Sueño del Infierno
El Sueño del Infierno es el tercero de los Sueños de Francisco de Quevedo. Fue escrito en 1608 e intentó publicarse en 1610, aunque no vio la luz hasta 1627 en la edición de Sueños y discursos publicada en Barcelona. Su versión expurgada se publicó en 1631 con el nombre de Las zahúrdas de Plutón, dentro de los llamados Juguetes de la niñez.
Sueño del Infierno | |||||
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de Francisco de Quevedo | |||||
Género | Sátira | ||||
Título original | Sueño del Infierno | ||||
País | España | ||||
Fecha de publicación | 1627 | ||||
Serie | |||||
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Análisis
editarPara diferenciarse del estilo jocoso y desenfadado propio del Alguacil, Quevedo ocupa aquí un lenguaje más brusco y hostil hacia sus lectores, que puede notarse desde las primeras líneas del prólogo.[1] La razón más poderosa que se ha supuesto para este cambio podría ser la animadversión de sus contemporáneos a Quevedo, quien había satirizado a la represiva sociedad española en sus dos obras anteriores, también mencionadas por el madrileño en la introducción en un intento de afirmar su propiedad literaria sobre su serie.[2]
El autor afirma la verdad suprema contenida en el Infierno con elegancia y majestuosidad, aunque nada más entrar en él su estilo se torna grosero y alaba a los demonios que habitan allí. A través del relato se constata el horror que el narrador experimenta en el infierno, donde se encuentra a «gente peor que Judas».[3] Al final del discurso sale espantado, aunque no experimenta la paz sino que conserva el espanto de haber conocido a Lucifer.
La narración se centra en una persona de nombre desconocido que no puede obtener la paz, similar a Dante en El Infierno.[4] Quevedo no muestra un propósito piadoso; al contrario, parodia varios pasajes de la Biblia relativos al infierno, para disfrutar de manera frívola los placeres carnales del infierno,[5] solo a través de su experiencia y dejando de lado el dogma católica. Es uno de los narradores más complejos de todo el corpus quevediano.[6]
Al final, el narrador visita el camarín de Lucifer, escena considerada la cumbre de esta obra por su ironía y deshumanización.[7] El espectáculo es macabro y Quevedo se burla del demonio por colocar a reyes y emperadores del mundo como ornato de su sala.[8] También satiriza Quevedo a las mujeres y hombres adúlteros.[9] Para ello, se sirve de sarcasmos, desfiguraciones y falsificaciones, recursos comunes en su obra.[10]
A través de la figura del diablo, Quevedo se permite transgredir muchos de los límites literarios y verbales que la moral de la época. El paradigma del mundo al revés permite al autor satirizar las convenciones de la nobleza, la honra, la castidad, la conquista de América e incluso los zurdos.[11]
Referencias
editar- ↑ Crosby, 1999, p. 43.
- ↑ Crosby, 1999, p. 44.
- ↑ Crosby, 1999, p. 45.
- ↑ Crosby, 1999, p. 46.
- ↑ Crosby, 1999, p. 47.
- ↑ Crosby, 1999, p. 48.
- ↑ Crosby, 1999, p. 49.
- ↑ Crosby, 1999, p. 50.
- ↑ Crosby, 1999, p. 51.
- ↑ Crosby, 1999, p. 52.
- ↑ Crosby, 1999, p. 53-59.
Bibliografía
editar- Arellano, Ignacio (1999). «Introducción». Los sueños. Madrid: Cátedra. pp. 9-46. ISBN 84-376-1007-9. (Letras Hispánicas, 335)
- Estruch Tobella, Joan (1991). «Estudio preliminar». Sueños. Madrid: Akal. pp. 7-33. ISBN 84-7600-73-10. (Nuestros Clásicos, 2)
- O. Crosby, James (1993). «Introducción». Sueños y discursos. Madrid: Castalia. pp. 17-87. ISBN 84-7600-73-10.