Gobierno de José de Posada Herrera

El gobierno de José Posada Herrera fue un gobierno español de la Izquierda Dinástica presidido por el veterano político liberal José Posada Herrera que se formó en octubre de 1883 y que solo estuvo noventa día en el poder, durante el reinado de Alfonso XII. Le precedió un gobierno del Partido Liberal-Fusionista presidido por Práxedes Mateo Sagasta y le sucedió otro del Partido Liberal-Conservador encabezado por Antonio Cánovas del Castillo.

José de Posada Herrera

Formación del Gobierno

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La crisis diplomática con Francia de septiembre de 1883, junto con el fracasado pronunciamiento republicano del mes anterior, debilitaron al gobierno liberal de Práxedes Mateo Sagasta,[1]​ lo que fue aprovechado por la Izquierda Dinástica, y por el Partido Conservador de Cánovas, para presionarle pidiendo su dimisión.[2][3][4]​ Sagasta se propuso entonces formar un nuevo gobierno intentando, como ya había hecho en enero de ese mismo año, atraerse a algún miembro destacado de la Izquierda Dinástica. Pero esta vez no lo consiguió y tuvo que aceptar la oferta que le hizo Cristino Martos de que se formara un gobierno de «conciliación» liberal (con una mitad de ministros fusionistas y otra de izquierdistas dinásticos) presidido por José Posada Herrera, pasando Sagasta a presidir el Congreso de los Diputados.[5]José Varela Ortega explica así que Sagasta transigiera con la propuesta de la Izquierda Dinástica: «Sagasta se vio acorralado, y no se sintió con fuerzas para contrarrestar el ataque de la Izquierda unida en las Cámaras... Si se atrincheraba en el gobierno corría el riesgo de que las oposiciones pidieran, y el Rey concediera, el decreto de disolución a Posada Herrera, o cualquier otro dirigente Liberal, como único medio de poner fin a las divisiones entre Liberales. Es decir, se jugaba la jefatura. Sagasta decidió una retirada estratégica. Puesto que no querían dejarle demostrar que la unidad con él era posible, demostraría que sin él era imposible».[6]

Sagasta dimitió el 11 de octubre de 1883 y el rey Alfonso XII, sin apertura de consultas,[7]​ ofreció la presidencia del gobierno, tal como habían acordado los liberales y la Izquierda Dinástica, a José Posada Herrera, que hacía pocos meses que se había unido a los izquierdistas.[8][9][10]​ El gabinete que formó, de «conciliación» liberal,[11]​ estuvo formado a partes iguales por fusionistas e izquierdistas, entre los que se encontraban los miembros más destacados del nuevo partido, con Segismundo Moret, en Gobernación; el marqués de Sardoal, en Fomento; y Cristino Martos, actuando como «una especie de jefe de gobierno en la sombra».[12][13][14]​ El rey impuso al general José López Domínguez, también de la Izquierda Dinástica, como ministro de la Guerra.[15]​ De acuerdo con lo pactado Sagasta ocupó la presidencia del Congreso de los Diputados, puesto desde el que «no dudó en confundir a sus rivales [de la Izquierda Dinástica] con vagas promesas de estar dispuesto a asumir su programa democrático...».[16]​ La presidencia del Senado fue para el general Serrano, el líder de la Izquierda Dinástica.[15]

Otros miembros del gabinete eran Aureliano Linares Rivas, ministro de Gracia y Justicia, procedente de los constitucionalistas; y el Ministro de Estado, Servando Ruíz Gómez, del Partido Demócrata Radical. Los ministros de Ultramar y de Hacienda eran amigos del presidente desde sus tiempos en la Unión Liberal.

El «gobierno de los noventa días»

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Miembros del gobierno de José de Posada Herrera (en el centro). A su derecha Segismundo Moret (Gobernación) y su izquierda el general José López Domínguez (Guerra).

El gobierno planteó un programa político reformista muy ambicioso, en el que destacó la creación de la Comisión de Reformas Sociales, a iniciativa del ministro de la gobernación Segismundo Moret, el primer paso para que el Estado abordara la «cuestión social», una necesidad cada vez más apremiante debido al crecimiento del movimiento obrero (en 1881 se había fundado la anarquista Federación de Trabajadores de la Región Española; unos años más tarde nacería la socialista Unión General de Trabajadores, vinculada al Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado en 1879). El primer presidente de la Comisión sería el líder conservador Antonio Cánovas del Castillo, que fue sustituido por el propio Moret cuando Cánovas se hizo cargo del gobierno en enero de 1884.[17][18][19]

Otro de los logros del gobierno fue la prohibición de los castigos corporales a los «patrocinados» (los antiguos esclavos que en Cuba seguían trabajando obligatoriamente para sus amos durante ocho años, desde la abolición de la esclavitud en Cuba en 1880) siendo sustituidos por reducciones de sus estipendios, aunque esto abría la puerta a todo tipo de abusos. Sin embargo, el gobierno no puso fin al «patronato» como reclamaba el Partido Liberal Autonomista cubano, defensor de la abolición inmediata y absoluta de la esclavitud en la isla. Esta no se produciría hasta octubre de 1886 bajo el «gobierno largo» de Sagasta, ya durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo. En aquel momento ya solo quedaban unos 25 000 «patrocinados».[20]

Sin embargo, el gobierno no pudo sacar adelante la mayoría de sus propuestas ―ley de regionalización del país,[21]​ ley general de Instrucción Pública, reforma del Código Penal y de la ley de enjuiciamiento criminal, implantación del servicio militar obligatorio, reforma fiscal― porque, al no contar con el decreto de disolución de las Cortes que le hubiera permitido «fabricarse» una mayoría en la Cámara,[22][23]​ tuvo que estar a expensas de la benevolencia del partido de Sagasta, que era el que la tenía. El propio Sagasta definió la situación con la frase: «lo que hay aquí es un Gobierno sin mayoría y una mayoría sin gobierno».[24]

El choque entre liberales e izquierdistas se produjo cuando el Gobierno en el discurso de la Corona propuso la recuperación del sufragio universal (masculino) y la reforma de la Constitución de 1876, y ello a pesar de que Posada Herrera nunca había sido partidario del sufragio universal, tal y como afirmaba años atrás «¿qué derechos dais a los pobres con un artículo constitucional?».[25]​ En realidad se vio arrastrado a defender esta posición junto al ala más progresista de su gobierno encabezada por Segismundo Moret, ministro de la Gobernación.[26]​ En el discurso de la Corona se justificó así la propuesta de recuperación del sufragio universal:

Desde el momento en el cual vuestra sabiduría y vuestros votos decidieron que las corporaciones populares tuviesen por origen extenso y lato sufragio que determinó la ley de 29 de agosto de 1882, se ha hecho indeclinable el cumplimiento de la promesa en ella contenida, porque una vez reconocida la justicia de hacer desaparecer el censo como base del derecho de elegir corporaciones provinciales, fuera imposible mantenerlo para el mandato de los legisladores.

En el debate de contestación al discurso de la Corona que tuvo lugar a continuación Sagasta hizo una encendida defensa, «con gran regocijo de Cánovas»,[27][28]​ del principio de la soberanía compartida rey/Cortes, pilar fundamental del régimen político de la Restauración, abandonando así definitivamente el principio de la soberanía nacional, una de las señas de identidad del liberalismo progresista.[29][27]​ Como ha indicado Carlos Dardé, Sagasta quiso demostrar que la unidad de los liberales sin él era imposible. Una valoración que comparte Manuel Suárez Cortina.[9][30][16]​ En su intervención Sagasta dijo lo siguiente:[27][31]

Nosotros no abandonamos por nada ni por nadie los principios fundamentales de la Monarquía constitucional. […] Sobre ellos giramos con tanta fe como el partido conservador [y] debe observar este Partido, que si nosotros nos hemos opuesto al sufragio universal y a la revisión constitucional, y si no hemos querido aceptar la conciliación [con la Izquierda Dinástica] bajo esas dos bases, no ha sido sólo en defensa de nuestros principios, sino también en defensa de los principios del Partido Conservador, en defensa de los principios que nos son comunes a liberales y conservadores, y que no pueden menos de serlo a los partidos gobernantes dentro de unas mismas instituciones.

El desconcierto y la incertidumbre entre los inversores y hombres de negocios provocó una importante caída de la Bolsa.[32]​ Asimismo la agitación republicana, que tanto había afectado al gobierno de Sagasta, se expresó en las calles de Madrid con motivo del aniversario de la muerte de Figueras.[cita requerida]

Para forzar la situación dos diputados liberales propusieron el aplazamiento de la implantación del sufragio universal[33]​ y el gobierno perdió la votación ya que 221 diputados fusionistas votaron a favor frente a 126 en contra. Posada Herrera tuvo que dimitir.[34]​ «Sagasta estaba radiante».[35]​ Entonces el rey Alfonso XII llamó a formar gobierno al líder del Partido Conservador, Cánovas de Castillo,[9]​ «como castigo a la desunión» de las familias liberales.[16][36]

En el debate parlamentario, que tuvo lugar el 12 de enero de 1884, los posicionamientos entre Posada Herrera y Sagasta se habían endurecido con violentos reproches. Carlos Navarro Rodrigo (fusionista) le recordó al Presidente sus contradicciones personales respecto al sufragio universal, y por su parte Segismundo Moret, acusó a Sagasta de haber conocido y aprobado con anterioridad el mensaje de Alfonso XII. Los votos particulares de los fusionistas Trinitario Capdepón y Francisco Cañamaque alargaron la discusión parlamentaria siendo concluida, al día siguiente, con la intervención de Cánovas que declaró que el sufragio universal era contrario a la soberanía nacional.

Composición

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Composición del Gobierno
Cargo Titular Inicio Fin
Presidente José Posada Herrera 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Estado Servando Ruiz Gómez 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Gracia y Justicia Aureliano Linares Rivas 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Guerra José López Domínguez 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Hacienda José Gallostra y Frau 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Gobernación de la Península Segismundo Moret 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Marina, Comercio y Gobernación de Ultramar Carlos Valcárcel Usell de Gimbarda 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Ultramar Estanislao Suárez Inclán 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884
Fomento Ángel Carvajal y Fernández de Córdoba 10 de octubre de 1883 18 de enero de 1884


Predecesor:
III Gobierno de Práxedes Mateo Sagasta
 
10 de octubre de 1883 - 18 de enero de 1884
Sucesor:
IV Gobierno de Antonio Cánovas del Castillo

Referencias

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  1. Varela Ortega, 2001, p. 210-211; 213.
  2. Dardé, 1996, p. 72.
  3. Montero, 1997, p. 30.
  4. Suárez Cortina, 2006, p. 117.
  5. Varela Ortega, 2001, p. 215-216.
  6. Varela Ortega, 2001, p. 216.
  7. Lario, 2003, p. 35.
  8. Varela Ortega, 2001, p. 216-217. «Para la Izquierda Dinástica, Posada Herrera era una adquisición de primer orden. Hasta el punto, de que sin él se hace difícil entender la formación de aquel Gabinete. Era uno de los pocos políticos, aparte de Sagasta, de quien podía pensarse que fuera capaz de conciliar a los diferentes grupos Liberales y que, al mismo tiempo, inspirara confianza en Palacio».
  9. a b c Dardé, 1996, pp. 72-73.
  10. Milán García, 2003, p. 111-112.
  11. Varela Ortega, 2001, p. 220.
  12. Montero, 1997, p. 29.
  13. Seco Serrano, 2007, p. 194-195.
  14. Varela Ortega, 2001, p. 218.
  15. a b Varela Ortega, 2001, p. 217.
  16. a b c Milán García, 2003, p. 112.
  17. Dardé, 1996, pp. 73.
  18. Montero, 1997, p. 44-46. «Con todos los límites [la Comisión] significaba el reconocimiento por parte del Estado de la existencia de la cuestión social como una realidad nueva, políticamente ineludible».
  19. Seco Serrano, 2007, p. 195.
  20. Roldán de Montaud, 2003, p. 197-198.
  21. Seco Serrano, 2007, p. 195. «Moret proyectaba, con criterio descentralizador, una reagrupación de las 49 provincias definidas en 1833 por Javier de Burgos en quince demarcaciones regionales»
  22. Milán García, 2003, p. 112. «Moret, desde el Ministerio de la Gobernación rehusó dirigir unos nuevos comicios sin la imprescindible reconciliación de las familias liberales»
  23. Varela Ortega, 2001, p. 220. «Posada no contaba siquiera con la promesa del decreto de disolución... porque ni el Rey concedía dos veces el decreto a un mismo partido (en otro caso, los Conservadores le hubieran acusado de exclusivismo) ni con esa intención por delante le hubiera sido posible a Posada formar gobierno alguno, para no hablar de uno de conciliación. Pocas facciones le hubieran prestado colaboración ante una exigencia tal. Los izquierdistas apenas si se habían juramentado para derribar a Sagasta; y no era cosa de darle a uno lo que querían quitarle al otro».
  24. Varela Ortega, 2001, p. 224-225.
  25. VVAA: Reformistas y reforma de la administración española, III seminario de Historia de la Administración. Madrid, Ministerio de Administraciones Públicas, 2004
  26. Melchor Fernández Almagro: Historia política de la España contemporánea. Madrid, Alianza Editorial, 1972 3ª Edición pág. 405
  27. a b c Montero, 1997, p. 31.
  28. Varela Ortega, 2001, p. 228.
  29. Varela Ortega, 2001, p. 228-229. «Era la culminación de una política, la realización de otro de los requisitos que Cánovas consideraba imprescindibles para el afianzamiento de un régimen liberal estable: el desplazamiento de la mayor parte de las facciones de origen Progresista y Unionista a la derecha, aceptando el principio de la soberanía compartida que, en definitiva y en la práctica, significaba el reconocimiento de la Corona como árbitro distribuidor de poder entre los dos Partidos».
  30. Suárez Cortina, 2006, p. 117. «Sagasta no recuperó el poder, pero al menos pudo demostrar a su izquierda que sólo la unión con el Partido Fusionista, cuyo líder inevitablemente era el político riojano, podía llevarles a desbancar a los conservadores. De esta convicción saldría el nuevo Partido Liberal, que protagonizó el Gobierno Largo tras la muerte de Alfonso XII en noviembre de 1885».
  31. Varela Ortega, 2001, p. 227-228.
  32. Melchor Fernández Almagro: Historia política de la España contemporánea. Madrid, Alianza Editorial, 1972 3ª Edición pág. 404
  33. Varela Ortega, 2001, p. 227. «La proposición, claro es, buscaba atacar a la Izquierda en lo esencial de su programa de gobierno; pero a pocos se ocultaba que, al hacerlo así, la mayoría Liberal renunciaba a los viejos principios Progresistas de soberanía nacional y pasaba a aceptar los doctrinarios de soberanía compartida que los Conservadores habían codificado en la Constitución de 1876. De ahí la trascendencia que tenía la proposición adelantada por la mayoría sagastina».
  34. Seco Serrano, 2007, p. 195-196.
  35. Varela Ortega, 2001, p. 229-230. «Sus seguidores le ofrecieron, en señal de disciplina, un álbum con las doscientas veintiuna firmas de los diputados que le habían librado de la pesadilla que durante meses amenazaba su jefatura».
  36. Varela Ortega, 2001, p. 229-230. «El Rey sólo estaba dispuesto a conceder el decreto de disolución a un gobierno no Conservador, si Sagasta entraba en la Presidencia con Posada Herrera en Gobernación; es decir, exigía la unidad de grupos. Sin embargo, el ambiente estaba demasiado cargado. Nadie quería ya la conciliación».

Bibliografía

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