En geología, la epirogénesis (del griego epeiros, tierra, y genesis, nacimiento) son levantamientos o depresiones de la corteza terrestre que presentan longitudes de onda largas y con poco plegamiento, aparte de las ya mencionadas amplias ondulaciones.[1]​ Las partes centrales y amplias de los continentes se denominan cratones y están sujetas a epeirogenia.[2]​ El movimiento puede ser de hundimiento hacia el centro de la Tierra o de elevación desde él. El movimiento es causado por un conjunto de fuerzas que actúan a lo largo de un radio terrestre, como las que contribuyen a la isostasia y al fallamiento en la litosfera.

La epirogénesis puede ser permanente o transitorio. El alzamiento transitorio puede ocurrir sobre una anomalía térmica debido a la convección de un manto anormalmente caliente, y desaparece cuando la convección disminuye. El alzamiento permanente puede ocurrir cuando se inyecta material ígneo en la corteza, y el levantamiento estructural circular o elíptico (es decir, sin plegamiento) sobre un radio grande (decenas a miles de kilómetros) es una característica de plumas mantélicas.[3][4]

A diferencia del movimiento epirogénico, el movimiento orogénico es una deformación más compleja de la corteza terrestre, asociada al engrosamiento de la corteza, en particular a la convergencia de las placas tectónicas. Dicha convergencia de placas forma cinturones orogénicos que se caracterizan por "el plegamiento y fallamiento de capas de roca, por la intrusión de magma y por el vulcanismo".[5][6]

La epirogénesis puede desviar ríos y crear divisoria de aguas al deformar la corteza a lo largo de los ejes de alzamiento.[7][8]​ Un ejemplo de esto es la desviación del río Eridanos en la época del Plioceno por la elevación del domo sueco del sur[7]​ o las divisorias de drenaje actuales entre los ríos Limpopo y Zambeze en el sur de África.

Véase también

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Referencias

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  1. Arthur Holmes; Doris L. Holmes (2004). Holmes principles of physical geology (4th edición). Taylor & Francis. p. 92. ISBN 0-7487-4381-2. 
  2. Richard J. Huggett (2003). Fundamentals of geomorphology. Routledge. p. 76. ISBN 0-415-24146-4. 
  3. Şengör, A.M.C. (2001). «Elevation as an indicator of mantle-plume activity». En Richard E. Ernst, Kenneth L. Buchan, ed. Mantle plumes: their identification through time. Geological Society of America. p. 215. ISBN 0-8137-2352-3. 
  4. Holford, S.P. (2008). «Neogene exhumation in the Irish Sea area». En Johnson, Howard, ed. The nature and origin of compression in passive margins. Geological Society. p. 112. ISBN 978-1-86239-261-8. 
  5. Frank Northen Magill (1990). Magill's survey of science: Earth science series, Volume 5. Salem Press. p. 2498. ISBN 0-89356-611-X. 
  6. Robert J. Twiss, Eldridge M. Moores (1992). Structural geology (2nd edición). Macmillan. p. 217. ISBN 0-7167-2252-6. «Orogenic belts are all characterized by a number of fold systems.» 
  7. a b Lidmar-Bergström, Karna; Olvmo, Mats; Bonow, Johan M. (2017). «The South Swedish Dome: a key structure for identification of peneplains and conclusions on Phanerozoic tectonics of an ancient shield». GFF 139 (4): 244-259. S2CID 134300755. doi:10.1080/11035897.2017.1364293. 
  8. Moore, A.E. (1999). «A reapprisal of epeirogenic flexure axes in southern Africa». South African Journal of Geology 102 (4): 363-376.