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Escultura aragonesa contemporánea
editarEstado del arte en Aragón en el primer cuarto del siglo XXI
editarEn el primer cuarto del siglo XXI, numerosos artistas, especialmente escultores, comenzaron su carrera en Aragón. Sin embargo, salvo algunas excepciones, su obra no ha tenido una repercusión nacional destacada. La emigración de artistas, motivada por la falta de estudios superiores de arte en Zaragoza o la ausencia de mecenas y hábitos de coleccionismo de arte privado, junto con la constante desaparición de galerías y salas de arte, ha resultado en un número reducido de escultores profesionales en Aragón.
El panorama artístico en Aragón se caracteriza por su heterogeneidad en materiales, técnicas y tendencias. Se continúa utilizando intervenciones e instalaciones, video y nuevas tecnologías, lo que dificulta una clasificación formal clara. A pesar del cierre de importantes galerías como Decor Art, Pilar Ginés, A del Arte, e Itxaso, así como la diáspora de galeristas como Fernando Latorre, el trabajo de la Casa Amarilla, Carmen Terreros y Olga Julián sigue siendo una fuente de energía artística para la región.
Entre las iniciativas públicas en escultura destacan los museos Pablo Gargallo y Pablo Serrano, dependientes del Ayuntamiento de Zaragoza y de la Diputación General de Aragón, respectivamente. El premio Santa Isabel de Portugal sigue siendo el certamen artístico más sólido, aunque se observa una repetición de los artistas participantes y sus propuestas artísticas.
Herederos de genios aragoneses
editarEn la primera mitad del siglo XX, los escultores aragoneses más destacados fueron Pablo Gargallo (1881-1934), Honorio García Condoy (1900-1953) y Pablo Serrano (1908-1985). Durante este periodo, prevaleció el estilo clasicista, aunque algunos escultores como Pablo Remacha, José Bueno, Félix Burriel y Ángel Bayod adoptaron influencias del arte moderno de París.
Tras la Guerra Civil, la escultura aragonesa experimentó pocos cambios significativos. Los artistas enfrentaron dificultades económicas y de difusión de su obra debido a la falta de un mercado que valorara este tipo de trabajos. Se produjo un retorno al sistema gremial de maestro y discípulos, destacando la importancia de la obra de Pablo Remacha y las artes decorativas en los Salones de Artistas Aragoneses.
Los escultores que deseaban vivir de su oficio se centraron en tallas devocionales y pasos procesionales para la Semana Santa. Entre los escultores aragoneses más destacados en este género estuvieron José Bueno, Félix Burriel, Lázaro Gumiel, Antonio Torres y los hermanos Albareda.
Durante los años cuarenta y principios de los cincuenta, las exposiciones de escultura en Aragón fueron escasas. Las galerías de arte en la capital rara vez prestaron atención a esta disciplina, salvo por las exposiciones anuales de la sala Reyno, donde se mostraron obras de Pablo Remacha. La menor demanda de esculturas en comparación con pinturas se debió, en parte, a sus altos costes. El panorama artístico en Zaragoza no era prometedor para los nuevos escultores, quienes competían con artistas establecidos como José Bueno y Félix Burriel, quienes monopolizaban los encargos oficiales.
El crecimiento económico de la década de los setenta tuvo un impacto en el ámbito artístico tanto a nivel nacional como local. Oteiza, Chillida, Martín Chirino y Pablo Serrano destacaron en la exposición "Nueva Pintura y Escultura Española" en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1960. Además de Pablo Serrano, se destacó el trabajo de los pintores aragoneses Ricardo Santamaría y Juan José Vera, miembros del grupo "Escuela de Zaragoza".
Las pérdidas de los maestros Gargallo, Serrano y García Condoy fueron compensadas por nuevos talentos como Orensanz, quien ganó relevancia en la creación de monumentos públicos, y otros artistas como el turolense José Gonzalvo y Francisco Rallo. [[Categoría:Escultores contemporáneos]] [[Categoría:Artistas de España]] [[Categoría:Artistas de Aragón]] [[Categoría:Aragón]] [[Categoría:Escultores de Aragón]]