conseguirá un matrimonio provechoso y honroso. Estrángilo y su mujer Dionisa se quedarán a cargo de la hija de Apolonio, a la que llamarán Tarsiana. También se queda en Tarso Licórides, que criará a Tarsiana como crio a Luciana.

Pasados los años, se nos presenta a Tarsiana como una chica muy guapa, bien educada y con buena formación. Vive feliz en Tarso hasta que fallece Licórides. La ama le confiesa quiénes son sus padres y todas las pruebas por las que tuvieron que pasar, dejando a Tarsiana muy afligida. Tras este punto de inflexión, Tarsiana será víctima de la envidia de Dionisa, que no soportará que su hija adoptiva tenga mejores virtudes y mayores pretendientes que su hija biológica. Dionisa, presa de la envidia, contratará a Teófilo, al que le encargará el asesinato de Tarsiana. No conseguirá matarla porque, justo cuando está a punto de hacerlo, unos piratas interrumpirán la acción y la secuestrarán.

Se la llevarán a Mitilene, donde un “hombre malo” tratará de vender su virginidad y prostituirla. Allí es donde conocerá a Antinágora que, dejándose llevar por la lujuria, pagará un precio altísimo por su virginidad. Cuando Tarsiana le cuente su historia y haga uso de su talento retórico y musical, se apiadará de ella y terminará enamorándose. Tarsiana, tras convencer al hombre malo, comenzará a ganarse la vida como trovadora, preservando su virginidad y, al mismo tiempo, su honra.

Entretanto, Apolonio regresa a Tarso y recibe la noticia de que su hija ha fallecido por un ataque al corazón. Sin embargo, al visitar su sepulcro, presiente que Tarsiana no se encuentra allí. Prepara una travesía en barco hacia Tarso, pero por la dirección del viento termina llegando a Mitilene. Al llegar, conoce a Antinágora y este le lleva con Tarsiana. Al igual que hizo Architrastes con Luciana, Antinágora anima a Tarsiana a cantar y a proponerle acertijos a Apolonio. Como nada de lo que hace surte efecto, decide acercarse a él y abrazarlo. Apolonio, que piensa que es un intento de seducción, la golpea y le rompe la nariz. Ella, llorando desconsolada, comienza a contar su trágica vida. Es entonces cuando Apolonio se da cuenta de que Tarsiana es su hija y, por fin, se produce el primer reencuentro del final de El Libro. Antinágora aprovecha el momento de felicidad y le pide la mano de Tarsiana, completando el círculo de la promesa que hizo Apolonio antes de marcharse a Egipto. Tras conocer a su hija, Apolonio pretende ir a matar a Dionisa y Estrángilo por haberles engañado, pero se le aparece un ángel que le guía hasta el templo de Diana, monasterio en el que se reencuentra con Luciana.

Temas principales

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La religión

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La temática principal del Libro de Apolonio es la religión, en concreto el cristianismo y el camino de la fe católica para ser recompensado. Tanto la primera como la última estrofa son invocaciones a Dios, lo que deja constancia del carácter cristiano unificado que tiene la obra. Según anota Carroll Marden, hay hasta setenta referencias a Dios y otras quince al Creador. Todo ello es producto de un intento por parte del autor de reconfigurar los elementos tradicionales de la obra clásica y elevarla a la cristiandad. La única vía de tener una vida plena es tener fe en el Señor y aceptar su voluntad. A pesar de todas las desgracias que le ocurren a Apolonio, este no deja que el pecado guíe su vida, y se mantiene fiel a Dios y a su voluntad. Gracias a esto, al final de la obra consigue la tan deseada paz que Dios le otorga.

En contraposición con Apolonio, se nos presenta al personaje de Antíoco, que actúa cegado por la lujuria. Desde el principio de la obra, con forma de digresión moral, se nos avisa que actuar de manera pecaminosa traerá sus consecuencias. Véase la siguiente estrofa:

Confonda Dios tal rey, de tan mala mesura,

Biuìa en pecado y asmaua locura:

Que querié matar al omne que dixera derechura,

Que abrió la demanda que era tan escura.

v. 51

Además, cuando Apolonio cree que ha pecado y encuentra en sus posibles malas acciones el motivo de sus desgracias, decide marcharse a Egipto como penitencia. Por tanto, el mantenimiento de una buena conciencia moral cristiana es un telón de fondo que apreciamos durante todo el desarrollo del Libro. Entroniza con la moral de la época, que el autor pretende mostrar y enseñar.

El incesto

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El incesto es el tema con el que se inicia la obra: el rey Antíoco se enamora de su propia hija y, sucumbido por el pecado de la lujuria, la viola. Con la representación de estos dos personajes, el poeta pretende mostrar que aquellos que actúan con maldad no deben tener un final en paz.

De nuevo, para enfatizar las diferencias entre el comportamiento pecaminoso y el comportamiento virtuoso, nos presenta el primer encuentro entre Tarsiana y Apolonio. Cuando se plantea la posibilidad de que el protagonista sucumba ante la falsa insinuación de su hija, decide actuar con prudencia y rechazarlo de inmediato. Se ensalza su figura como buen cristiano y, por tanto, como buena persona y buen rey.

El mar

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El mar es uno de los ejes centrales del Libro de Apolonio. Aparte de que los escenarios de la obra son ciudades con puerto, el mar sirve de hilo conductor entre los personajes y su destino19. Es un elemento que simboliza la perdición, como cuando su barco naufraga en la travesía Tarso – Pentápolis, y la salvación, como cuando termina en Militene.

Heredando la concepción del mar como un elemento a temer, el autor lo describe como algo en lo que no confiar:

El mar, que nunqua touo leyaltat ni velmez,

cámiase priuado y ensányase rafez,

suele dar mala caça, más negra que la pez:

el rey Apolonio cayó en essa vez.

v. 107

Destaca el carácter tramposo del mar, que en las dos veces que Apolonio naufraga se encuentra calmado al principio del viaje, pero termina agitándose de forma descontrolada provocando daños irreparables.

El mar es el mecanismo que provoca el desarrollo de los hechos y actúa como elemento que lleva a cabo la voluntad divina se Dios, que interviene para conducir a los personajes al lugar donde deben estar.

De hecho, al final de la obra, cuando ponen rumbo hacia Antioquía y se nos anticipa el final feliz de la obra, el autor nos indica que “el tiempo ffue pagado” (614b).

Por último, también podemos entender al mar como imagen de la vida y la muerte. Durante la travesía Pentápolis – Antioquía, al mismo tiempo que atendemos al nacimiento de Tarsiana, se nos describe la muerte Luciana (aunque termine sobreviviendo).

La música

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El elemento musical constituye un tema propio en el entendimiento del Libro de Apolonio. Será el nexo entre Apolonio, Luciana y Tarsiana, puesto que los tres son buenos músicos y sus historias y relaciones personales quedan entrelazadas por la música.

Cuando Apolonio llega a Antioquía, Luciana toca la vihuela, provocando que el propio Apolonio toque también el instrumento y se quede en Pentápolis como su profesor de música. Gracias al talento de Apolonio con la vihuela, Luciana se enamora completamente de él, convirtiendo a la música en la compañera del devenir de los personajes.

Fue leuantando hunos tan dulçes sones,

doblas y debayladas, temblantes semitones;

a todos alegraua la boz los corazones;

fue la duenya toquada de malos aguigones.

v. 189

Es relevante hablar de las diferencias entre la cultura musical más “elevada” que tienen Apolonio y Luciana y la cultura musical más popular que tiene Tarsiana. En el caso de Tarsiana, la música no solo la va a unir con sus padres, sino que va a ser su medio de vida. Cuando se vea obligada a trabajar para el hombre malo, su talento para la música la va a salvar de la prostitución y su consiguiente deshonra. Se convierte en juglaresa, sirviendo como ejemplo del pueblo y haciendo referencia a la tradición lírica popular. García Blanco se referirá a este fenómeno como “un reflejo de hechos reales, una pervivencia más de los usos juglarescos en el mester de clerecía”[15]​.

Por último, cuando Apolonio y Tarsiana se reencuentran en Mitilene, observaremos un nuevo paralelismo entre las historias del padre y la hija. Al igual que hizo Luciana cuando conoce a Apolonio, Tarsiana actuará para él y demostrará su talento musical. Gracias a la habilidad de Tarsiana de contar su vida en forma de canción, Apolonio se dará cuenta de que la joven juglaresa es en realidad su hija:

Reuisco Apolonyo, plógol’ de coraçón,

entendió las palabras que viníen por razón.

v. 539 ab

Ediciones

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Según Eduardo García de Diego en su estudio, la primera edición se considera una publicada hacia el año 1475[16]​. De esta se conoce un solo ejemplar que se conservó en la Biblioteca de Viena. Actualmente se conoce otro manuscrito conservado en la Biblioteca ducal de Wolfenbütel, que es similar a la edición anteriormente mencionada y que solo se distingue en detalles topográficos. Esta edición carece de indicaciones sobre la fecha, el autor y el lugar de la edición, pero estudio recientes y comparaciones con otras obras pertenecientes a los Países Bajos han supuesto que fue editado por Guillermo Hees hacia 1475 en Utrecht.

José Rodríguez de Castro dio a conocer algunos versos de la obra en el tomo segundo de su Biblioteca Española (Madrid, 1786), aunque la primera edición completa se debe a Pedro José Pidal en diversos números de la Revista de Madrid (vol. IV, de 1840). Se trata de una edición deficiente, con numerosos errores y omisiones de lectura. En 1841, sin embargo, se volvió a publicar en la colección de algunas poesías castellanas anteriores al siglo XV, como continuación a las ediciones del medievalista dieciochesco Tomás Antonio Sánchez, y en 1842 Eugenio de Ochoa la incluyó en su nueva edición aumentada y corregida del repertorio de Tomás Antonio Sánchez, Colección de poesías castellanas (París: Baudry, 1842).

En 1856, Lapaume publica el Apolonio como un apéndice de los Scriptoreserotiei de Hirschig. Según algunos estudios, esta edición reproduce un manuscrito parisino que no figura en ningún catálogo de la Biblioteca Nacional y, por tanto, se considera que es un manuscrito completamente desconocido. Florencio Janer también publica el texto en Poetas castellanos anteriores al siglo XV (1865), dentro de la Biblioteca de Autores Españoles de Manuel Rivadeneyra, aunque no se considera a esta una edición crítica de la obra.

En 1871 Riese publicó su primera edición. Se considera una edición crítica no estable, a pesar de la censura de otros autores como Klebs. En 1888 Miguel Ring publica una nueva edición fundada gran importancia, sobre el manuscrito parisino.

En 1893 en la Biblioteca Teubneriana, publica Riese la que sería su segunda edición. Esta es una rectificación de su edición primitiva. En esta segunda edición, Riese afirmaba que el verdadero texto del Apolonio había que buscarlo únicamente en la familia del Laurentino A, debiendo considerarse falsos todos los demás.

La primera edición modernizada es la de Pablo Cabañas, profesor de la Universidad de Nottingham (Valencia: Castalia, colección Odres Nuevos. Clásicos medievales en castellano actual. Impreso en los talleres de Tipografía Moderna, 1955). Giovanni Battista de Cesare (1974) y Carlos Alvar (1976) han intentado hacer ediciones menos conservadoras. Por otra parte, la de Carlos Alvar es muy ambiciosa, probablemente su obra maestra como filólogo. En 1984 hizo una edición más reducida y atenta al vocabulario. Por último, en 1987 se publicó la edición de Carmen Monedero para Clásicos Castalia y en 1992 la de Dolores Corbella para la editorial Cátedra.

Bibliografía

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- Cuesta Torre, María Luzdivina, “Uso del poder y amor paternal en el Libro de Apolonio”, Actas del VI Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Universidad de Alcalá, (1997), pp. 551-559.

- Laurence, María Araceli, “Poder y seducción en el Libro de Apolonio”, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 24 (2003).

- Nicasio Salvador, Miguel, "El Mester de Clerecía en el S. XIII", en J. Ma. Diez Borque (ed.), Historia de la Literatura Española. Tomo I. La Edad Media, Taurus, Alfaguara, 1988, pp. 399-418.

- Varaschin, Alain, “El Mester de Clerecía”, en Jean Canavaggio (ed.), Historia de la Literatura Española. Tomo I. La Edad Media, Ariel, 1994, pp. 69-96.

- Zubillaga, Carina, “La voz de las mujeres en el libro de Apolonio”, Mirabilia: electronic journal of antiquity and middle ages, 29, (2019), pp. 13-28.

- Alvar, Manuel, Libro de Apolonio (Vol. 3, concordancias), Fundación Juan March, Madrid, Comunidad de Madrid, 1976.

- Alvar, Manuel, Libro de Apolonio (Vol. 1, estudios), Fundación Juan March, Madrid, Comunidad de Madrid, 1976.

- Alvar, Manuel, Libro de Apolonio (Vol. 2, ediciones), Fundación Juan March, Madrid, Comunidad de Madrid, 1976.

- Corbella Díaz, Dolores, Estudios de léxico del Libro de Apolonio (disertación), Universidad de La Laguna, Madrid, 1986.

- García de Diego, Eduardo, Libro de Apolonio: según un códice latino de la Biblioteca Nacional de Madrid, Murcia, San Buenaventura, 1934.

- Amador de los Ríos, José, Historia crítica de la Literatura Española. Tomo III, Madrid, 1862.

- Corbella, Dolores, Libro de Apolonio, CÁTEDRA, 1992

- Artiles, Joaquín, El “Libro de Apolonio”, poema español del siglo XIII, Gredos, 1976

- Menéndez Pidal, Ramón, Cantar de Mio Cid. Texto, Gramática y Vocabulario. Espasa-Calpe, 1964-1969, I, pp. 254

- Rodríguez De Castro, José, Biblioteca española .Tomo II, 1786, pp. 504

Referencias

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  1. Rodríguez de Castro, José (1786). Biblioteca española, tomo II. p. 504. 
  2. Menéndez Pidal, Ramón (1964-1969). Cantar de Mio Cid. Texto, Gramática y Vocabulario. Espasa-Calpe. p. 254. 
  3. Alvar, Manuel (1976). Libro de Apolonio. Fundación Juan March. pp. 71-78. 
  4. Artiles, Joaquín (1976). El “Libro de Apolonio”, poema español del siglo XIII. Gredos. p. 23. 
  5. Publicado por primera vez por Schmeller, Stuttgart (1847), p. 53, pieza núm. CXLVIII
  6. Díez Borque, José María (1988). Historia de la literatura española, tomo I. p. 413. 
  7. García de Diego, Eduardo (1934). Libro de Apolonio: según un códice latino de la Biblioteca Nacional de Madrid. pp. 10-11. 
  8. Alvar, Manuel (1976). Libro de Apolonio. pp. 71-78. 
  9. Alvar, Manuel (1976). Libro de Apolonio, vol. III. 
  10. a b Cuesta Torre, María Luzdivina (1997). «Uso del poder y amor paternal en el Libro de Apolonio». Actas del VI Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. 
  11. Cuesta Torre, María Luzdivina (1997). «Uso del poder y amor paternal en el Libro de Apolonio». Actas del VI Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval. 
  12. Laurence, María Araceli (2003). «Poder y seducción en el Libro de Apolonio». Revista de estudios literarios (24). 
  13. Nicasio Salvador, Miguel (1988). J. Mª. Díez Borque, ed. El Mester de Clerecía en el S. XIII. Alfaguara. p. 418. 
  14. Zubillaga, Carina (2019). «La voz de las mujeres en el Libro de Apolonio». Mirabilia: electronic journal of antiquity and middle ages. 
  15. Artiles, Joaquín (1976). El “Libro de Apolonio”, poema español del siglo XIII. Gredos. p. 143. 
  16. García de Diego, Eduardo (1934). Libro de Apolonio: según un códice latino de la Biblioteca Nacional de Madrid. pp. 13-14. 

Enlaces externos

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