José María Urien

militar argentino

José María Sebastián Urien (Buenos Aires, 21 de enero de 1791 – Buenos Aires, 9 de abril de 1823) fue un militar argentino que participó de las Invasiones inglesas y las Expediciones Auxiliadoras al Alto Perú.

José María Urien
Información personal
Apodo Pepe Urien
Nacimiento 21 de enero de 1791
Buenos Aires, Bandera de España Virreinato del Río de la Plata
Fallecimiento 9 de abril de 1823
Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina
Nacionalidad Argentina
Información profesional
Ocupación Militar, Rematador.
Años activo 16
Lealtad Argentina
Rango militar Teniente coronel
Conflictos Cotagaita, Suipacha, Huaqui
Firma

Biografía

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Orígenes

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Era hijo del coronel del ejército español José Domingo Urien y de Rita Josefa de la Trinidad Elías Rivadeneira. Fue hermano del coronel Carlos María Urien.

Carrera

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Luchó durante las Invasiones Inglesas como subteniente de bandera del Regimiento de Patricios, bajo el mando de su padre. Participó en la represión de la Asonada de Álzaga en enero de 1809 y fue ascendido al grado de capitán.

En 1810 fue ayudante de campo del comandante de la expedición auxiliar al interior, Francisco Ortiz de Ocampo. Personalmente capturó al ex virrey Santiago de Liniers cerca de Chañar, en el norte de Córdoba, y lo trató con brutalidad y desconsideración. Fue el encargado de dar la voz de "fuego" en el momento de su fusilamiento.

Incorporado al Ejército del Norte, participó en las batallas de Cotagaita y Suipacha. Fue nombrado segundo jefe del Regimiento de Voluntarios de Infantería de la ciudad de Potosí y combatió en la batalla de Huaqui.

De regreso en Buenos Aires, fue sumariado por orden del gobierno, acusado de cobardía e ineptitud. Cuando el juicio se cerró sin condena ni absolución, a mediados de 1812, solicitó y obtuvo su baja del Ejército.

En 1815, tras la caída del gobierno de Carlos María de Alvear, se reincorporó al Ejército, prestando servicios en la guarnición de la capital. Por aquella época también estableció una casa de remates. Participó en los hechos de la Anarquía del Año XX, combatiendo en varios encuentros menores, tras lo cual le fue reconocido el grado de coronel. Fue dado de baja en 1822 por la reforma militar del ministro Bernardino Rivadavia, su tío segundo.

Caída en desgracia

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Por aquella época tenía amores con María Josefa Gutiérrez y – en complicidad con ella – asesinó a su marido, Manuel Larrica. Arrestado en 1823, esperaba ser juzgado en el momento en que estalló la Revolución de los Apostólicos, dirigida por Gregorio García de Tagle contra la administración de Rivadavia. Esta revolución estaba inspirada en varios conflictos causados por las reformas emprendidas por el ministro: ciertos políticos –entre ellos el exministro Tagle– habían sido dejados de lado tras años de tener participación central en la política; los católicos más activos se oponían a la reforma de las órdenes monásticas; y los militares dados de baja se quejaban de la baja jubilación que recibían.

En un principio, Urien no tenía nada que ver con la revolución. Pero los jefes de la misma notaron que no tenían fuerzas suficientes para vencer a las del gobierno, por lo que liberaron a todos los presos de las cárceles. Entre ellos estaba el coronel Urien, que –en su carácter de oficial de más alto rango– asumió el mando militar. Las fuerzas rebeldes tomaron el control de la Plaza de Mayo, algunos cuarteles y el Cabildo. Pero las fuerzas leales al gobierno se reunieron en los alrededores de la Plaza y luego de dos horas de indecisión, atacaron con energía. Las fuerzas de Urien fueron rápidamente derrotadas, y sus jefes tomados prisioneros. Por su parte, Tagle huyó a Montevideo.

Los fiscales de la causa le prometieron un indulto, a condición de colaborar en la investigación de las responsabilidades de la revolución. Urien aportó mucha información, pero nada que el fiscal del juicio no supiera ya. Entre los resultados de la pesquisa se descubrieron ciertas complicidades en el propio gobierno, por lo que el ministro Rivadavia, alarmado, ordenó reemplazar a los jueces y fiscales por otros, que recibieron orden de acelerar el juicio y dictar sentencia sin profundizar la investigación.

Después de un trámite rápido, el nuevo tribunal dictó una sentencia en que admitía implícitamente que no tenía interés en continuar las investigaciones para no atentar contra la tranquilidad pública. Tras la fuga de Tagle, el único implicado con responsabilidad grave era el coronel Urien, que fue condenado a muerte junto con un oficial (al que se cita como capitán y también como coronel) llamado Benito Peralta. Todos los otros imputados recuperaron rápidamente la libertad.

Muerte

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En el libro "Cinco años de residencia en Buenos Aires: durante 1820 y 1825", redactado por un anónimo que residió en la capital en aquella época, se relata detalladamente la ejecución de Urien, el 9 de abril de 1823:

"El primer fusilado que había estado implicado en la asonada fue el coronel Francisco García. A esta ejecución le siguieron dos más, las de Peralta y el coronel Urien. Este último había sido oficial tanto en Buenos Aires como en el Perú, y ahora era castigado por la participación en la conspiración, y por un asesinato cometido unos años atrás. Estaba detenido en el Cabildo, aguardando su sentencia por la última de las ofensas, y - porque estaba emparentado con Rivadavia - se estaban moviendo influencias para liberarlo, cuando los conspiradores lo rescataron. Una intensa búsqueda del prófugo fue llevada a cabo, y unos pocos días después él mismo se entregó, a condición de ser amnistiado a cambio de la delación de los involucrados en la conspiración. Varias personas fueron arrestadas a raíz de sus declaraciones, entre ellas un comerciante inglés de nombre Hargreaves, acusado de haberles vendido armas a los rebeldes a la una y las dos de la madrugada del día 19 de marzo. Una investigación demostró que todas las acusaciones eran falsas: los acusados fueron liberados, y Urien se preparó para morir.

Urien era bien conocido en los cafés de Buenos Aires. Estaba muy endeudado, y algunos de sus acreedores eran ingleses. El asesinato por el que había sido sentenciado había sido cometido en complicidad con una mujer - esposa del hombre asesinado - y el cadáver había sido cortado en pedazos y enterrado en distintos momentos y lugares. Desde el crimen, Urien había estado en Perú, y luego había vivido también en Buenos Aires, libre de toda sospecha. De muy buen aspecto, era un favorito de las mujeres, y todo un hombre de mundo.

La ejecución de Urien y Peralta tuvo lugar entre las 10 y las 11 de la mañana. Fueron conducidos desde la prisión del Cabildo en grilletes y rodeados de guardias. Lentamente se encaminaron a través de la plaza hasta el lugar señalado, cerca del fuerte, donde fueron descubiertos, cada uno de ellos portando una cruz, acompañados de sacerdotes. Urien atraía mucho la atención, dada su elevada estatura, su contextura morena y expresiva. Vestía una levita de seda, y caminaba sin ayuda, con gran firmeza; cada tanto aparecía una sonrisa en su rostro, mientras conversaba con los sacerdotes. Se hubiera ganado la simpatía general, de no haber sido por sus crímenes tan terribles. Como estaban las cosas, a la piedad se mezclaba el disgusto de que semejante hombre pudiera ser tan culpable. El otro pobre hombre, Peralta, cubierto por un largo saco, absorto, sostenido por sus amigos y los sacerdotes, era la personificación de la miseria. Al llegar al arco que dividía las plazas, les fue leída la sentencia; y una vez más al llegar al lugar fatal, al que tardaron un rato en arribar, dada la lentitud con que la procesión avanzaba. Ya cerca del Fuerte, Urien divisó a los artilleros armados sobre la muralla, su resolución pareció flaquear, y aparentemente deseó prolongar el tiempo en el lugar de la ejecución, conversando con los que lo rodeaban. Finalmente, tomó asiento. Su compañero, durante su tardanza, se había sentado, y, llegado el momento decisivo, pareció más compuesto que Urien. Los soldados abrieron fuego: Peralta cayó muerto, pero Urien seguía en su lugar, en apariencia sólo superficialmente herido. El redoble de los tambores cesó, y a continuación se desarrolló una escena espantosa. Varios soldados apuntaron con sus mosquetes a la cabeza de Urien: uno después del otro, todas las armas fallaron; finalmente, uno detonó, pero de acuerdo con el reporte recibido, estaba apenas cargado. El pobre infeliz cayó al suelo, pero no muerto aún; intentó erguirse, apoyándose sobre uno de sus codos. Una nueva descarga de los mosquetes, y Urien quedó inmóvil. Es fácil imaginar el sentimiento de los espectadores ante esta tremenda escena. El ataúd y el coche fúnebre esperaban, y, tras el paso de las tropas, los cuerpos fueron subidos a él y llevados a enterrar. Una gran cantidad de público presenció la ejecución."

El mismo día de su ejecución Urien fue sepultado en una fosa común en el Cementerio del Norte, recién inaugurado, junto con Peralta.

Bibliografía

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  • Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino, 7 volúmenes, Ed. Elche, Bs. As., 1968-1985.
  • Galmarini, Hugo, La conspiración de Tagle, Revista Todo es Historia, nro. 133.