Amor a los enemigos

enseñanza de Jesús

El amor a los enemigos como extensión del amor al prójimo destaca entre las exigencias más novedosas y graves presentadas por el cristianismo desde sus inicios.[1][2][3]​ El Evangelio de Mateo (5, 38-48) y el de Lucas (6, 27-36) ponen esta enseñanza en labios de Jesús de Nazaret.

Le sermon sur la montagne (El sermón de la montaña, 1895-1897), obra del francés James Tissot (1836-1902), ubicada en el Museo Brooklyn. El Evangelio de Mateo ubica la enseñanza del amor a los enemigos en el marco del sermón del Monte pronunciado por Jesús de Nazaret.
Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa váis a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles?[a]
Evangelio de Mateo 5, 43-47
Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.[b]
Evangelio de Lucas 6, 27-28

Además, aparecen alusiones a la exigencia de amar a los enemigos en tres de las cartas auténticas de Pablo de Tarso: en orden cronológico, la Primera epístola a los tesalonicenses (5,15), la Primera epístola a los corintios (4,12), y la Epístola a los romanos (12,14.17.20),[4]​ como así también en la Didaché (1, 3),[5]​ el escrito de los Padres apostólicos probablemente más antiguo.

El precepto del amor a los enemigos fue valorado casi de forma unánime por las principales corrientes del cristianismo primitivo y por los Padres de la Iglesia como una enseñanza fundamental,[6]​ y los estudiosos actuales lo consideran como auténtico del Jesús histórico,[7][8][9][10][11]​ y característico de él: «amor a los enemigos, extranjeros y desclasados como cima del mandamiento del amor».[7]

En varias civilizaciones, religiones y corrientes filosóficas se verificó la existencia de consejos o enseñanzas tendientes al trato benevolente de los enemigos.[12][13][14]​ Sin embargo, la radicalidad de las palabras de Jesús de Nazaret —quien otorga al amor a los enemigos el carácter de mandato—, sumada al perdón y excusa de sus propios enemigos durante su crucifixión, distinguen su mensaje de todas las concepciones anteriores.[1][15]

Antecedentes y marco de situación

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Babilonios, egipcios, griegos y romanos

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John Nolland propuso algunos posibles precedentes históricos del precepto de amar a los enemigos.[12]​ En los Consejos de la sabiduría de la literatura asirio-babilónica se sugiere el apartamiento de los altercados y la pacificación de los enemigos.[16]​ La obra egipcia Instrucciones de Amenemope (5, 3-6; 22, 3-8) aconseja la misericordia hacia los enemigos o rivales.[17]

En la Antigua Grecia regía en general la idea fundamental de hacer el daño a los enemigos, principio enunciado por distintos poetas, oradores y filósofos renombrados.[18]

  • Hesíodo (siglo VIII a. C.) recomendó en su obra Trabajos y días (libro 1): «Invita a tus convites a quien te quiere y rechaza al enemigo».[19]
  • Píndaro (c. 518-438 a. C.) escribió: «Seré amistoso con el amigo, y, como el lobo, seguiré al enemigo por sus torcidos caminos» (Pítica 2, 83-83).[20]
 
Busto antiguo que representa a Séneca. Este filósofo romano exhortó a la ausencia de represalias y a las buenas obras hacia los enemigos.
  • Lisias (458-380 a. C.) señaló: «[...] creo que está naturalmente dispuesto que los enemigos hagan mal y los amigos bien [...]» (En pro del soldadoPro milite—, 20).[21]
  • Platón (c. 427-347 a. C.) formuló en su Menón (71E): «Hacer el bien a los amigos, hacer el mal a los enemigos» («tous men philous eu poiein, tous d'echthrous kakis»).[22]​ Así, las palabras de Platón son un ejemplo de lo que el teólogo y académico suizo Ulrich Luz denominó «la ética vulgar del principio de retribución» o «la ética vulgar helenista de pagar con la misma moneda: el amor con amor y el odio con odio».[23]

Sin embargo, esta concepción no fue uniforme. En la Historia de la Guerra del Peloponeso Pericles insistió en vencer a los enemigos mediante la magnanimidad y la tolerancia.[24]

Aunque con limitaciones, la idea del amor a los enemigos tuvo algunos antecedentes en el mundo romano: en ciertas obras de la escuela cínica,[25]​ y en los escritos de Séneca.[13]​ En su tratado De Beneficiis (IV, 26, 1), Séneca pone en boca de su interlocutor imaginario la misma idea que aparece en el Evangelio de Lucas (6, 35):[14]

Nuestro adversario dirá: «Si quieres imitar a los dioses, entonces tienes que hacer el bien tanto a los ingratos como a los agradecidos, porque el sol brilla tanto sobre el malvado como sobre el bueno, y el mar está abierto también para los piratas».
Séneca, De Beneficiis IV, 26, 1

En el judaísmo hasta el siglo I

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En la Antigüedad, la ley del Talión o del «ojo por ojo» dominó buena parte del comportamiento del ser humano frente a sus enemigos.
 
Llanto del profeta Jeremías en las ruinas de Jerusalén, de Iliá Repin. Galería estatal Tretiakov, Moscú. Siendo una personalidad de gran sensibilidad, Jeremías se vio envuelto en tragedias personales y colectivas que acabaron por generarle gritos de dolor y diálogos interiores contra sus enemigos.

El precepto del amor al prójimo se expresa en Levítico 19,18 pero, a diferencia de lo observado en otros pueblos, no aparece de forma explícita en el pueblo de Israel ningún precepto de «odiar al enemigo», ni en el Antiguo Testamento, ni en la enseñanza rabínica tal como esta se conservó.[26]​ Para Morton Smith, resulta comprensible que el odio al enemigo no se mencionara explícitamente en el Antiguo Testamento como un mandato: no hace falta enseñar a nadie a odiar a sus enemigos.[27]

En el Libro del Eclesiástico se encuentra un pasaje en el que se ordena hacer el bien solamente a los buenos:[14]

Si haces el bien, mira a quien lo haces, y por tus beneficios recibirás favor. Haz bien al piadoso; hallarás recompensa, si no de él, al menos del Altísimo. No habrá bienes para el que en el mal persiste, ni para quien no agradece la limosna. Da al hombre piadoso y del pecador no te cuides. Haz bien al humilde y no des al impío; niégale su pan, no se lo des, para que no llegue con ello a dominarte. Pues un mal duplicado encontrarías por todos los bienes que le hubieres hecho. Que también el Altísimo odia a los pecadores, y de los impíos tomará venganza. Da al hombre de bien, y del pecador no te cuides.[c]
Eclesiástico 12, 1-7

En ciertos pasajes de los Libros proféticos se piden castigos sobre los enemigos y los que obran el mal.[28]

Estate atento a mí, Yahveh, y oye lo que dicen mis contricantes [...] Recuerda cuando yo me ponía en tu presencia para hablar en bien de ellos, para apartar tu cólera de ellos. Por tanto, entrega a sus hijos al hambre y desángralos a filo de espada; queden sus mujeres sin hijos y viudas, sean sus varones asesinados, sus mancebos acuchillados en la guerra. Óigase griterío en sus casas, cuando traigas sobre ellos pillaje repentino. Porque han cavado una hoya para prenderme, y trampas han escondido para mis pies.[d]
Jeremías 18, 19-22

Entre los Libros sapiensales, algunos Salmos enfatizan el pedido de castigo y exterminio de los enemigos:[14][29]

¡Dios de las venganzas, Yahveh, Dios de las venganzas, aparece! ¡Levántate, juez de la tierra, da su merecido a los soberbios![e]
Salmo 94, 1-2
¿No odio, Yahveh, a quienes te odian? ¿No me asquean los que se alzan contra ti? Con odio colmado los odio, son para mí enemigos.[f]
Salmo 139, 21-22

En general, esos salmos no identifican un enemigo preciso. Del contexto surge que se trata de enemigos muy variados: políticos opresores, conquistadores, explotadores, perseguidores, prepotentes, todos ellos signos del carácter conflictivo de un mundo carente de verdad, de gratuidad y de altruismo.[30]

Mucho más numerosos son los textos del Antiguo Testamento que, sin hablar de odio a los enemigos, limitan el ejercicio del amor a Israel y excluyen de él a los enemigos de Dios, por ejemplo, los paganos. Pero en otros pasajes del Antiguo Testamento se ordena comportarse bondadosamente con los enemigos.[14]

Si encuentras el buey de tu enemigo o su asno extraviado, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga el asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a ayudarle.[g]
Éxodo 23, 4-5
Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber [...][h]
Proverbios 25, 21
 
Destrucción del Templo de Jerusalén (1867), obra de Francesco Hayez que se conserva en la Galería de la Academia de Venecia. La destrucción de la ciudad y del templo en el año 70 fue un punto culminante de un período de luchas y rebeliones judías en tiempos de fragmentación social y religiosa en Judea y Galilea, reflejada en el surgimiento de sectas y partidos políticos hostiles y enemigos entre sí.[31]

Cabe notar que en ambos pasajes, el imperativo de mantener un comportamiento bondadoso parece aplicar únicamente a un enemigo privado, porque ambas exhortaciones se formulan en singular («tu enemigo»). Por otra parte, en un pasaje del Nuevo Testamento aparece una antítesis sobre lo que se inculcaba hasta entonces: el amor que se había de practicar con el prójimo y el odio a los enemigos:

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Mateo 5, 43

Theissen y Merz sugieren que podría tratarse de una referencia directa a los compromisos de los esenios. En la sociedad judía, los esenios constituían un grupo que combinaba el amor ferviente a los miembros de la propia comunidad con el odio a los otros, de lo que existe clara constancia en las fuentes.[32]​ La praxis de los esenios de Qumrán se resumía en la regla que prescribía «amar a los hijos de la luz... y odiar a todos los hijos de las tinieblas» (1QS 1, 9-10),[33][34]​ interpretación que no era de su exclusividad.[35]​ Según Theissen y Merz, en la tradición del Antiguo Testamento existía sin dudas el compromiso de odiar a los enemigos, por ser «enemigos de Dios».[32]​ El historiador y político romano Tácito (c. 55-120) escribió que los judíos eran prontos a la misericordia y caritativos entre sí, pero que odiaban como enemigos mortales a todos los demás que no eran de su gente (Historiae V, 5).[36]​ Como hipótesis alternativa, las palabras «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo» podrían haber sido tomadas simplemente de la sabiduría popular y, por lo tanto, haber sido conocidas por los oyentes de Jesús y por la audiencia del evangelista Mateo.[37]

El amor a los enemigos en el cristianismo de origen

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La inmensa mayoría de los estudiosos coinciden en señalar que la exigencia del amor a los enemigos fue una enseñanza novedosa y representativa del Jesús histórico,[3][7][8][10][11]​ que no se dio en ninguna otra enseñanza moral.[9][38]​ Incluso los críticos más radicales de los textos sinópticos —como Rudolf Karl Bultmann y Herbert Braun—[39]​ consideraron que el amor a los enemigos fue un mandato propio y característico de la predicación de Jesús,[40]​ y una de las áreas en que Jesús radicalizó las demandas de la Torá.[41]

El biblista Joseph A. Fitzmyer considera que el aspecto novedoso del amor a los enemigos en Jesús de Nazaret es su carácter de mandato. Esa radicalidad distingue las palabras de Jesús de Nazaret de todas las concepciones anteriores.[15]​ En palabras del profesor Salvador Vergés, «en una historia comparada de las religiones se puede constatar que ninguna de ellas presenta nada parecido».[42]

Fuentes y alcances de los textos evangélicos

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En el Evangelio de Mateo 5, 44 y en el Evangelio de Lucas 6, 27 se encuentra una repetición exacta del mandamiento de Jesús de Nazaret en griego koiné:[43]

Original griego Transliteración Traducción
ἀγαπᾶτε τοὺς ἐχθροὺς ὑμῶν agapate tous echthrous hymōn amad a vuestros enemigos

Entre aquellos biblistas actuales que aceptan la existencia de la hipotética fuente Q como antecedente del Evangelio de Mateo y del Evangelio de Lucas, la gran mayoría considera que los pasajes en que Jesús de Nazaret hace referencia al amor a los enemigos provienen de esa fuente.

 
Los improperios, de Gerard van Honthorst (ca. 1617). Según los Evangelios canónicos, la práctica de Jesús de Nazaret del amor a sus enemigos fue el denominador común durante su proceso y su ejecución en la cruz.
Se discute si la parábola del buen samaritano puede atribuirse a Jesús; pero la tradición Q sobre el amor a los enemigos, elaborada en Mateo 5, 38-48 y en Lucas 6, 27-36, es considerada generalmente como auténtica. El material común, procedente de Q, abarca una exhortación (en imperativo plural) a amar a los enemigos y orar por los perseguidores (Mateo 5, 44; Lucas 6, 27s) [...] En el contexto del amor a los enemigos figuraban, además, en Q los dichos sobre la renuncia a la venganza, que Lucas recoge como ejemplos concretos de amor de los enemigos (6, 29s), mientras que Mateo los convierte en una antítesis superadora del ius talionis del Antiguo Testamento y los antepone al tema del amor a los enemigos (6, 38-42). Tales dichos exigen una respuesta paradójica que va más allá de la mera paciencia ante la injusticia, sin defenderse: dar al enemigo más de lo que ha reclamado.[7]
Theissen y Merz, El Jesús histórico

Para la comunidad en que se habría conformado la fuente Q, el mandato de amar a los enemigos podría significar el rechazo del odio que propugnaban los zelotes y los esenios y la superación del amor dirigido únicamente al prójimo.[44]

En los pasajes de los evangelios se menciona el término «enemigos» en plural, por lo que se interpreta que la expresión no debe limitarse a algún enemigo personal,[45]​ sino que incluye además a la relación entre grupos, con lo que supera claramente las exigencias del Antiguo Testamento.[46]​ Se trata de un imperativo cuya aplicación se extiende a los opositores religiosos y a los políticos déspotas.[47]

Actitud de Jesús de Nazaret con sus enemigos

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En los evangelios canónicos, los enemigos de Jesús de Nazaret se concentraron en las figuras de los fariseos, escribas y saduceos, con quienes discutió ásperamente.[48]​ Se trata de grupos religiosos que desarrollaron una escalada de acciones contra él:[49]

 
La crucifixión por los romanos (1887), obra de Vasily Vereshchagin. Según el Evangelio de Lucas, Jesús de Nazaret excusó a sus enemigos durante su crucifixión: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
  • Lo acecharon para poder denunciarlo a las autoridades religiosas y civiles, lo espiaron en la calle, en las casas, en la sinagoga y en el templo de Jerusalén.[i]
  • Le demandaron que realizara algún prodigio para ponerlo a prueba.[j]
  • Le hicieron preguntas capciosas para que su respuesta lo comprometiera.[k]
  • Desde antes que hubiera un juicio, tuvieron intención de matarlo,[l]​ y en diferentes momentos planearon acabar con él.[m]
  • Los principales sacerdotes y fariseos ordenaron a quienes supieran dónde estaba él que les avisase para arrestarlo.[n]​ Incluso Jesús llegó a dirigirse directamente a los que querían matarlo en el templo durante las fiestas.[o]
  • En el punto culminante de tensión con los líderes judíos, Jesús los denunció como «guías ciegos», «hipócritas», «sepulcros blanqueados» y «raza de víboras», por aparecer como maestros y pastores cuando en realidad no lo eran.[p]
  • Los enemigos se valieron entonces de la traición de uno de sus seguidores más próximos para aprehenderlo, a cambio de dinero,[q]​ y sin que la gente lo advirtiera.[r]
  • Ante el tribunal judío, buscaron un testimonio que constituyera acusación suficiente contra él, pero muchos testificaron falsamente y sus testimonios no coincidían.[s]
  • Ante el tribunal romano y para lograr su crucifixión, sus enemigos buscaron influir sobre la administración de justicia del prefecto Poncio Pilato.[t]
  • Terminaron por pedir a gritos su muerte en la cruz.[u]

Durante su ejecución, Jesús los perdonó y excusó,[1][v]​ lo que se considera en el cristianismo un grado de perdón superior a la mera renuncia a toda venganza.[50]

Así, en la tradición judía y en la Biblia cristiana se puede concluir una evolución en cinco etapas referida al comportamiento hacia los enemigos:[51]

  1. La venganza sin límites (Génesis 4, 15.24);
  2. La ley del talión, o de la venganza limitada (Deuteronomio 19, 16-21);
  3. La regla de plata: «No hagas a nadie lo que a ti te desagrada» (Tobías 4, 15; Hilel, Shabbat 31a —Talmud babilónico—);
  4. La regla de oro (Mateo 7, 12), más positiva que la regla de plata, porque propone hacer el bien;
  5. El amor a los enemigos, el nivel más elevado, que Viviano considera «una invitación al heroísmo moral».[51]

El amor a los enemigos en la Iglesia primitiva

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Luego de Jesús, el precepto del amor a los enemigos apareció citado con frecuencia inusual en la prédica de la Iglesia primitiva. Sin referirlo directamente, en los escritos de san Pablo se verifican posibles reminiscencias de ese mandato,[52]​ en tres de sus cartas auténticas. Según comentó el Apóstol en la Primera epístola a los corintios, él siguió en su propia persona el precepto de bendecir a quienes lo insultaban, de soportar la persecución y de responder con bondad ante la difamación:

Primera epístola a los tesalonicenses 5,15
Primera epístola a los corintios 4,12
Epístola a los romanos 12,14.17.20
Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre el bien mutuo y el de todos.[w] Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen lo soportamos. Si nos difaman respondemos con bondad.[x] Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis. [...] Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hombres; [...] si tu enemigo tiene hambre dale de comer; y si tiene sed, dale de beber [...][y]

También la Primera epístola de Pedro evoca el mandato de Jesús:[52]

No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la bendición.[z]
I Pedro 3, 9

Con frases de similar tenor aparece en la Didaché,[5]​ el escrito de los Padres apostólicos probablemente más antiguo:

Y de estos preceptos la enseñanza es ésta: Bendecid a los que os maldicen y rogad por vuestros enemigos, y ayunad por los que os persiguen. Porque ¿qué gracia hay en que améis a los que os aman? ¿No hacen esto también los gentiles? Vosotros amad a los que os odian, y no tengáis enemigos.
Didaché 1,3

Justino Mártir (Apol. I, 15, 9: «τι καινον») y Tertuliano (De Patiencia, 6: «principale praeceptum») citan expresamente el precepto del amor a los enemigos, y consideran que es lo nuevo y propio del cristianismo,[52]​ una ley fundamental.[53]​ También se menciona en la Segunda epístola de Clemente (13-14).[53]

Significado y alcances del amor a los enemigos

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Identificación de los enemigos

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Detalle de La crucifixión (c. 1515), de Matthias Grünewald. «No resulta fácil amar a un enemigo de verdad, a alguien que ha destrozado algo muy valioso en nuestra vida.» (José María Cabodevilla)

Según William Klassen, algunos autores argumentaron que, al referirse a los enemigos, Jesús de Nazaret apuntó con sus ilustraciones a la vida personal y que la doctrina no se debe aplicar a la enemistad internacional o cívica, mientras que otros estudiosos en número creciente están convencidos de que el término «enemigo» se aplica en un sentido más amplio.[54]

Según Antonio Royo Marín, son enemigos de una persona:

  • todos aquellos que le hicieron una verdadera injuria y no la han reparado aún;
  • aquellos que odian a esa persona; y
  • los que generan una antipatía justa por motivos racionales (v.gr. por ser un mal ejemplo).[29]

Theissen y Merz señalan que el mandato de Jesús de Nazaret de amar a los enemigos no hace referencia únicamente a un enemigo personal, sino que incluye también a los enemigos como grupo.[45]​ En tal sentido el mandamiento abarca a quienes detentan el poder de perseguir y discriminar.[55]

José María Cabodevilla expresa de forma vívida la dificultad del amor a los enemigos, al identificarlos simplemente con aquellos que han «destrozado algo muy valioso en nuestra vida»:

Amar al adversario. No es fácil. Los que han tenido un verdadero enemigo lo saben bien, no aquellos otros que hablan de enemigos refiriéndose a quienes su vanidad o su envidia reputa como tales. No resulta fácil amar a un enemigo de verdad, a alguien que ha destrozado algo muy valioso en nuestra vida. Porque no es cuestión de pura benignidad, esta no basta. Hace falta amar de otra manera. El mal obliga al amor a hacerse sobrenatural, lo mismo que el misterio exige de la inteligencia que florezca en fe, en virtud sobrenatural. No puede el perdón sincero, el perdón cristiano, proceder de la indolencia, ni del temor, ni del afán egoísta de tranquilidad. Este perdón cristiano no ha de andar mendigando satisfacciones: que nuestro ofensor, por ejemplo, se humille ante nosotros [...][56]
José María Cabodevilla

El amor a los enemigos en la moral cristiana

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Álvarez Tabares consideró el texto de Mateo 5,43-48 sobre el amor a los enemigos como «la máxima ética de mayor exigencia para los cristianos venidos del judaísmo».[57]​ Para Paul Ricoeur, el amor a los enemigos desborda cualquier imperativo ético normativo y constituye un «mandato supra-ético».[58]​ Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, el mandato de amar a los enemigos es incompatible con el odio al enemigo en cuanto persona, pero no con el odio al mal que hace en cuanto enemigo.[59]

El mandato evangélico no implica no tener enemigos: el propio Jesús no se hizo ilusiones acerca de los fariseos o de Herodes.[1]​ El amor no suprime la calidad de enemigos que puedan detentar los opresores, ni la radicalidad del combate contra ellos.[60]​ El ejercicio del amor a los enemigos, a diferencia del amor de amistad, no proviene de la esfera del sentimiento: no se puede sentir afecto por obligación, y menos hacia alguien que resulta naturalmente odioso por no mostrar ningún costado de amabilidad perceptible a los sentidos.[61]​ El amor a los enemigos que prescribe el mandato de Jesús atañe exclusivamente a la voluntad, el único campo que permanece en la total responsabilidad y albedrío de cada ser humano.[61]Agustín de Hipona formula las razones para amar a todos, independientemente de la simpatía que se les tenga:

El que ama a los hombres ha de amarlos o porque son justos o para que sean justos.[62]
San Agustín, De Trinitate, Libro VIII, 6, 9

Luis H. Rivas indicó que la enseñanza de Jesús de Nazaret no se enfoca en la solución de problemas específicos. No se trata de un «modelo» a repetir de forma automática con independencia de las circunstancias, sino de un principio rector y orientativo a tener en consideración por parte de aquellos que buscan seguir las enseñanzas de Jesús.[63]​ En palabras de Agustín de Hipona:

A esta perfección deben tender todos los fieles... pero no toda la multitud posee este bien tan grande.
San Agustín, Enchiridion, LXXIII

El deseo del justo castigo

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Siguiendo a Tomás de Aquino, Royo Marín señala que, reunidas las debidas circunstancias, no se puede tachar de inmoral el deseo del justo castigo del culpable, porque los malhechores se animarían a persistir en sus maldades y tropelías si quedaran siempre impunes, lo que acarraría trastornos graves a la convivencia en paz de la sociedad.[64]​ El mismo autor indica que en el marco del cristianismo no es moralmente lícito ejercitar la venganza por propia autoridad, aunque se puede buscar la reparación de la injuria y frenar o cohibir al delincuente en el acto delictivo. Pero en ningún caso es moralmente lícito tomar la justicia por mano propia, a no ser que la legítima autoridad encargada de administrarla no pueda imponer la reparación. Sobre esta base, es moralmente lícito abrir pleito y recurrir a la autoridad pública encargada de la administración de justicia, para pedir el castigo de un enemigo al que se considera malhechor, deponiendo todo odio interior y buscando únicamente el bien del culpable y de la sociedad, y la reparación de los derechos conculcados.[64]​ Por otra parte, Alfonso María de Ligorio es más riguroso en su valoración del «deseo de castigo», por parecerle que apenas puede tenerse tal intención sin que se coloree con algo de odio o de enemistad, ya que un ser humano no suele manifestar el mismo celo por el castigo de los demás culpables, sino solo por los que lo han ofendido a él, lo cual resulta muy sospechoso.[65]

El amor a los enemigos en la literatura

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La novela Don Quijote de la Mancha presenta el amor a los enemigos como algo que no entra en el marco de la ley natural, y que es característico del cristianismo.[66]​ Entre los «sermones» que Don Quijote pronuncia como caballero andante con autoridad propia se cuenta el discurso sobre el amor a los enemigos (II, 27).[67]

En La vida de Lazarillo de Tormes se menciona el amor a los enemigos como «el mandamiento de Dios más dificultoso».[68]

En su obra La cuna y la sepultura, Francisco de Quevedo escribe «cuán agradecida cosa es amar a los enemigos» que tanto se aborrecen.

De aquí debes colegir cuán agradecida cosa es amar á los enemigos, que tú aborreces tanto. Y en realidad de verdad ni tú sabes cuál es tu amigo, ni cuál es tu enemigo; antes lo entiendes todo al revés. Llamas amigo al que te presta para el juego, al que te acompaña en casa de la ramera, al que te divierte y entretiene, al que come y cena contigo, al que te hace espaldas y al que te alaba. Y enemigo llamas al que no haciendo nada desto, dice mal de ti y te reprehende, y va á la mano en todo: siendo al revés, que este es amigo tuyo, pues es amigo de tu alma, que eres tú, y el otro es enemigo tuyo, y amigo de tu hacienda, apetito y perdición [...][69]

Referencias

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  1. a b c d Beauchamp (1978). «Enemigo», en: Vocabulario de teología bíblica, p. 275. «Este mandamiento destaca entre las exigencias más nuevas de Jesús. [...] Le dieron muerte, y él en la cruz los perdonó (Lucas 23, 24). [...] El cristiano que perdona no se hace ilusiones acerca del mundo en que vive, como tampoco Jesús se hacía ilusiones acerca de los fariseos y de Herodes
  2. Jeremias, Joachim (1974). Teología del Nuevo Testamento. I. La predicación de Jesús. Salamanca: Ediciones Sígueme. p. 251. ISBN 84-301-0556-5. «El mandamiento de amar a los enemigos constituye el punto culminante de estas superaciones. [...] las exigencias más graves de Jesús (v.g., el amor a los enemigos).» 
  3. a b Álvarez Tabares (2010). El amor a los enemigos, p. 156 «[...] se considera como lo propio y nuevo en el cristianismo respecto a sus competidores del judaísmo y el mundo helenístico [...]»
  4. Meier, John P. (1998). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Tomo I: Las raíces del problema y la persona. Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino. p. 70. ISBN 84-8169-203-4. 
  5. a b de la Fuente, E. B. (octubre-diciembre de 2001). «La teología y el testimonio de la caridad». Teología de la Caridad: Cien números de Corintios XIII (100). p. 85. ISBN 84-8440-266-5. «La Didaché, un documento cristiano elaborado a lo largo de la segunda mitad del siglo primero, comienza recogiendo las exigencias evangélicas referidas al amor al prójimo (incluso se recuerda «amad a los que os aborrecen») [...]». 
  6. Beyschlag, Karlmann (1977). «Zur Geschichte der Bergpredigt in der Alten Kirche». Zeitschrift für Theologie und Kirche 74 (3): 291-322. Consultado el 29 de octubre de 2015.  Beyschlag señala al gnosticismo como la única excepción a la aceptación temprana de este mandato por parte del cristianismo. En cambio, el precepto de amar a los enemigos fue aceptado por Marción.
  7. a b c d Theissen y Merz (1999). El Jesús histórico, p. 435.
  8. a b Fitzmyer (1987). El Evangelio según Lucas, p. 610: «[...] las palabras de Jesús (sobre el amor a los enemigos) que en general se consideran auténticas [...]»
  9. a b Vidal Manzanares, César (1993). El primer evangelio: el documento Q. Barcelona: Planeta. p. 113. ISBN 84-08-00205-8. «[...] el amor debería hacerse extensivo a los enemigos (Q 6, 27). No cabe duda de que esta enseñanza es propia de Jesús y no se da en ninguna otra enseñanza moral. Como mucho, tanto judíos como no–judíos habían llegado a la fórmula, por otro lado admirable, de «no hagas a otro lo que no deseas que te hagan a ti». No es extraño porque, a fin de cuentas, ¿quién tiene deseo –no digamos capacidad humana– de amar a sus enemigos? Pero la enseñanza de Jesús iba mucho más allá. Implicaba amar al enemigo, hacer el bien a los que nos aborrecen, bendecir a los que nos maldicen, orar por los que nos denigran y renunciar a todo tipo de violencia incluida la defensiva. [...] a juzgar por las fuentes, se corresponde con una interpretación rigurosamente exacta de la enseñanza de Jesús.» 
  10. a b Vidal, Marciano (2007). Orientaciones éticas para tiempos inciertos: entre la Escila del relativismo y la Caribdis del fundamentalismo. Desclée de Brouwer. p. 81. ISBN 978-84-330-2117-5. «Podemos preguntarnos si, reconocido el trabajo redaccional que ha realizado el evangelista, el contenido de esta motivación se remonta en lo esencial, hasta el Jesús histórico. Se puede pensar con bastante seguridad que la propuesta del amor a los enemigos es auténticamente jesuánica. En cuanto a la motivación, existen indicios que avalan esa misma condición.» 
  11. a b Holmén, Tom (2001). Jesus and Jewish Covenant Thinking. Leiden/Boston/Köln: Brill. p. 273. ISBN 90-04-11935-3. Consultado el 29 de octubre de 2015. «[...] Jesus rather than the early church initiated the motif and, naturally, the command it goes with. [...] In sum, I thus think that the command to love one's enemies may safely be held as genuinely Jesuanic.»  Tom Holmén indica además una sucesión de autores que adhieren a la postura de que este mandato es propio del Jesús histórico: Victor Paul Furnish (1972), Dieter Lührmann (1972), Luise Schottroff (1975), John Piper (1979), Wolfgang Huber (1982), Gerd Theissen (1989), Gordon Zerbe (1993), Robert W. Funk & Roy W. Hoover (1996), Hubert Meisinger (1996), William Klassen (1999).
  12. a b Nolland, John (2005). The Gospel of Matthew: a commentary on the Greek text. Grand Rapids, Míchigan: Wm. B. Eerdmans Publishing Company. p. 267. ISBN 978-0-8028-2389-2. 
  13. a b Piper, John (1979). 'Love Your Enemies': Jesus' love command in the Synoptic Gospels and in the early christian paraenesis. Libro derivado de la tesis doctoral en Estudios del Nuevo Testamento, en la Universidad de Múnich. Cambridge: Cambridge University Press. p. 24. ISBN 0-521-22056-4. «Séneca exhorta a la ausencia de represalias y a las buenas obras hacia los enemigos. En ocasiones, este comportamiento se basa en una imitación de los dioses. En esto está muy cerca del Nuevo Testamento.» 
  14. a b c d e Rivas (2015). Amen a sus enemigos, p. 48.
  15. a b Fitzmyer (1987). El Evangelio según Lucas, p. 610: «La diferencia entre estas concepciones y la palabra de Jesús [...] consiste en que la doctrina en labios de Jesús, adquiere forma de mandato.»
  16. Lambert, Wilfred G. (1996). Babylonian Wisdom Literature. Winona Lake, Indiana: Eisenbrauns. p. 96. ISBN 0-931464-94-3. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
  17. Shupak, Nili (2015). «The contribution of Egyptian wisdom to the study of the biblical wisdom literature». En Sneed, Mark R., ed. Was There a Wisdom Tradition? New Prospects in Israelite Wisdom Studies. Atlanta, Georgia: SBL Press. p. 291. ISBN 978-1-62837-099-7. 
  18. Para revisiones del material, ver: Waldmann, M. (1902). Die Feindesliebe in der antiken Welt und im Christ entum. Vienna. pp. 19-88. ; Dihle, A. (1962). Die goldene Regel. Göttingen: Vandenhoeck und Ruprecht. pp. 8–12.80-109. 
  19. Hesíodo (1990). Corbera Lloveras, María Antonia, ed. Poemas Hesiódicos. Madrid: Akal. p. 101. ISBN 84-7600-401-X. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
  20. Píndaro (1991). Píticas. México D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México. p. XXVII. ISBN 968-36-2193-7. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
  21. Lisias (1992). «En pro del soldado». Discursos. vol. I. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. p. 186. ISBN 84-00-03189-X. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
  22. Barbaglio, Giuseppe (2009). Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso. Salamanca: Secretariado Trinitario. p. 284. ISBN 978-84-96488-31-1. 
  23. Luz (1993). El evangelio según san Mateo, p. 428.
  24. Tucídides (1989). Macía Aparicio, Luis M., ed. Historia de la guerra del Peloponeso. Libro IV, 19, 1-4 (Volumen 12 de Akal Clásica). Madrid: Akal. ISBN 84-7600-356-0. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
  25. Piper, John (1979). 'Love Your Enemies': Jesus' Love Command in the Synoptic Gospels and in the erly christian paraenesis. Libro derivado de la tesis doctoral en Estudios del Nuevo Testamento, en la Universidad de Múnich. Cambridge: Cambridge University Press. p. 26. ISBN 0-521-22056-4.  Epícteto encomia el amor al enemigo en un cínico, y en sus Discursos III.22.81, 82, manifiesta preocupación por el bienestar de sus enemigos.
  26. Strack, H. L.; Billerbeck, P. (1922-1961). Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch. Vol. 1. Múnich. pp. 353-368. 
  27. Smith, Morton (1952). «Mt. 5.43: 'Hate Thine Enemy'.». The Harvard Theological Review 45 (1): 71-73. 
  28. Rivas (2015). Amen a sus enemigos, p. 49.
  29. a b Royo Marín (1979). Teología moral para seglares, I, p. 385.
  30. Martini, Carlo María (2004). Orar con los Salmos. 8ª reimpresión. Bogotá: San Pablo. p. 48. ISBN 958-607-005-0. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
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  32. a b Theissen y Merz (1999). El Jesús histórico, p. 646.
  33. Dodd, C. H. (1977). El fundador del cristianismo (3ª edición). Barcelona: Herder. p. 84. ISBN 84-254-0939-X. «[...] aquellos sectarios fanáticos, cuyo Manual de disciplina (hallado entre los rollos del mar Muerto) les prescribía "amar a todos los hijos de la luz ...y odiar a todos los hijos de las tinieblas, a cada uno según su culpa". Pudo muy bien tratarse de alguna enseñanza de esta clase por la que Jesús dijera: "Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos."». 
  34. Pagola, José Antonio (2013). Jesús. Aproximación histórica. Buenos Aires: PPC Cono Sur. pp. 270-271. ISBN 978-987-1931-32-3. 
  35. Sabugal, Santos (2007). Abbá - la oración del Señor (2ª edición). Madrid: Caparrós editores. p. 683. ISBN 978-84-96282-17-9. Consultado el 29 de octubre de 2015. «[...] la praxis de los esenios de Qumrán, cuya regla prescribe "amar a los hijos de la luz... y odiar a todos los hijos de las tinieblas" (1QS 1,9-10). Una interpretación, por lo demás, no exclusiva de aquellos sectarios.» 
  36. Tácito (1999). Tapia Zúñiga, José (introducción, traducción y notas), ed. Historiae. Liber V, 5. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México. ISBN 968-36-7817-3. «[...] misericordia in promptu, sed adversus omnis alios hostile odium.» 
  37. Klassen, William (1998). «The Authenticity of the Command: "Love your enemies"». En Chilton, Bruce David; Evans, Craig A., ed. Authenticating the Words of Jesus (en inglés). Leiden-Boston-Colonia: Brill. p. 407. ISBN 90-04-11301-0. Consultado el 29 de octubre de 2015. «The formula "Be good to (or love) your friends and hate your enemies" was very widespread in the ancient world and occurs in many layers of documentation. Rather than look in vain throughout Jewish sources, including Qumran, for these exact words, we should simply treat them as a part of general folk wisdom which Jesus' listeners had heard and which were well known to Matthew's audience as well.» 
  38. Klassen, William (1998). «The Authenticity of the Command: "Love your enemies"». En Chilton, Bruce David; Evans, Craig A., ed. Authenticating the Words of Jesus (en inglés). Leiden-Boston-Colonia: Brill. p. 388. ISBN 90-04-11301-0. Consultado el 29 de octubre de 2015. «I believe with greater certainty that the command comes from Jesus than I do that the illustrations do.» 
  39. Bruner, Frederick Dale (2004). Matthew: A Commentary. Vol. 1: The Christbook, Matthew 1-12. Gran Rapids, Míchigan: William B. Eerdmans Publishing Co. p. 267. ISBN 0-8028-1118-3. Consultado el 19 de noviembre de 2015. 
  40. Bultmann, R. K. (1976 (1921)). History of the Synoptic Tradition, 105. San Francisco: Harper. ISBN 0-06-061172-3.  Bultmann señaló que si en algún lugar podemos encontrar lo que es característico de la predicación de Jesús es en su mandato de amar a los enemigos («[...] if anywhere we can find what is characteristic in the preaching of Jesus [...]»".
  41. Braun, H. (1960). «Hebt die heutige neutestamentlich-exegetische Forschung den Kanon auf?». Gesammelte Studien zum Neuen Testament und seiner Umwelt. Luth. Verlagshaus. pp. 310-324. 
  42. Vergés, Salvador (1981). La conversión cristiana en Pablo. Salamanca: Ediciones Secretariado Trinitario. p. 218. ISBN 84-85376-31-5. Consultado el 29 de octubre de 2015. 
  43. Fitzmyer (1987). El Evangelio según Lucas, p. 610: «[...] una réplica exacta [...]»
  44. Álvarez Tabares (2010). El amor a los enemigos, p. 157.
  45. a b Theissen y Merz (1999). El Jesús histórico, p. 190: «La expresión no ha de restringirse a los enemigos personales dentro de la propia hermandad, como si se tolerase el odio hacia los enemigos del grupo; así no habría ninguna diferencia entre el cristiano y el pagano o el publicano (5,46-47). El "vecino" es el que pertenece al propio grupo o parentela: pueblo o ciudad, religión o nación, tribu o raza. En muchos idiomas se utiliza la misma palabra para designar al «extranjero», «forastero» o «enemigo». En Mateo se especifica que el enemigo es el perseguidor, probable reflejo de la experiencia de la Iglesia primitiva; Lucas dice "los que os maltratan" (6,27).»
  46. Theissen y Merz (1999). El Jesús histórico, p. 436: «El doble plural de la exhortación «amad a vuestros enemigos» hace referencia a la relación entre grupos. Esto sorprende, porque los precursores judíos en derecho casuístico y en sabiduría presentan la forma singular (cf., por ejemplo, Ex 23, 4s: "Cuando encuentres extraviado el toro o el asno de tu enemigo"...; Prov 25, 21s: "Si tu enemigo tiene hambre...").»
  47. Theissen y Merz (1999). El Jesús histórico, p. 436: «El imperativo no es válido solo para el enemigo privado (como entiende S. Schulz, Ethik, 45), sino a todos los enemigos, incluidos los adversarios religiosos y los opresores políticos.»
  48. Piñero, Antonio (2006). Guía para entender el Nuevo Testamento. Madrid: Editorial Trotta. p. 190. ISBN 84-8164-832-9. 
  49. Asiaín, Justo (1980). Inseguridad, riesgo y paz en la vida y el mensaje de Jesús (1ª edición). Buenos Aires: Ediciones Carlos Lohlé. pp. 32-36. 
  50. Cabodevilla (1986). Discurso del padrenuestro. Ruegos y preguntas, pp. 337-341. Cabodevilla menciona diferentes grados de perdón: «Renunciar a toda venganza, devolver bien por mal, excusar, asumir la culpa del otro, olvidar, seguir amando. [...] La caridad no piensa así por falta de experiencia, sino al contrario, por un exceso de lucidez, de penetración. Madame de Stael decía que quien supiera comprenderlo todo, querría perdonarlo todo. Allí donde el mundo solo percibe un delito, el perdón rastrea las huellas de un atenuante que lo explica todo en profundidad.»
  51. a b Viviano, Benedict T. (2004). «Evangelio según Mateo». En Brown, Raymond E.; Fitzmyer, Joseph A.; Murphy, Roland E., eds. Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. Nuevo Testamento y artículos temáticos. Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino. p. 87. ISBN 84-8169-470-3. 
  52. a b c Luz (1993). El evangelio según san Mateo, p. 421.
  53. a b Luz (1993). El evangelio según san Mateo, p. 431.
  54. Klassen, William (1997). Freedman, David Noel, ed. The Anchor Bible Dictionary. Vol. 4. Nueva York: Doubleday. pp. 387-392. 
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  60. Tamayo-Acosta, Juan José (1990). La Teología de la liberación. Antología del pensamiento político, social y económico de América Latina, volumen 10. Ediciones de Cultura Hispánica. p. 172. ISBN 978-84-723-2540-1. 
  61. a b Cabodevilla (2004). Cristo vivo, p. 656.
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  64. a b Royo Marín (1979). Teología moral para seglares, I, p. 387.
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  69. Quevedo, Francisco de (1859). Obras de D. Francisco de Quevedo. Biblioteca de autores españoles desde la formación del lenguaje hasta nuestros días. Tomo II. Madrid: M. Rivadeneira. p. 86. Consultado el 29 de octubre de 2015. 

Citas bíblicas

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  1. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1395. ISBN 84-330-0022-5. 
  2. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1467. ISBN 84-330-0022-5. 
  3. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. pp. 971-972. ISBN 84-330-0022-5. 
  4. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1154. ISBN 84-330-0022-5. 
  5. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 803. ISBN 84-330-0022-5. 
  6. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 845. ISBN 84-330-0022-5. 
  7. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 94. ISBN 84-330-0022-5. 
  8. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 889. ISBN 84-330-0022-5. 
  9. Lucas 6:6-11; Lucas 11:53-54
  10. Mateo 12:38-39
  11. Mateo 15:1-9; Mateo 19:3; Juan 8:5-6
  12. Juan 5:18; Juan 7:25-26
  13. Mateo 12:14; Mateo 26:3-5
  14. Juan 11:57
  15. Juan 7:19-22
  16. Mateo 23:1-33
  17. Mateo 26:14-16; Mateo 26:47-50; Marcos 14:14-16; Marcos 14:43-46; Juan 18:1-12
  18. Lucas 22:3-6
  19. Mateo 26:59-60; Marcos 14:55-59
  20. Juan 18:29-32
  21. Juan 19:14-16; Mateo 27:20-23; Marcos 15:11-15; Lucas 23:20-23
  22. Lucas 23:34
  23. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1696. ISBN 84-330-0022-5. 
  24. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1637. ISBN 84-330-0022-5. 
  25. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1627. ISBN 84-330-0022-5. 
  26. Escuela bíblica de Jerusalén (1976). Biblia de Jerusalén (edición española). Bilbao: Desclée de Brouwer. p. 1744. ISBN 84-330-0022-5. 

Bibliografía

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