Jesús histórico

puntos de vista de que Jesucristo es un personaje real

El Jesús histórico es la reconstrucción realizada de la figura de Jesús de Nazaret mediante investigación basada en el método histórico. Esta reconstrucción, basada en hipótesis, es una aproximación al Jesús real, el cual sí engloba todo lo que realmente pensó, sintió, experimentó, hizo y dijo Jesús. Debido a la falta de referencias históricas fiables no es seguro que el Jesús histórico coincida plenamente con el Jesús real.[1]

Retrato del siglo III en el techo de las catacumbas de San Calixto en Roma, representando a Jesús de Nazaret como el Buen Pastor Crióforo.

Quienes defienden esta aproximación, como el estudioso bíblico John P. Meier, consideran que se acerca más que la definición teológica o cristológica (el Cristo dogmático) o que otros relatos cristianos de Jesús (el Cristo de la fe) a la figura real de éste.[1][2][3]​ Para realizar esta reconstrucción se considera, por ejemplo, el contexto histórico y cultural en el que Jesús vivió.[4][5][6]

La inmensa mayoría de los eruditos que escriben sobre el tema aceptan que Jesús existió,[7][8][9][10]​ aunque los estudiosos difieren acerca de las creencias y enseñanzas de Jesús, así como la exactitud de las relatos de su vida, y los únicos dos eventos sujetos a «asentimiento casi universal» son que Jesús fue bautizado por Juan el Bautista y fue crucificado por orden del prefecto romano Poncio Pilato.[11][12][13][14]​ Los estudiosos del Jesús histórico por lo general sostienen que él era judío y que vivió en una época de expectativas mesiánicas y apocalípticas.[15][16]​ Jesús fue bautizado por Juan el Bautista, cuyo ejemplo pudo haber seguido y, después de que Juan fuese ejecutado, comenzó su propia predicación en Galilea solamente alrededor de dos a tres años antes de su muerte. Él predicó la salvación, la limpieza de los pecados, y el Reino de Dios, utilizando parábolas con imágenes sorprendentes, y se decía que era un maestro y creía en la curación de fe.[17]​ Algunos estudiosos le atribuyen las declaraciones apocalípticas de los Evangelios, mientras que otros retratan a su Reino de Dios como uno moral, y no apocalíptico.[18]​ Él envió a sus apóstoles a curar y predicar el Reino de Dios.[19]​ Más tarde, viajó a Jerusalén en Judea, donde causó una perturbación en el Templo. Era el tiempo de la Pascua, cuando las tensiones políticas y religiosas eran altas en Jerusalén. Los Evangelios dicen que los guardias del templo (se cree que los saduceos) lo detuvieron y lo entregaron a Poncio Pilato para su ejecución. El movimiento que había comenzado sobrevivió a su muerte y fue continuado por su hermano[a]Santiago el Justo y los apóstoles, quienes proclamaban la resurrección de Jesús.[31]​ Se desarrolló en el cristianismo primitivo (véase Lista de eventos en el cristianismo primitivo).

Desde el siglo XVIII, tres búsquedas científicas independientes para el Jesús histórico han tenido lugar, cada una con características distintas y desarrollando criterios nuevos y diferentes de investigación.[32][33]​ Los retratos de Jesús que se han construido en estos procesos a menudo difieren entre sí, y de la imagen dogmática retratada en los relatos evangélicos.[34]​ Estos retratos incluyen a Jesús como un profeta apocalíptico, sanador carismático, filósofo cínico, Mesías judío y profeta del cambio social,[35][36]​ pero existe poco acuerdo académico en un solo retrato, o los métodos necesarios para construirlo.[34][37][38]​ Hay, sin embargo, atributos superpuestos entre los diversos retratos, y los estudiosos que difieren en algunos atributos pueden ponerse de acuerdo sobre otros.[35][36][39]

Varios estudiosos han criticado los diversos enfoques utilizados en el estudio del Jesús histórico: por un lado la falta de rigor en los métodos de investigación, por el otro ser impulsado por «agendas específicas» que interpretan fuentes antiguas para adaptarse a objetivos específicos.[40][41][42]​ En el siglo XXI, los enfoques «maximalistas» del siglo XIX que aceptaron todos las evangelios y las tendencias «minimalistas» de principios del siglo XX que los rechazó totalmente fueron abandonadas y los estudiosos comenzaron a centrarse en lo que históricamente es probable y plausible acerca de Jesús.[43][44][45]

Elementos históricos

editar

Existencia

editar

La mayoría de los estudiosos contemporáneos de la antigüedad coinciden en que Jesús existió, y la mayoría de los eruditos bíblicos e historiadores clásicos ven las teorías de su no existencia refutadas de la forma más eficaz.[7][9][10][46][47][48]​ No hay indicios de que los escritores de la antigüedad que se opusieron a la cristiandad cuestionaran la existencia de Jesús.[49][50]​ Hay, sin embargo, un desacuerdo generalizado entre los estudiosos sobre los detalles de la vida de Jesús mencionados en los relatos del Evangelio, y en el significado de sus enseñanzas.[14]​ Los eruditos difieren sobre la historicidad de episodios específicos descritos en los relatos bíblicos de Jesús,[14]​ y los historiadores tienden a considerar las afirmaciones sobrenaturales o milagros de Jesús como cuestiones de fe, en lugar de hechos históricos.[51]

Evidencia de Jesús

editar

No hay evidencia física o arqueológica de Jesús. Todas las fuentes que tenemos son escritos documentales, principalmente cristianos, como los evangelios y las cartas de los apóstoles. La autenticidad y la fiabilidad de estas fuentes ha sido cuestionada por muchos estudiosos, y pocos eventos mencionados en los evangelios son universalmente aceptados.[52]​ En conjunto con las fuentes bíblicas, tres menciones de Jesús en fuentes no cristianas se han utilizado en los análisis históricos de la existencia de Jesús.[53]​ Se trata de dos pasajes en los escritos del historiador judío Josefo, y uno del historiador romano Tácito.[53][54]

Josefo, en su libro Antigüedades judías, escrito alrededor de 93 a 94 d. C., incluye dos referencias al bíblico Jesucristo en los libros 18 y 20. El punto de vista académico general es que mientras que el pasaje más largo, conocido como el Testimonium Flavianum, es muy probablemente no auténtico en su totalidad, se está de acuerdo en términos generales que originalmente consistía en un núcleo auténtico, que fue entonces objeto de la interpolación cristiana.[55][56]​ De la otra mención, el estudioso de Josefo Louis H. Feldman señala que «pocos han dudado de la autenticidad» de la referencia de Josefo a Jesús en Antigüedades 20, 9, 1 y sólo está en disputa por un pequeño número de estudiosos.[57][58][59][60]

El historiador romano Tácito se refirió a «Cristo» [Christus] y su ejecución por Poncio Pilato en sus Anales (escritos c. 116), libro 15, capítulo 44.[61]​ Robert E. Van Voorst afirma que el tono muy negativo de los comentarios de Tácito sobre los cristianos hace extremadamente improbable que el pasaje haya sido inventado por un escriba cristiano.[54]​ Boyd y Eddy señalan que la referencia de Tácito es ampliamente aceptada como una confirmación independiente de la crucifixión de Cristo,[62]​ aunque algunos estudiosos cuestionan la autenticidad del pasaje por varios motivos diferentes.[54][63][64][65][66][67][68][69]

Otras consideraciones externas al cristianismo son las posibles menciones de Jesús en el Talmud. El Talmud (200-500 d. C.) habla en detalle de la conducta de los casos criminales de Israel y los reúne en un solo lugar. La más importante mención se encuentra en Sanedrín 32a: «En la víspera de la Pascua Ieshú fue colgado. Durante cuarenta días antes que la ejecución se llevara a cabo, un heraldo salió y gritó: Él va a ser apedreado porque ha practicado la hechicería y atraído a Israel a la apostasía». La primera fecha registrada de los actos judiciales del Sanedrín es 57 a. C.[70]

Dos hechos ampliamente aceptados como históricos

editar
 
La Piedra de Pilato, desde Cesarea Marítima, ahora en el Museo de Israel.

Casi todos los estudiosos modernos consideran el bautismo y la crucifixión de Jesús como hechos históricos.[11][71]

John P. Meier considera la crucifixión de Jesús como un hecho histórico y afirma, basándose en el criterio de dificultad, que los cristianos no habrían inventado la dolorosa muerte de su líder.[72]​ Meier afirma que varios otros criterios, por ejemplo, el criterio de testimonio múltiple (es decir, la confirmación por parte de varias fuentes), el criterio de coherencia (es decir, que se ajusta con otros elementos históricos) y el criterio de rechazo (es decir, que no es discutido por las fuentes antiguas), ayudan a establecer la crucifixión de Jesús como un hecho histórico.[73]​ Eddy y Boyd señalan que ahora está firmemente establecido que existe la confirmación no cristiana de la crucifixión de Jesús, en referencia a las menciones de Josefo y Tácito.[62]​ La mayoría de los estudiosos en la tercera búsqueda del Jesús histórico consideran a la crucifixión como indisputable,[13][74][75][76]​ al igual que el estudioso Bart Ehrman,[76]​ el ex-sacerdote John Dominic Crossan[13]​ y el teólogo James Dunn.[11]

Aunque los estudiosos coinciden en la historicidad de la crucifixión, se diferencian en los motivos y el contexto, por ejemplo, tanto E. P. Sanders y Paula Fredriksen admiten la historicidad de la crucifixión, pero afirman que Jesús no predijo su propia crucifixión, y que sus augurios son una historia cristiana.[77]​ Geza Vermes también considera a la crucifixión como un acontecimiento histórico, pero cree que esto se debió al desafío de Jesús a la autoridad romana.[77]

La existencia de Juan el Bautista en el mismo marco temporal de Jesús, y su eventual ejecución por Herodes Antipas, es atestiguada por el historiador del siglo I Josefo, y la inmensa mayoría de los estudiosos modernos considera a los registros de Josefo sobre las actividades de Juan el Bautista como auténticos.[78][58]​ Uno de los argumentos a favor de la historicidad del bautismo de Jesús por Juan es el criterio de dificultad, es decir, que se trata de una historia que la Iglesia cristiana primitiva nunca habría deseado ni tenido que inventar.[79][80][81]​ Otro de los argumentos utilizados a favor de la historicidad del bautismo es que varias registros se refieren a él, el usualmente llamado criterio de testimonio múltiple.[82]​ Técnicamente, el testimonio múltiple no garantiza la autenticidad, sino solo determina la antigüedad.[83]​ Sin embargo, para la mayoría de los estudiosos, junto con el criterio de dificultad, esto da credibilidad al bautismo de Jesús por Juan como un acontecimiento histórico.[82][84][85][86]

Otros posibles elementos históricos

editar

Además de los dos elementos históricos del bautismo y crucifixión, los estudiosos atribuyen diferentes niveles de certeza a otros aspectos de la vida de Jesús, aunque no hay un consenso universal entre los estudiosos sobre estos puntos.[87]​ Amy-Jill Levine indica que «no hay un consenso de la clasificación en el esquema básico de la vida de Jesús. La mayoría de los estudiosos coinciden en que Jesús fue bautizado por Juan, debatió con otros judíos sobre la mejor manera de vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, participó en curaciones y exorcismos, impartió parábolas, reunió a seguidores (varones y mujeres) en Galilea, fue a Jerusalén, y fue crucificado por los soldados romanos durante el gobierno de Poncio Pilatos (26-36 d. C.)».[88]

Además varios estudiosos han propuesto que:

  • Una cronología aproximada de Jesús se puede estimar a partir de fuentes no cristianas, y ser confirmada por correlación con relatos del Nuevo Testamento.[89][90]
  • Jesús de Nazaret fue un judío galileo que nació probablemente entre 7 y 4 a. C. Con los datos con que se cuenta en el presente, no es posible precisar el año del nacimiento de Jesús. Se considera un dato bastante seguro que la muerte de Herodes el Grande tuvo lugar en el año 4 a. C. De allí que al datar el nacimiento de Jesús, la gran mayoría de los autores se decantan por un rango entre los años 7 y 4 a. C., ya que existe probabilidad a favor de que el nacimiento haya sucedido en los últimos años del reinado de Herodes el Grande.[91][92][93][94][95][96][97]​ Algunos autores extienden el plazo probable del nacimiento a 8 a. C.,[98]​ o 3-2 a. C.,[99]​ aunque estas posiciones son hoy claramente minoritarias.[100]
  • Se acepta mayoritariamente que Jesús murió en 30 o en 33 d. C.[101]
  • Jesús vivió solamente en Galilea y Judea,[102][103][104]​ y nunca viajó ni estudió fuera de esas regiones.[105][106][107]
  • Jesús habló arameo y también pudo haber hablado hebreo y griego.[108][109][110][111]​ James D. G. Dunn afirma que un «consenso sustancial» sobre que Jesús dio a sus enseñanzas en arameo,[112]​ aunque el dialecto galileo del arameo era claramente distinguible del dialecto de Judea.[113]
  • Las reivindicaciones sobre el aspecto o la etnia de Jesús son, en su mayoría, subjetivas, basadas en los estereotipos culturales y las tendencias sociales más que en el análisis científico.[114][115][116]
  • El bautismo de Jesús por Juan el Bautista se puede datar aproximadamente desde las referencias de Josefo (Antigüedades judías 18.5.2), en una fecha entre los años 28-35 d. C.[78][117][118][119][120]
  • El tema principal de su enseñanza era el «Reino de Dios», y él presentó esta enseñanza en parábolas que eran sorprendentes.[121]
  • Jesús enseñó una ética del perdón, expresada en aforismos como «poner la otra mejilla» o «hacer un esfuerzo adicional».[122]
  • Jesús causó una controversia en el Templo.[12][87][123]
  • La fecha de la crucifixión de Jesús fue antes de 36 d. C., sobre la base de las fechas de la prefectura de Poncio Pilato, quien fue gobernador de la Judea romana entre los años 26 y 36 d. C.[124][125][126]

Retratos del Jesús histórico

editar

Desde el siglo XVIII, tres búsquedas científicas independientes para el Jesús histórico han tenido lugar, cada una con características distintas y desarrollando criterios nuevos y diferentes de investigación.[32][33]​ Los retratos de Jesús que se han construido en estos procesos a menudo difieren entre sí, y de la imagen dogmática retratada en los relatos evangélicos.[34]​ Estos retratos incluyen a Jesús como un profeta apocalíptico, sanador carismático, filósofo cínico, Mesías judío y profeta del cambio social, pero existe poco acuerdo académico en un solo retrato, o los métodos necesarios para construirlo.[34][37][38]​ Hay, sin embargo, atributos superpuestos entre los diversos retratos, y los estudiosos que difieren en algunos atributos pueden ponerse de acuerdo sobre otros.[35][36][39]

La erudición contemporánea, que representa la «tercera búsqueda» de Jesús, lo coloca firmemente en la tradición judía.[127]​ Los principales estudiosos de la «tercera búsqueda» incluyen a E. P. Sanders, Geza Vermes, Gerd Theissen, Christoph Burchard y John Dominic Crossan.[127]​ Jesús es visto como el fundador de, en palabras de E. P. Sanders, «un movimiento de renovación dentro del judaísmo».[127]​ Esta erudición sugiere una continuidad entre la vida de Jesús como un errante carismático y el mismo estilo de vida llevado adelante por los seguidores después de su muerte.[127]​ El principal criterio utilizado para discernir detalles históricos en la «tercera búsqueda» es el criterio de verosimilitud, en relación con el contexto judío de Jesús y de su influencia en el cristianismo.[127]​ El principal desacuerdo en la investigación contemporánea es si Jesús era apocalíptico.[127]​ La mayoría de los estudiosos concluyen que lo era, como Juan el Bautista y el apóstol Pablo.[127]​ En contraste, algunos estudiosos estadounidenses prominentes, como Burton Mack y John Dominic Crossan, defienden un Jesús no escatológico, más un sabio cínico que un predicador apocalíptico.[127]

Ministerio de Jesús de Nazaret

editar
 
Imagen paleo-cristiana del Buen Pastor (siglo IV).

Obras y milagros

editar

Se dice que Jesús realizó varios milagros en el curso de su ministerio. Estos consisten en su mayoría en curaciones milagrosas, exorcismos y dominio sobre otras cosas de la naturaleza, además de las personas.

Como Albert Schweitzer mostró en su Quest of the Historical Jesus [Búsqueda del Jesús histórico], a principios del siglo XX, el debate sobre el «Jesús histórico» se centró en la credibilidad de los informes de milagros. Los estudiosos de principios del siglo XIX ofrecieron tres tipos de explicación de estas historias de milagros: fueron considerados como eventos sobrenaturales, o fueron «racionalizados» (por ejemplo, por Paulus), o eran considerados como míticos (por ejemplo, Strauss).

Los estudiosos, tanto en las tradiciones cristianas y seculares siguen debatiendo cómo se deben interpretar los informes de los milagros de Jesús. Los Evangelios cristianos declaran que Jesús tiene el poder autoritario de Dios sobre la naturaleza, la vida y la muerte, pero los historiadores naturalistas, siguiendo a Strauss, en general, optan por ver estas historias como leyendas o alegorías, o para algunos de los milagros siguen el método de racionalización. Por ejemplo, las curaciones y exorcismos a veces se atribuyen al efecto placebo.

Jesús como divino

editar

Jesús fue un predicador carismático que enseñó los principios de la salvación, la vida eterna, y el Reino de Dios.[18]​ Los estudiosos lo ven como aceptando un papel divino en el cercano apocalipsis como el rey divino.[15]​ El uso de tres términos importantes por Jesús: Mesías, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, revela su comprensión de su papel divino.[15][18]

Mesías

editar

En la Biblia hebrea, tres clases de personas se identifican como «ungidos», es decir, «Mesías»: profetas, sacerdotes y reyes.[15]​ En tiempos de Jesús, el término Mesías fue utilizado de diferentes maneras, y nadie puede estar seguro cómo incluso habría significado a Jesús si él hubiera aceptado el término.[15]​ Aunque las expectativas mesiánicas en general se centraron en el Rey Mesías, los esenios esperaban tanto a un rey como a una figura sacerdotal en su escatología.

Los judíos de la época de Jesús esperaban con expectación a un redentor divino que restauraría a Israel, que sufría bajo el dominio romano. Juan el Bautista al parecer, estaba esperando otro mayor que él, una figura apocalíptica.[128]​ Las escrituras y la fe cristianas aclaman a Jesús como el «Mesías» («un ungido», «Cristo»).

Hijo de Dios

editar

Pablo señala que Dios declaró que Jesús es su Hijo al resucitarle de entre los muertos, y Sanders sostiene que Marcos retrata a Dios adoptando a Jesús como su hijo en su bautismo,[15]​ aunque muchos otros no aceptan esta interpretación de Marcos.[129]​ Sanders sostiene que Jesús fuera aclamado como el Hijo de Dios no significa que él es, literalmente, descendiente de Dios.[15]​ Más bien, indica una muy alta denominación, aquel que se encuentra en una relación especial con Dios.[15]

En los Evangelios sinópticos, el ser de Jesús como «Hijo de Dios» se corresponde exactamente con los típicos hasideos de Galilea, un «piadoso» hombre santo que por la intervención de Dios hace milagros y exorcismos.[130][131]

Hijo del Hombre

editar

La traducción más literal del Hijo del hombre es «Hijo de la Humanidad», o «ser humano». Jesús usa «Hijo del Hombre» a veces para decir «yo» o un mortal en general; otras veces, una figura divina destinada a sufrir; y en ocasiones, una figura celestial de juicio que pronto llegará. El uso de Jesús de Hijo del Hombre de la primera forma es histórico, aunque sin pretensión divina.

El Hijo del Hombre como uno destinado a sufrir parece ser, según algunos, una invención cristiana que no tiene que ver con Jesús, y no está claro si Jesús se refirió sí mismo cuando habló del juez divino.[15]​ Estos tres usos no aparecen juntos, como el Hijo del hombre que sufre y retorna.[15]​ Otros sostienen que el uso de Jesús de esta frase ilustra su autocomprensión como representante divino de Dios.[132]

Otras representaciones

editar

El título Logos, identificando a Jesús como la palabra divina, apareció por primera vez en el Evangelio de Juan, escrito c. 90-100.[133]

Raymond E. Brown llegó a la conclusión de que los primeros cristianos no llamaron a Jesús, «Dios».[134]​ Los estudiosos del Nuevo Testamento concuerdan ampliamente que Jesús no realizó ningún reclamo implícito de ser Dios.[135][136]

Pinchas Lapide considera a Jesús como un rabino en la tradición hasidea de Hilel el Anciano, Yohanan ben Zakai y Hanina ben Dosa.

Los evangelios y la tradición cristiana representan a Jesús como ser ejecutado ante la insistencia de los líderes judíos, quienes consideran sus pretensiones de divinidad como blasfemas. Históricamente Jesús parece, en cambio, haber sido ejecutado por ser una potencial fuente de inestabilidad.[18][137][138]

Jesús y Juan el Bautista

editar
 
Los montes de Judea, en Israel.

Jesús comenzó a predicar, enseñar y curar después de que fuera bautizado por Juan el Bautista, un predicador ascético apocalíptico quien llamó a los judíos a arrepentirse.

Jesús fue al parecer un seguidor de Juan, un profeta populista y activista que esperaba la liberación divina de la patria judía de los romanos.[139]​ Juan fue una figura religiosa importante, cuyo movimiento probablemente fue más grande que el de Jesús.[140]Herodes Antipas tuvo que ejecutar a Juan por representar una amenaza a su poder.[140]​ En un dicho que se cree que fue registrado originalmente en Q,[141]​ el Jesús histórico defendió al Bautista poco después de su ejecución.[139][142]

Los seguidores de Juan formaron un movimiento que continuó después de su muerte junto a los propios seguidores de Jesús. Los seguidores de Juan aparentemente creían que Juan podría haber resucitado de los muertos,[143]​ una expectativa que puede haber influido en las expectativas de los seguidores de Jesús después de su crucifixión.[140]​ Algunos de los seguidores de Jesús eran antiguos seguidores de Juan el Bautista.[140]​ El ayuno y el bautismo, los elementos de la predicación de Juan, pueden haber entrado en la práctica de los primeros cristianos cuando los seguidores de Juan se unieron al movimiento.[140]

John Dominic Crossan retrata a Jesús como rechazando la escatología apocalíptica de Juan en favor de una escatología sapiencial, en el que la transformación cultural resulta de las propias acciones de los humanos, y no de la intervención de Dios.[19]

Los historiadores consideran el bautismo de Jesús por Juan como histórico, un evento que los primeros cristianos no hubieran incluido en sus evangelios en la ausencia de un «informe firme».[144]​ Al igual que Jesús, Juan y su ejecución son mencionados por Josefo.[140]

La prominencia de Juan el Bautista, tanto en los Evangelios y Josefo, sugiere que pudo haber sido más popular que Jesús en su vida; asimismo, la misión de Jesús no comenzó hasta después de su bautismo por Juan. Fredriksen sugiere que fue solamente después de la muerte de Jesús que emergió como más influyente que Juan. En consecuencia, los Evangelios proyectan la importancia póstuma de Jesús de nuevo a su vida. Una forma mediante la cual Fredriksen cree que esto se logró fue minimizando la importancia de Juan; al describirlo como resistiéndose a bautizar a Jesús (Mateo), refiriéndose brevemente al bautismo (Lucas), o mediante la afirmación de la superioridad de Jesús (Juan).

Los estudiosos postulan que Jesús pudo haber sido un seguidor directo del movimiento de Juan el Bautista. El prominente estudioso del Jesús histórico John Dominic Crossan sugiere que Juan el Bautista pudo haber sido asesinado por razones políticas, no necesariamente el resentimiento personal que figura en el evangelio de Marcos.[145]​ Entrar en el desierto y bautizar en el Jordán sugiere que Juan y sus seguidores se estaban purificando a sí mismos por lo que creían era la liberación inminente de Dios. Esta era una reminiscencia de un cruce del Jordán después del Éxodo (en el libro de Josué), que conduce a la tierra prometida de su liberación de la opresión.

Las enseñanzas de Jesús más tarde diferirían de la visión apocalíptica de Juan (aunque depende del punto de vista académico adoptado; según Ehrman o Sanders la visión apocalíptica fue el núcleo de la enseñanza de Jesús), quien advirtió de «la ira venidera», que «el hacha está puesta a la raíz de los árboles» y el que no lleve «buen fruto» se «corta y se echa en el fuego» (Lucas 3:7-9). Aunque las enseñanzas de Juan permanecieron visibles en las de Jesús, Jesús destacaría al Reino de Dios no como tan inminente, sino como ya presente y manifiesto a través del compromiso común del movimiento a una relación de igualdad entre todos los miembros, y a vivir por las leyes de la justicia divina.

Los cuatro evangelios coinciden en que Jesús fue crucificado por pedido del Sanedrín judío a Poncio Pilato. La crucifixión era el castigo para los criminales, ladrones, traidores, y los insurrectos políticos, utilizada como símbolo de la autoridad absoluta de Roma: los que estaban en contra de Roma eran totalmente aniquilados.

Ministerio y enseñanzas

editar

Los evangelios sinópticos coinciden en que Jesús creció en Nazaret, fue al río Jordán para conocer y ser bautizado por el profeta Juan (Yohanan) el Bautista, y poco después comenzó a curar y predicar a los pobladores y pescadores de todo el mar de Galilea (que es en realidad un lago de agua dulce). Aunque había muchas ciudades fenicias, helenísticas y romanas cerca (por ejemplo, Sidón y Tiro; Gesara y Gadara; Séforis y Tiberíades), solamente se encuentra un relato de Jesús sanando a alguien en la región de los gadarenos en los tres evangelios sinópticos (el demonio llamado Legión), y otro cuando sanó a una mujer siro-fenicia en las cercanías de Tiro y Sidón.[146]​ De otro modo, no hay ningún registro de Jesús de haber pasado una cantidad significativa de tiempo en los pueblos gentiles. El centro de su trabajo fue Cafarnaún, un pueblo pequeño (con una población de 1.500-2.000), donde, según los Evangelios, se presentó en la sinagoga de la ciudad (una casa de reunión no sagrada donde los judíos a menudo se reúnen en sábado para estudiar la Torá), sanó a un paralítico y continuó buscando discípulos.

Una vez que Jesús adquirió muchos seguidores (aunque hay debates sobre la cantidad de adeptos), se trasladó a la capital davídica de la Monarquía Unida, la ciudad de Jerusalén.

Duración del ministerio

editar

Los historiadores no saben cuánto tiempo Jesús predicó. Los evangelios sinópticos sugieren un intervalo de hasta un año.[122]​ El Evangelio de Juan menciona tres Pascuas,[147]​ por lo que se cree tradicionalmente que su ministerio duró tres años.[148][149]​ Sin embargo, parece ser que el ministerio de Jesús aparentemente duró un año, tal vez dos.[150]

Parábolas y paradojas

editar

Jesús enseñó en parábolas y aforismos. Una parábola es una imagen figurativa con un único mensaje (a veces confundida con una analogía, en el que cada elemento tiene un significado metafórico). Un aforismo es una corta, y a su vez, memorable frase. En el caso de Jesús, los aforismos a menudo implican cierta paradoja o reversión. Las parábolas auténticas probablemente incluyen el Buen Samaritano y la parábola de los obreros de la viña.

Crossan escribe que las parábolas de Jesús trabajaron en varios niveles al mismo tiempo, lo que provocó discusiones con su audiencia campesina.[19]

Las parábolas y aforismos de Jesús circularon oralmente entre sus seguidores durante años antes de que fueran escritas y posteriormente incorporadas en los Evangelios. Estos representan las tradiciones cristianas más antiguas sobre Jesús.[138]

Escatología

editar

Jesús predicó principalmente sobre el Reino de Dios. Los eruditos están divididos sobre si se estaba refiriendo a un evento apocalíptico inminente o la transformación de la vida cotidiana.

Una gran parte (si no la mayoría) de los eruditos bíblicos críticos, yendo tan lejos como Albert Schweitzer, sostienen que Jesús creía que el fin de la historia iba a venir dentro de su propia vida o durante la vida de sus contemporáneos.[151]

La evidencia de esta tesis viene de varios versículos, entre ellos los siguientes:

  • En Marcos 8:38-9:1 Jesús dice que el Hijo del Hombre vendrá «en la gloria de su Padre con los santos ángeles» durante «esta generación adúltera». De hecho, dice «hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder».
  • En Lucas 21:35-36 Jesús exhorta la constante preparación incesante por parte de sus seguidores en vista de la inminencia del fin de la historia y la intervención final de Dios: «Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre».
  • En Marcos 13:24-27, 30 Jesús describe lo que ocurrirá cuando llegue el final, diciendo que «el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo [...]. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria». Él da un plazo para este evento: «De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca».
  • El apóstol Pablo también parece haber compartido esta expectativa. Hacia el final de 1 Corintios 7, se aconseja a los cristianos evitar casarse si pueden dado que el fin de la historia era inminente. Dirigiéndose a los solteros, escribe, «Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad que apremia; que hará bien el hombre en quedarse como está [...]. Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto [...] porque la apariencia de este mundo se pasa» 1 Corintios 7:26, 29, 31. En 1 Tesalonicenses 4:15-17 Pablo también parece creer que vivirá para presenciar el regreso de Jesús y el fin de la historia.

Según Vermes, el anuncio de Jesús de la inminente llegada del Reino de Dios «evidentemente no se cumplió» y «creó una seria dificultad para la iglesia primitiva».[152]​ Según E. P. Sanders, estas palabras escatológicas de Jesús son «pasajes que muchos eruditos cristianos quisieran ver desaparecer» dado que «los acontecimientos que predicen no llegaron a pasar, lo que significa que Jesús estaba equivocado».[153]

Robert W. Funk y sus colegas, por su parte, escribieron que a partir de la década de 1970, algunos estudiosos han llegado a rechazar la visión de Jesús como escatológica, señalando que él rechazó el ascetismo de Juan el Bautista y su mensaje escatológico. En este punto de vista, el Reino de Dios no es un estado futuro, sino más bien una misteriosa presencia contemporánea. John Dominic Crossan describe a la escatología de Jesús como basada en el establecimiento de una nueva y santa forma de vida, en lugar de la intervención redentora de Dios en la historia.[19]

La evidencia del Reino de Dios como ya presente deriva de estos versos:[154]

  • En Lucas 17:20-21, Jesús dice que uno no va a ser capaz de observar el Reino de Dios que llega, y que «el reino de Dios está entre vosotros».
  • En Tomás 113, Jesús dice que el reino de Dios «se extiende sobre la tierra, y la gente no lo ve».
  • En Lucas 11:20, Jesús dice que si se expulsa a los demonios por el dedo de Dios entonces «ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros».
  • Por otra parte, las principales parábolas de Jesús no reflejan una visión apocalíptica de la historia.

El Jesus Seminar llega a la conclusión de que las declaraciones apocalípticas atribuidas a Jesús podrían tener su origen en los primeros cristianos, dado que las ideas apocalípticas eran comunes, pero las declaraciones sobre el Reino de Dios está presente misteriosamente va en contra de la opinión común y podrían tener su origen únicamente en Jesús mismo.[154]

Sabio lacónico

editar

El sabio del antiguo Cercano Oriente era un hombre modesto, de pocas palabras, que no provocaba encuentros.[121]​ Un hombre santo ofrecía curaciones y exorcismos solamente cuando se lo solicitaban, y aun así podía mostrarse reacio.[121]​ Jesús parece haber mostrado un estilo similar.[121]

Los evangelios presentan a Jesús participando en frecuentes debates religiosos de «preguntas y respuestas» con los fariseos y los saduceos. El Jesus Seminar cree que los debates sobre la Escritura y la doctrina son rabínicos en el estilo y no característicos de Jesús.[155]​ Ellos creen que estas «historias de conflicto» representan los conflictos entre la comunidad cristiana primitiva y quienes los rodeaban: los fariseos, saduceos, etc. El grupo cree que estos, a veces, son dichos o conceptos genuinos pero son en gran medida producto de las comunidades cristianas primitivas.

Compañerismo en la mesa

editar

Abrir el compañerismo en la mesa con extraños era central en el ministerio de Jesús.[19]​ Su práctica de comer con la gente humilde que había sanado desafió las expectativas de la sociedad judía tradicional.[19]​ Es de suponer que enseñó en la comida, como era de esperar en un simposio.[138]​ Su conducta causó bastante escándalo ya que se le acusó de ser un glotón y un borracho.[138]

John Dominic Crossan identifica esta práctica en la mesa como parte del radical programa igualitario de Jesús.[19]​ La importancia de la mesa de comunión se ve en el predominio de las escenas de la comida en el arte cristiano primitivo[19]​ y en la Eucaristía, el ritual cristiano del pan y el vino.[138]

Discípulos

editar

Jesús reclutó a doce campesinos galileos como su círculo más cercano, incluyendo a varios pescadores.[156]​ Los pescadores en cuestión y el publicano Mateo tendrían relaciones comerciales que requerirían algunos conocimientos de griego.[157]​ El padre de dos de los pescadores (Juan y Santiago) es representado como teniendo los medios para contratar obreros para su negocio de la pesca, y los recaudadores de impuestos eran vistos como explotadores.[158]​ Los doce esperaban gobernar a las doce tribus de Israel en el Reino de Dios.[156]

Los discípulos de Jesús desempeñan un papel importante en la búsqueda del Jesús histórico. Sin embargo, los cuatro Evangelios, utilizan palabras diferentes para aplicar a los seguidores de Jesús. La palabra griega ochloi se refiere a las multitudes que se reunieron en torno a Jesús cuando predicaba. La palabra mathetes se refiere a los seguidores que sobresalían en la enseñanza. La palabra apostolos se refiere a los doce discípulos, o apóstoles, a quienes Jesús escogió específicamente para ser sus más cercanos seguidores. Con estas tres categorías de seguidores, Meier utiliza un modelo de círculos concéntricos alrededor de Jesús, con un círculo interno de los verdaderos discípulos, un círculo más grande de seguidores, y un círculo aún mayor de los que se reunieron para escucharlo.

Jesús aceptó polémicamente mujeres y pecadores (los que violaban las leyes de pureza) entre sus seguidores. A pesar de que las mujeres nunca fueron llamadas directamente «discípulos», ciertos pasajes de los evangelios parecen indicar que las mujeres seguidores de Jesús eran equivalentes a los discípulos. Era posible que miembros ochloi cruzaran a la categoría mathetes. Sin embargo, Meier argumenta que algunas personas de la categoría de mathetes en realidad cruzaron a la categoría de apostolos, a saber, María Magdalena. La narración de la muerte de Jesús y de los acontecimientos que lo acompañaron mencionan la presencia de mujeres. Meier afirma que el papel fundamental de las mujeres en la cruz se revela en la narrativa posterior, donde al menos algunas de las mujeres, especialmente María Magdalena, fueron testigos tanto de la sepultura de Jesús (Marcos 15:47) como descubridoras de la tumba vacía (Marcos 16:1-8). Lucas también menciona que cuando Jesús y los Doce estaban viajando de ciudad en ciudad predicando «la buena noticia», ellos fueron acompañados por las mujeres, que les servían con sus propios recursos. Podemos concluir que las mujeres hicieron seguimiento de Jesús un período considerable de tiempo durante su ministerio en Galilea y su último viaje a Jerusalén. Tal devoción a largo plazo no podía ocurrir sin la iniciativa o aceptación activa de las mujeres que lo siguieron. Sin embargo, la mayoría de los estudiosos podrían argumentar que no es razonable decir que la aparentemente estrecha relación de María Magdalena con Jesús sugiere que era un discípulo o uno de los Doce. Como título, las mujeres no son históricamente consideradas «discípulos» de Jesús, pero el hecho de que él les permitió seguirlo y servirlo demuestra que eran hasta cierto punto eran tratadas como tales.

Los Evangelios narran que Jesús comisionó a sus discípulos a difundir la palabra, a veces durante su vida (por ejemplo, Marcos 6:7-12) y, a veces durante una aparición tras la resurrección (por ejemplo, Mateo 28:18-20). Estos relatos reflejan la práctica cristiana temprana, así como las instrucciones originales de Jesús, aunque algunos estudiosos sostienen que el Jesús histórico no expidió ese tipo de comisión misionera.[159]

De acuerdo con John Dominic Crossan, Jesús envió a sus discípulos a curar y a proclamar el Reino de Dios. Iban a comer con aquellos a quienes sanaban antes que con las personas de mayor estatus que bien podrían sentirse honradas de acoger un sanador, y Jesús les ordenó comer con quien les invitara. Este desafío implícito a la jerarquía social era parte del programa de igualitarismo radical de Jesús. Estos temas de sanidad y el comer son comunes en el arte cristiano primitivo.[19]

Las instrucciones de Jesús a los misioneros aparecen en los Evangelios sinópticos y en el Evangelio de Tomás.[19]​ Estas instrucciones son distintas de la comisión que Jesús resucitado da a sus seguidores, la Gran Comisión, texto calificado como negro (no auténtico) por el Jesus Seminar.[122]

Ascetismo

editar

Los colegas del Jesus Seminar sostienen en su mayoría que Jesús no era un asceta, y que probablemente bebía vino y no ayunaba, a excepción de los ayunos que todos los judíos observantes hacen.[160]​ Sin embargo, promovió una vida sencilla y la renuncia a la riqueza.

Jesús dijo que algunos se hicieron «eunucos» por el reino de los cielos (Mateo 19:12). Este aforismo podría haber tenido la intención de establecer solidaridad con los eunucos, que eran considerados «incompletos» en la sociedad judía.[161]​ Alternativamente, pudo haber estado promoviendo el celibato.

Algunos sugieren que Jesús estuvo casado con María Magdalena, o que él probablemente tenía una relación especial con ella,[160]​ o que él estaba casado con María, la hermana de Lázaro. Sin embargo, Ehrman toma nota de la naturaleza conjetural de estas afirmaciones, señalando que «ni siquiera una de nuestras fuentes antiguas indica que Jesús estaba casado, y mucho menos casado con María Magdalena».[162]

Juan el Bautista era un asceta y tal vez un nazareo que promovió el celibato, como los esenios.[163]​ Elementos ascéticos, como el ayuno, aparecieron en el cristianismo temprano y son mencionados por Mateo durante el discurso de Jesús sobre la ostentación. Se ha sugerido que Jacobo, el hermano de Jesús y líder de la comunidad judeocristiana de Jerusalén, era también un nazareo.[164]

Jerusalén

editar
 
Provincia de Judea durante el siglo I.
 
Las estrechas calles de la Via Dolorosa, Jerusalén.

Jesús y sus seguidores dejaron Galilea y viajaron a Jerusalén en Judea. Es posible que hayan viajado a través de Samaria según lo informado en Juan, o alrededor de la frontera de Samaria según lo informado en Lucas, que era una práctica común para los judíos, para evitar samaritanos hostiles. Jerusalén estaba llena de judíos que habían venido para la Pascua, con quizá de 300.000 a 400.000 peregrinos.[165]

Entrada a Jerusalén

editar

Jesús podría haber entrado en Jerusalén en un burro como un acto simbólico, posiblemente, para contrastar con la entrada triunfal que un conquistador romano haría, o para promulgar una profecía en Zacarías. Los escritos cristianos hacen una explícita referencia a Zacarías, posiblemente porque la escena fue inventada por los escribas que buscaron en las Escrituras ayuda para profundizar los detalles de las narraciones evangélicas.[138]

Disturbios en el Templo

editar

Jesús enseñó en Jerusalén, y causó una perturbación en el Templo.[138]​ En respuesta, las autoridades del templo lo arrestaron y lo entregaron a las autoridades romanas para su ejecución.[138]​ Podría haber sido entregado en manos de la policía del templo, pero Funk sugiere que las autoridades podrían haberlo arrestado sin necesidad de un traidor.[138]

Crucifixión

editar
 
Pintura del Antonio Ciseri (1862) del Ecce homo, como Poncio Pilato entrega a Jesús a la multitud.

Jesús fue crucificado por Poncio Pilato, el prefecto de la provincia de Judea (26–36 d. C.). Algunos estudiosos sugieren que Pilato ejecutó a Jesús por fomentar el escándalo público, tal vez con la cooperación de las autoridades judías.[138]​ La limpieza del Templo por Jesús pudo haber ofendido seriamente a su audiencia judía, lo que llevó a su muerte.[166][167][168]​ Bart Ehrman sostiene que las acciones de Jesús habrían sido consideradas como de traición y, por lo tanto, un delito capital para los romanos.[169]​ La afirmación de que los altos dirigentes sacerdotales saduceos y sus asociados entregaron a Jesús a los romanos está fuertemente atestiguada.[137]​ Los historiadores debaten si Jesús tenía la intención de ser crucificado.[170]

El Jesus Seminar argumenta que los escribas cristianos parecen haber recurrido a las Escrituras con el fin de profundizar en la narración de la pasión, como la invención del juicio de Jesús.[138]​ Sin embargo, los estudiosos están divididos sobre la historicidad de los hechos subyacentes.[171][172]

John Dominic Crossan apunta a la utilización de la palabra «reino» en sus enseñanzas centrales del «Reino de Dios» es lo único que habría llevado a Jesús a la atención de las autoridades romanas. Roma se ocupó de Jesús como comúnmente era realizado, con la disensión esencialmente no-violenta: el asesinato de su líder. Fueron los levantamientos generalmente violentos como los que sucedieron durante las guerras judeo-romanas que justificaron la masacre del líder y sus seguidores. A medida que en la Iglesia primitiva el equilibrio se movió de la comunidad judía a los gentiles conversos, los cristianos pudieron haber tratado de distanciarse de los judíos rebeldes (los que se levantaron contra la ocupación romana). También hubo un cisma en desarrollo dentro de la comunidad judía, ya que estos creyentes en Jesús fueron expulsados de las sinagogas después de la destrucción romana del Segundo Templo en el año 70 d. C. (Concilio de Jamnia). Los registros divergentes de la participación judía en el juicio de Jesús sugieren que resultaron algunos sentimientos desfavorables entre tales judíos.

 
Pietro Perugino, Crucifixión de Cristo (1494-1496), Florencia.

Además del hecho de que los Evangelios ofrecen diferentes relatos del papel de los judíos en la muerte de Jesús (por ejemplo, Marcos y Mateo reportan dos juicios separados; Lucas, uno; y Juan, ninguno); Fredriksen, al igual que otros estudiosos (Catchpole, 1971), argumenta que muchos elementos de los relatos de los evangelios no podrían haber sucedido: de acuerdo a la ley judía, el tribunal no podría reunirse de noche; no podía reunirse en una fiesta importante; las declaraciones de Jesús ante el Sanedrín o el Sumo Sacerdote (por ejemplo, que él era el mesías) no constituían una blasfemia; los cargos que los evangelios pretenden que los judíos habían hecho en contra de Jesús no eran crímenes capitales contra la ley judía; incluso si Jesús hubiera sido acusado y encontrado culpable de un delito capital por el Sanedrín, el castigo habría sido la muerte por lapidación (el destino de Esteban y Jacobo el Justo, por ejemplo) y no la crucifixión. Esto supone necesariamente que los líderes judíos estaban escrupulosamente obedientes a la ley romana, y nunca rompieron sus propias leyes, costumbres o tradiciones, incluso para su propio beneficio. En respuesta, se ha argumentado que las circunstancias legales que rodean el juicio no han sido bien entendidas,[173]​ y que los líderes judíos no siempre eran estrictamente obedientes, ya sea para el derecho romano o para su propia ley.[174]​ Además, hablar de una restauración de la monarquía judía era sediciosa bajo la ocupación romana. Peor aún, Jesús habría entrado en Jerusalén en un momento especialmente arriesgado, durante la Pascua, cuando las emociones populares corrían alto. Aunque la mayoría de los judíos no tenían los medios para viajar a Jerusalén para cada día de fiesta, prácticamente todos trataban de cumplir con esas leyes lo mejor que podían. Y durante estas fiestas, como la Pascua, la población de Jerusalén aumentaba, y los brotes de violencia eran comunes. Los estudiosos sugieren que el Sumo Sacerdote temía que hablar de una restauración inminente de un estado judío independiente podría provocar una revuelta. El mantenimiento de la paz era una de las tareas principales del Sumo Sacerdote nombrado por los romanos, quien era personalmente responsable ante ellos de cualquier brote importante. Por lo tanto, los estudiosos sostienen que se habría detenido a Jesús por promover la sedición y la rebelión, y entregado a los romanos para el castigo.

Tanto los relatos de los evangelios y [la] interpolación paulina [que se encuentra en 1 Tesalonicenses 2:14-16] fueron compuestos en el intervalo inmediatamente después de la terrible guerra de 66-73. La Iglesia tenía todas las razones para asegurar a las audiencias potenciales gentiles que el movimiento cristiano no amenazaba ni cuestionaba la soberanía imperial, a pesar del hecho de que su propio fundador había sido crucificado, es decir, ejecutado como un rebelde.[175]

Sin embargo, la predicación de Pablo del Evangelio y de sus prácticas sociales radicales eran, por su propia definición, una afrenta directa a la jerarquía social de la sociedad grecorromana en sí y, por lo tanto, estas nuevas enseñanzas socavaban al Imperio; en última instancia, condujeron a la persecución romana a gran escala contra los cristianos, con el objetivo de acabar con la nueva fe.

El entierro y la tumba vacía

editar

Los eruditos están divididos sobre si Jesús fue sepultado. Craig A. Evans sostiene que «la evidencia literaria, histórica y arqueológica apunta en una dirección: que el cuerpo de Jesús fue colocado en una tumba, según las costumbres judías». John Dominic Crossan, sobre la base de su posición única de que el Evangelio de Pedro contiene la fuente primaria más antigua sobre Jesús, argumentó que los relatos del entierro se vuelven progresivamente extravagantes, encontrando históricamente poco probable que un enemigo liberaría un cadáver, afirmando que los seguidores de Jesús no disponían de los medios para saber qué pasó con el cuerpo de Jesús.[176][177]​ La posición de Crossan sobre el Evangelio de Pedro no ha encontrado apoyo académico,[178]​ desde la descripción de Meyer como «excéntrica e inverosímil»,[179]​ a la crítica de Koester como «un grave error».[180]​ Habermas argumenta en contra de Crossan, afirmando que la respuesta de las autoridades judías contra las afirmaciones cristianas de la resurrección presupone un entierro y una tumba vacía,[181]​ y señala el descubrimiento del cuerpo de Yohanan Ben Ha'galgol, un hombre que murió crucificado en el siglo I y cuyo cuerpo fue descubierto en un osario de un cementerio fuera de la antigua Jerusalén, argumentando que este hallazgo revela datos importantes acerca de la crucifixión y la sepultura en la Palestina del primer siglo.[182][183]​ Otros estudiosos consideran el entierro por José de Arimatea que se encuentra en Marcos 15 como históricamente plausible,[184]​ y algunos han llegado a argumentar que la tumba fue a partir de entonces descubierta vacía.[185]​ Más positivamente, Mark Waterman mantiene la prioridad de la tumba vacía sobre las apariciones.[186]​ Michael Grant escribió:

[S]i se aplica el mismo tipo de criterios que se aplicarían a cualquier otra fuente literaria antigua, entonces la evidencia es firme y suficiente para argüir que la conclusión de que la tumba fue encontrada vacía es efectivamente plausible.[187]

Sin embargo, Marcus Borg señala:

la primera referencia a la historia de la tumba vacía es bastante extraña: Marcos, escrito alrededor de 70 d. C., nos dice que algunas mujeres encontraron la tumba vacía, pero no le dijeron a nadie. Algunos estudiosos piensan que esto indica que la historia de la tumba vacía es un desarrollo tardío y que la manera de Marcos de hablar explica por qué no fue ampliamente (o previamente) conocida.[188]

Del mismo modo, los estudiosos Gerd Theissen y Annette Merz concluyen que «el sepulcro vacío solamente puede ser iluminado por la fe de la Pascua (que se basa en las apariciones); la fe de la Pascua no puede ser iluminada por la tumba vacía».[189]

Apariciones del Jesús resucitado

editar
 
La incredulidad de Santo Tomás, de Caravaggio (siglo XVI), representa al Jesús resucitado.

Pedro, Pablo y María aparentemente tuvieron experiencias visionarias de un Jesús resucitado.[138]​ Pablo registró su visión en una epístola y enumeró varias otras apariciones. El Evangelio de Marcos original informa de la tumba vacía de Jesús, y los evangelios posteriores y los finales posteriores de Marcos narran varias apariciones de la resurrección.

Los dos manuscritos más antiguos (siglo IV) de Marcos, el evangelio más antiguo, abruptamente finalizan en 16:8, que establece que las mujeres llegaron y encontraron una tumba vacía «y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo» (Marcos 16:8). Los pasajes que indican que Jesús fue visto por María Magdalena y los once discípulos (Marcos 16:9-20) se añadieron más tarde, y el hipotético final original se perdió. Los estudiosos han planteado una serie de teorías sobre las apariciones de la resurrección de Jesús. El Jesus Seminar concluye: «En opinión del Seminario, él no se levantó corporalmente de entre los muertos; la resurrección se basa más bien en experiencias visionarias de Pedro, Pablo y María».[138]​ E. P. Sanders argumenta a favor de la dificultad de acusar a los primeros testigos de cualquier fraude deliberado:

Es difícil acusar a estas fuentes, o a los primeros creyentes, de un fraude deliberado. Un complot para fomentar la creencia en la resurrección probablemente habría dado lugar a una historia más coherente. En cambio, parece haber sido una competición: «Yo lo vi», «yo también», «las mujeres lo vieron primero», «no, yo lo hice; ellos no lo vieron en absoluto», y así sucesivamente. Por otra parte, algunos de los testigos de la resurrección dieron su vida por su creencia. Esto también hace poco probable el fraude.[190]

La mayoría de los estudiosos creen que los acontecimientos sobrenaturales no pueden ser reconstruidos utilizando métodos empíricos y, por lo tanto, consideran a la resurrección una cuestión no histórica, sino una cuestión filosófica o teológica.[191][192]

Métodos de investigación

editar
 
Albert Schweitzer, cuyo libro acuñó el término Búsqueda del Jesús histórico.

En la iglesia primitiva, ya había tendencia a retratar a Jesús como una demostración verificable de lo extraordinario.[193][194]​ Desde el siglo XVIII, los estudiosos han participado en tres «búsquedas» independientes del Jesús histórico, en un intento de reconstruir varios retratos de su vida usando métodos históricos.[32][195]​ Mientras que la crítica textual (o la crítica inferior) se había practicado durante siglos, una serie de enfoques para el análisis histórico y una serie de criterios para la evaluación de la historicidad de los acontecimientos surgieron a partir del siglo XVIII, como un conjunto de «búsquedas del Jesús histórico» tuvo lugar. En cada etapa del desarrollo, los estudiosos sugirieron formas específicas y metodologías de análisis y criterios especialmente destinadas a determinar la validez histórica.[196]

La primera búsqueda, que comenzó en 1778, se basó casi por completo en la crítica bíblica. Esto se complementó con la crítica de las formas en 1919 y la crítica de la redacción en 1948.[196]​ La crítica de las formas comenzó como un intento de trazar la historia del material bíblico antes de que fuera escrito, y por lo tanto se puede considerar que comienza cuando termina la crítica textual.[197]​ La crítica de las formas busca patrones dentro de las unidades del texto bíblico e intenta remontarse a su origen a partir de los patrones.[197]​ La crítica de redacción puede ser vista como la hija de la crítica textual y la crítica de las formas.[198]​ Este enfoque considera que un autor como «redactor», es decir, alguien que prepara un reporte, y trata de entender cómo el (los) redactor(es) ha(n) moldeado la narrativa para expresar sus propias perspectivas.[198]

Al final de la primera búsqueda (c. 1906) se usó el criterio de testimonio múltiple y fue el elemento complementario más importante hasta 1950.[196]​ El concepto detrás del testimonio múltiple es simple: cuando el número de fuentes independientes que avalan un evento aumenta, la confianza en la autenticidad histórica del evento aumenta.[196]

Se estaban desarrollando otros criterios al mismo tiempo, por ejemplo, «doble disimilitud» en 1913, «mínimo distintivo» en 1919 y «coherencia y consistencia» en 1921.[196]​ El criterio de la doble disimilitud observa un informado dicho o acción de Jesús como posiblemente auténtico, si es diferente tanto del judaísmo de su tiempo como también de las tradiciones del cristianismo primitivo que inmediatamente le siguieron.[199]​ El criterio del mínimo distintivo se basa en la suposición de que cuando las historias se transmiten de persona a persona, los distintos elementos periféricos, cuanto menos pueden estar distorsionados, pero el elemento central se mantiene sin cambios.[200]​ El criterio de la «coherencia y consistencia» indica que el material puede ser usado solamente cuando otro material ha sido identificado como auténtico para corroborarlo.[196]

La segunda búsqueda se inició en 1953, y junto con ella se introdujo el criterio de dificultad.[196]​ Este criterio establece es poco probable que un grupo invente una historia que sería vergonzosa para ellos mismos.[196]​ El criterio de la «plausibilidad histórica» se introdujo en 1997, después del inicio de la tercera búsqueda en 1988.[196]​ Este principio se analiza la verosimilitud de un evento en dos componentes separados: plausibilidad contextual y plausibilidad consecuente, es decir, el contexto histórico tiene que ser adecuado, así como las consecuencias.[196]

Una nueva característica de los aspectos modernos de la tercera búsqueda ha sido el papel de la arqueología, y James Charlesworth señala que pocos eruditos modernos ahora quieren pasar por alto los descubrimientos arqueológicos que aclaran la naturaleza de la vida en Galilea y Judea durante la época de Jesús.[201]​ Una característica adicional de la tercera búsqueda ha sido su carácter interdisciplinario y global de la erudición académica.[202]​ Mientras que las dos primeras búsquedas se realizaron sobre todo por teólogos protestantes europeos, la tercera misión ha visto una afluencia mundial de estudiosos de varias disciplinas.[202]

Más recientemente los historicistas han centrado su atención en los escritos históricos asociados a la época en que vivió Jesús[203][204]​ o en la evidencia sobre su familia. La redacción de estos documentos, a través de fuentes cristianas primitivas hasta los siglos III o IV, también ha sido una rica fuente de información nueva.[205][206][207]

Críticas a los métodos de investigación a Jesús

editar
 
Imagen promedio del rostro de un habitante de la misma región a la que se atribuyen las historias de Jesús. Esta imagen fue modelada a pedido del reportero de BBC Brasil, Edison Veiga.

Varios estudiosos han criticado la investigación del Jesús histórico por el sesgo religioso y la falta de rigor metodológico, y algunos han argumentado que la erudición bíblica moderna es insuficientemente crítica y a veces equivale a una apologética encubierta.[208][209]

Sesgo teológico

editar

John Meier, un sacerdote católico y profesor de teología en la Universidad de Notre Dame, ha manifestado: «Creo que mucha de la confusión proviene del hecho de que las personas que dicen que están haciendo una búsqueda del Jesús histórico en realidad están haciendo teología, aunque sea una teología que está, de hecho, históricamente informada [...]».[210]​ Meier también escribió que en el pasado la búsqueda del Jesús histórico a menudo ha estado motivada más por el deseo de producir una cristología alternativa que una verdadera búsqueda histórica.[41]

El erudito metodista británico Clive Marsh[211]​ afirmó que la construcción de los retratos de Jesús como parte de varias búsquedas a menudo ha sido impulsada por «agendas específicas» y que los componentes históricos de los textos bíblicos pertinentes frecuentemente se interpretan para adaptarse a esas metas específicas.[42]​ Marsh enumera agendas teológicas que buscan confirmar la divinidad de Jesús; agendas anti-eclesiásticas que tienen como objetivo desacreditar el cristianismo; y agendas políticas que tienen como objetivo interpretar las enseñanzas de Jesús con la esperanza de provocar el cambio social.[42][212]

El estudioso del Nuevo Testamento Nicholas Perrin ha argumentado que, dado que la mayoría de los estudiosos de la Biblia son cristianos, un cierto sesgo es inevitable, pero él no considera esto como un problema importante.[213][214]

Falta de solidez metodológica

editar

Las técnicas de análisis históricos utilizados por los estudiosos de la Biblia han sido cuestionadas,[40][41][42]​ y de acuerdo con James Dunn no es posible «construir (de los datos disponibles) un Jesús que sea el verdadero Jesús».[215][216][217][218]

W. R. Herzog ha señalado que «Lo que llamamos el Jesús histórico es la combinación de los pedacitos recuperables y piezas de información histórica y la especulación sobre lo que nosotros ensamblamos, construimos y reconstruimos. Por esta razón, el Jesús histórico es, en palabras de Meier, ‹una abstracción y construcción moderna›».[219]

Donald Akenson, Profesor de Estudios Irlandeses en el departamento de historia en la Universidad de Queen ha argumentado que, con muy pocas excepciones, los historiadores que intentan reconstruir una biografía del hombre se apartan de los meros hechos de su existencia y su crucifixión, y no siguen las prácticas históricas profundamente. Él ha afirmado que existe una confianza poco saludable en el consenso para las proposiciones, que de otro modo deberían basarse en fuentes primarias, o en una rigurosa interpretación. También identifica una peculiar deformación de datación descendente, y sostiene que algunos de los criterios que se utilizan son defectuosos. Él dice que la inmensa mayoría de los estudiosos de la Biblia están empleados en instituciones cuyas raíces están en las creencias religiosas. Debido a esto, más que cualquier otro grupo en el actual mundo académico, los historiadores bíblicos están bajo una enorme presión para teologizar su trabajo histórico. Es solamente a través de un considerable heroísmo individual que muchos historiadores bíblicos han logrado mantener la integridad académica de su trabajo.[220]

Dale Allison, un teólogo presbiteriano y profesor de exégesis del Nuevo Testamento y Cristianismo Primitivo en el Pittsburgh Theological Seminary, afirma: «Nosotros ejercemos nuestros criterios para conseguir lo que queremos [...]».[40]

De acuerdo con James Dunn, «el ‹Jesús histórico› es, hablando con propiedad, una construcción de los siglos XIX y XX, utilizando los datos facilitados por la tradición sinóptica, no el Jesús en aquel entonces y no una figura en la historia [énfasis en el original]».[215]​ Dunn explica además que «los hechos no deben ser identificados como los datos, sino que son siempre una interpretación de los datos».[221]

Desde el libro de Albert Schweitzer The Quest of the Historical Jesus [La búsqueda del Jesús histórico], los estudiosos han afirmado durante mucho tiempo que muchos de los retratos de Jesús son «pálidos reflejos de los [propios] investigadores».[35][222][223]​ El propio Schweitzer acusó a los primeros estudiosos de prejuicios religiosos. John Dominic Crossan resumió la situación reciente afirmando que muchos autores que escriben sobre la vida de Jesús «[...] hacen una autobiografía y la llaman biografía [...]».[35][224]

Escasez de fuentes

editar

Bart Ehrman y, por separado, Andreas Köstenberger sostienen que dada la escasez de fuentes históricas, en general es difícil para cualquier estudioso construir un retrato de Jesús que puede ser considerado históricamente válido más allá de los elementos básicos de su vida.[225][226]​ Por otra parte, estudiosos como N. T. Wright y Luke Timothy Johnson sostienen que la imagen de Jesús se presenta en los evangelios es en gran parte exacta, y que los estudiosos disidentes son simplemente demasiado cautelosos sobre lo que podemos afirmar que sabemos acerca de la era antigua.[192]

Hipótesis del mito

editar

La teoría del mito de Cristo es la afirmación de que Jesús de Nazaret nunca existió, o si lo hizo, no tuvo prácticamente nada que ver con la fundación del cristianismo y de los relatos en los evangelios.[227]​ Muchos defensores usan un argumento triple desarrollado por primera vez en el siglo XIX: que el Nuevo Testamento no tiene valor histórico, que no hay referencias no cristianas a Jesucristo desde el primer siglo, y que el cristianismo tiene raíces paganas y/o míticas.[228]

En los últimos años, ha habido una serie de libros y documentales sobre este tema. Algunos «mitistas» dicen que Jesús pudo haber sido una persona real, pero que los relatos bíblicos de él son casi totalmente ficticios.[229][230][231]

Muchos estudiosos sostienen que la teoría del mito de Jesús ha sido refutada, y que Jesús muy probablemente existió como una figura histórica.[47][232][233]

  1. El significado exacto de hermano es un tema de debate entre los exégetas bíblicos. El consenso de la mayoría de estudiosos es que Santiago fue hermano carnal de Jesús, esto es, hijo biológico de José y María.[20][21][22][23][24][25][26]​ Sin embargo, en las confesiones cristianas que asumen el dogma de la virginidad perpetua de María, se interpreta hermano en el sentido de hermanastro,[27]primo[28]​ o pariente.[29]​ En otro extremo, Tabor propuso que Santiago fue hijo de María y un segundo esposo (Cleofás).[30]​ Un mayor análisis se encuentra en la sección Parentesco de Santiago con Jesús.

Referencias

editar
  1. a b Piñero, Antonio (2020). «El Jesús de John P. Meier». Aproximaciones de hoy al Jesús histórico: Reseña crítica de algunos libros significativos en lengua española. Trotta. ISBN 978-84-9879-820-3. 
  2. Montserrat Torrents, José (2007). Jesús, el galileo armado: Historia laica de Jesús. Edaf. p. 9. ISBN 978-84-414-1962-9. 
  3. Frank Leslie Cross; Elizabeth A. Livingstone (eds.). The Oxford Dictionary of the Christian Church (en inglés). p. 779. 
  4. Amy-Jill Levine; Dale C. Allison Jr.; John Dominic Crossan (16 de octubre de 2006). The Historical Jesus in Context. Princeton University Press. pp. 1-2. ISBN 0-691-00992-9. 
  5. Bart D. Ehrman (1999). Jesus: Apocalyptic Prophet of the New Millennium. Oxford University Press. pp. ix-xi. ISBN 978-0-19-512473-6. 
  6. Ehrman, Bart D. (2003). The New Testament: A Historical Introduction to the Early Christian Writings (en inglés). Capítulos 13, 15. New York: Oxford University Press. ISBN 0-19-515462-2. 
  7. a b Bart D. Ehrman (22 de marzo de 2011). Forged: Writing in the Name of God–Why the Bible's Authors Are Not Who We Think They Are. HarperCollins. p. 285. ISBN 978-0-06-207863-6. «He certainly existed, as virtually every competent scholar of antiquity, Christian or non-Christian, agrees». 
  8. Price, Robert M. (2009). «Jesus at the Vanishing Point». En Beilby, James K.; Eddy, Paul Rhodes, eds. The Historical Jesus: Five Views. InterVarsity. pp. 61. ISBN 0830838686. 
  9. a b Grant, Michael (2004). Jesus. Rigel. p. 200. ISBN 1898799881. «In recent years, no serious scholar has ventured to postulate the non historicity of Jesus or at any rate very few, and they have not succeeded in disposing of the much stronger, indeed very abundant, evidence to the contrary». 
  10. a b Burridge, Richard A.; Gould, Graham (1 de abril de 2004). Jesus Now and Then. p. 34. ISBN 0802809774. «There are those who argue that Jesus is a figment of the Church’s imagination, that there never was a Jesus at all. I have to say that I do not know any respectable critical scholar who says that any more». 
  11. a b c James D. G. Dunn (2003). Jesus Remembered. Wm. B. Eerdmans Publishing. p. 339. ISBN 978-0-8028-3931-2. «[El bautismo y la crucifixión son] two facts in the life of Jesus command almost universal assent». 
  12. a b Herzog, 2005, pp. 1-6.
  13. a b c Crossan, John Dominic (1995). Jesus: A Revolutionary Biography. HarperOne. pp. 145. ISBN 0-06-061662-8. (requiere registro). «That he was crucified is as sure as anything historical can ever be, since both Josephus and Tacitus [...] agree with the Christian accounts on at least that basic fact». 
  14. a b c Powell, 1998, pp. 168-173.
  15. a b c d e f g h i j Sanders, 1993.
  16. Dickson, John (2009). Jesus: A Short Life. Lion Hudson. pp. 138-9. 
  17. Theissen, Gerd; Merz, Annette (1998) [1996]. «Jesus as healer: the miracles of Jesus». The historical Jesus: a comprehensive guide. Traducido desde el alemán al inglés. Fortress Press. 
  18. a b c d Theissen y Merz, 1998.
  19. a b c d e f g h i j Crossan, 1998.
  20. Bernheim, 1997, p. 15.
  21. Painter, 1997, p. 208-220.
  22. Ehrman, 1999, p. 99.
  23. Meier, 1999, p. 332.
  24. Bauckham, 2004, p. 19.
  25. Myllykoski, 2006, p. 80.
  26. Casey, 2010, p. 143-145.
  27. Hartin, 2004, p. 25.
  28. Hartin, 2004, p. 26.
  29. Meier, 1999, p. 325.
  30. Tabor, 2006, p. 77-81.
  31. Sanders, 1993, p. 280.
  32. a b c Witherington, 1997, pp. 9-13.
  33. a b Powell, 1998, pp. 19-23.
  34. a b c d Theissen, Gerd; Winter, Dagmar (30 de agosto de 2002). The Quest for the Plausible Jesus: The Question of Criteria. pp. 5. ISBN 0664225373. 
  35. a b c d e Köstenberger, Kellum y Quarles, 2009, pp. 124-125.
  36. a b c Mitchell, Margaret M.; Young, Frances M. (20 de febrero de 2006). The Cambridge History of Christianity 1. p. 23. ISBN 0521812399. 
  37. a b Charlesworth, James H.; Pokorny, Petr (15 de septiembre de 2009). Jesus Research: An International Perspective (Princeton-Prague Symposia Series on the Historical Jesus). pp. 1–2. ISBN 0802863531. 
  38. a b Porter, Stanley E.; Hayes, Michael A.; Tombs, David (19 de diciembre de 2004). Images of Christ. T&T Clark. p. 74. ISBN 0567044602. 
  39. a b McClymond, Michael James (22 de marzo de 2004). Familiar Stranger: An Introduction to Jesus of Nazareth. pp. 16-22. ISBN 0802826806. (requiere registro). 
  40. a b c Allison, Dale (febrero de 2009). The Historical Christ and the Theological Jesus. Wm. B. Eerdmans Publishing. p. 59. ISBN 978-0-8028-6262-4. «We wield our criteria to get what we want». 
  41. a b c John P. Meier (26 de mayo de 2009). A Marginal Jew: Rethinking the Historical Jesus, Law and Love. Yale University Press. pp. 6-. ISBN 978-0-300-14096-5. 
  42. a b c d Marsh, Clive (12 de enero de 2011). «Diverse Agendas at Work in the Jesus Quest». En Holmen, Tom; Porter, Stanley E., eds. Handbook for the Study of the Historical Jesus. pp. 986-1002. ISBN 9004163727. 
  43. Meier, John P. (15 de julio de 2006). «Criteria: How do we decide what comes from Jesus?». En Dunn, James D. G.; McKnight, Scot, eds. The Historical Jesus in Recent Research. pp. 124. ISBN 1575061007. (requiere registro). «Since in the quest for the historical Jesus almost anything is possible, the function of the criteria is to pass from the merely possible to the really probable, to inspect various probabilities, and to decide which candidate is most probable. Ordinarily the criteria can not hope to do more». 
  44. Keener, Craig S. (13 de abril de 2012). The Historical Jesus of the Gospels. p. 163. ISBN 0802868886. 
  45. Borg, Marcus J. (1 de agosto de 1994). Jesus in Contemporary Scholarship. pp. 4-6. ISBN 1563380943. 
  46. Van Voorst, Robert E. (2000). Jesus Outside the New Testament: An Introduction to the Ancient Evidence. Eerdmans Publishing. pp. 16. ISBN 0-8028-4368-9. (requiere registro). «[The] biblical scholars and classical historians regard theories of non-existence of Jesus as effectively refuted». 
  47. a b Dunn, James D. G. (3 de diciembre de 2007). «Paul's understanding of the death of Jesus». En S. W. Sykes, ed. Sacrifice and Redemption. Cambridge University Press. pp. 35-36. ISBN 052104460X. (requiere registro). «[Las teorías de la no-existencia de Jesús son] a thoroughly dead thesis». 
  48. Stanton, Graham (1989). The Gospels and Jesus. Oxford University Press. pp. 145. ISBN 0192132415. «Today nearly all historians, whether Christians or not, accept that Jesus existed». 
  49. Rahner, Karl (2004). Encyclopedia of theology: a concise Sacramentum mundi. pp. 730-731. ISBN 0-86012-006-6. 
  50. Van Voorst, 2000, p. 15.
  51. Ehrman, Bart D. (2 de febrero de 2010). Jesus, Interrupted. HarperOne. pp. 176. «What about the resurrection? [...] Some people believe it did, some believe it didn't. [...] But if you do believe it, it is not as a historian». 
  52. Powell, 1998, p. 181.
  53. a b Blomberg, 2009, pp. 431-436.
  54. a b c Van Voorst, 2000, pp. 39-53.
  55. Schreckenberg, Heinz; Kurt Schubert (1992). Jewish Traditions in Early Christian Literature. ISBN 90-232-2653-4. 
  56. Köstenberger, Kellum y Quarles, 2009.
  57. Van Voorst, 2000, p. 83.
  58. a b Flavio Josefo; William Whiston; Paul L. Maier. The new complete works of Josephus. pp. 662-663. ISBN 0-8254-2924-2. 
  59. Feldman, Louis H. (1965). Josephus XX. pp. 496. ISBN 0674995023. Consultado el 5 de enero de 2016. 
  60. Flavio Josefo; Paul L. Maier (diciembre de 1995). Josephus, the essential works: a condensation of Jewish antiquities and The Jewish war. pp. 284-285. ISBN 978-0-8254-3260-6. 
  61. Easterling, P. E.; Kenney, E. J., eds. (1996) [1982]. The Cambridge History of Latin Literature. Cambridge University Press. p. 892. ISBN 0-521-21043-7. 
  62. a b Eddy y Boyd, 2007, p. 127.
  63. Bruce, F. F. (1974). Jesus and Christian Origins Outside the New Testament. Grand Rapids: Eerdmans. pp. 23. (requiere registro). 
  64. Theissen, Gerd; Merz, Annette (1998). The historical Jesus: a comprehensive guide. Minneapolis: Fortress Press. p. 83. ISBN 978-0-8006-3122-2. 
  65. Martin, Michael (1991). The Case Against Christianity. Philadelphia: Temple University Press. pp. 50-51. 
  66. Weaver, Walter P. (1999). The Historical Jesus in the Twentieth Century: 1900–1950. pp. 53, 57. 
  67. Hotema, Hilton (2002). Secret of Regeneration. p. 100. 
  68. Guignebert, Charles (1956). Jesus. New York: University Books. pp. 13. (requiere registro). 
  69. France, R. T. (1986). Evidence for Jesus (Jesus Library). Trafalgar Square Publishing. pp. 19–20. ISBN 0-340-38172-8. 
  70. «Sanhedrin». Sefaria. 
  71. Verhoeven, Paul (6 de abril de 2010). Jesus of Nazareth. p. 39. ISBN 1583229051. 
  72. Meier, 2006, pp. 126-128.
  73. Meier, 2006, pp. 132-126.
  74. Meier, 2006, pp. 128-128, 132-126.
  75. Blomberg, 2009, pp. 211-214.
  76. a b Ehrman, Bart D. (2008). A Brief Introduction to the New Testament. p. 136. ISBN 0-19-536934-3. 
  77. a b Nicholson, Ernest (2004). A Century of Theological and Religious Studies in Britain, 1902-2002. pp. 125-126. ISBN 0-19-726305-4. 
  78. a b Evans, Craig (2006). «Josephus on John the Baptist». En Amy-Jill Levine, ed. The Historical Jesus in Context. Princeton University Press. pp. 55-58. ISBN 978-0-691-00992-6. 
  79. Powell, 1998, p. 47.
  80. Crossan y Watts, 1999, pp. 31-32.
  81. Casey, Maurice (2010). Jesus of Nazareth: An Independent Historian's Account of His Life and Teaching. pp. 35. ISBN 0-567-64517-7. (requiere registro). 
  82. a b Murphy, Catherine M. (2003). John the Baptist: Prophet of Purity For a New Age. pp. 29-30. ISBN 0-8146-5933-0. (requiere registro). 
  83. Evans, Craig A. (2001). Jesus and His Contemporaries: Comparative Studies. pp. 15. ISBN 0-391-04118-5. 
  84. Burkett, Delbert Royce (2002). An Introduction to the New Testament and the Origins of Christianity. pp. 247-248. ISBN 0-521-00720-8. 
  85. Rausch, Thomas P. (2003). Who is Jesus?. pp. 36. ISBN 978-0-8146-5078-3. (requiere registro). 
  86. Dapaah, Daniel S. (2005). The relationship between John the Baptist and Jesus of Nazareth: A Critical Study. pp. 91. ISBN 0-7618-3109-6. 
  87. a b Chilton, Bruce; Evans, Craig A. (2002). Authenticating the Activities of Jesus. pp. 3-7. ISBN 0391041649. (requiere registro). 
  88. Amy-Jill Levine; Dale C. Allison Jr.; John Dominic Crossan (16 de octubre de 2006). The Historical Jesus in Context. Princeton University Press. p. 6. ISBN 0-691-00992-9. 
  89. Maier, Paul L. (1989). «The Date of the Nativity and Chronology of Jesus». En Jerry Vardaman; Edwin M. Yamauchi, eds. Chronos, kairos, Christos. pp. 113-129. ISBN 0-931464-50-1. 
  90. Köstenberger, Andreas J.; Kellum, L. Scott; Quarles, Charles L. (15 de julio de 2012). The Lion and the Lamb. p. 40. ISBN 1433677083. 
  91. Köstenberger, Andreas J.; Kellum, Leonard Scott; Quarles, Charles Leland (2009). The Cradle, the Cross, and the Crown: An Introduction to the New Testament. Nashville, Tennessee: B&H Publishing Group. ISBN 978-0-8054-4365-3. Consultado el 28 de enero de 2014.  Andreas J. Köstenberger y colaboradores señalan que la fecha de la muerte de Herodes I el Grande establecería la datación más tardía posible (terminus ad quem) para el nacimiento de Jesús de Nazaret (página 136); luego de argumentar sobre la imposibilidad de que la muerte de Herodes haya ocurrido más tardíamente (página 138), sostienen que Jesús podría haber nacido en cualquier momento entre finales del año 7 y principios del año 4 a. C.
  92. Theissen, Gerd; Merz, Annette (1999). El Jesús histórico. Salamanca: Ediciones Sígueme. ISBN 978-84-301-1349-1.  Theissen y Merz escribieron: «No hay referencias seguras del año exacto. Es cierto que Mateo y Lucas coinciden en afirmar que Jesús nació en vida de Herodes el Grande, es decir, a tenor de los datos de Josefo (Ant 17, 167.213; Bell 2, 10), antes de la primavera del año 4 a. C. Este terminus ad quem se considera probable pero no deja de ser discutido» (página 179); «no es posible precisar el año del nacimiento de Jesús; hay una cierta probabilidad en favor de los últimos años de reinado de Herodes el Grande» (página 182).
  93. Piñero, Antonio (2011). Guía para entender el Nuevo Testamento (4ª edición). Madrid: Editorial Trotta. pp. 87, 164 y 174. ISBN 978-84-8164-832-4.  Antonio Piñero sugiere que el nacimiento de Jesús tuvo lugar «en torno al 6-4 a. C.» (página 87), y señala además: «No hay por qué negar el dato de Mateo y Lucas de que Jesús naciera en época de Herodes el Grande, poco antes de la muerte de este, ocurrida el año 4 a. C.» (página 174). «La inmensa mayoría de los investigadores cree que Lucas se refiere «de oídas» al censo de Quirinio del 6 d. C, por tanto unos diez años después del nacimiento de Jesús» (página 164).
  94. Meier, John P. (1998). Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. Volumen 1: Las raíces del problema y la persona. Estella (Navarra): Editorial Verbo Divino. p. 243. ISBN 84-8169-203-4. Consultado el 28 de enero de 2014.  Meier ubica el nacimiento de Jesús de Nazaret «hacia el final de ese reinado (en referencia al de Herodes el Grande), o sea, por los años 7-4 a. C.»
  95. Dunn, James D.G. (2003). Jesus Remembered. Grand Rapids, Michigan: Wm. B. Eerdmans Publishing. ISBN 978-0-8028-3931-2. Consultado el 28 de enero de 2014. «Birth 6-4 BCE». 
  96. Kasper, Walter (1985). Jesus the Christ. Mahwah, Nueva Jersey: Paulist Press. p. 65. ISBN 978-0-8091-2081-9. Consultado el 28 de enero de 2014. «[...] probably from 6-7 BC [...]». 
  97. Pesch, Rudolf (2004). «Jesus Christ». En Rahner, Karl, ed. Encyclopedia of Theology: a Concise Sacramentum Mundi. Nueva York-Mumbai: Continuum-St Pauls. p. 732. ISBN 978-0-86012-006-3. Consultado el 28 de enero de 2014. «No hay evidencia de que Quirino haya sido gobernador en vida de Herodes. [...] El año de nacimiento de Jesús es incierto. [...] En general se acepta que Jesús nació antes del 4 a. C. (muerte de Herodes). No pueden extraerse detalles más precisos de las narraciones de la infancia de Mateo y Lucas.» 
  98. Escuela bíblica de Jerusalén (2009). Biblia de Jerusalén (edición española) (4ª edición). Bilbao: Desclée de Brouwer. ISBN 978-84-330-2322-3.  La Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén ubica el nacimiento de Jesús «hacia el año 5 o 4 antes de la era cristiana» (página 1420), «quizá 8-6 a. C.» (página 1494), y en cualquier caso «antes de la muerte de Herodes el Grande (4 a. C.)». En referencia al censo citado por el evangelista Lucas, señala: «Este primer censo bajo Cirino resulta enigmático. Puesto que el historiador judío Flavio Josefo data el único que nos es conocido del año 6 d. C.».
  99. Finegan, Jack (1998). Handbook of Biblical Chronology: Principles of Time Reckoning in the Ancient World and Problems of Chronology in the Bible. edición revisada. Peabody, Massachusetts: Hendrickson Publishers. p. 319. ISBN 978-1-56563-143-4.  Finegan apoya la datación del nacimiento hacia el 3 o el 2 a. C. y basa sus argumentos en datos que señala la Tradición cristiana primitiva sobre el nacimiento, en particular Ireneo de Lyon (siglo II), Clemente de Alejandría (alrededor del 200 d. C.), y Tertuliano (principios del siglo III). Tanto Ireneo como Tertuliano ubicaron el nacimiento de Jesús en el «año 41 de Augusto». Si se supone que el mandato de Augusto comenzó cuando fue elevado al consulado el 19 de agosto de 43 a. C., el año que señalan sería 2 a. C. Tertuliano confirmó convenientemente esta conclusión mediante la adición de que el nacimiento de Cristo fue 28 años después de la muerte de Cleopatra y quince años antes de la muerte de Augusto. Finegan escribe:
    Si recordamos que la tradición predominante representada por la mayoría de los eruditos cristianos tempranos databa la fecha del nacimiento de Jesús de 3/2 antes de Cristo, y si aceptamos el tiempo de la muerte de Herodes entre el eclipse [lunar] de enero 9-10 y la Pascua del 8 de abril en el año 1 antes de Cristo, entonces probablemente datemos la fecha de la natividad de Jesús del 3/2 a. C., tal vez a mediados de enero de 2 a. C.
    Finegan

    Con todo, en el presente la gran mayoría de los historiadores data la muerte de Herodes I el Grande del año 4 a. C. y, tal como señala Meier en el volumen 1 de su obra Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico, «los intentos dispersos de invalidar el 4 a. C. como año de la muerte de Herodes se deben considerar un fracaso».

  100. Sanders, Ed Parish (2000). La figura histórica de Jesús. Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino. p. 28. ISBN 84-8169-400-2. Archivado desde el original el 13 de septiembre de 2014. Consultado el 28 de enero de 2014.  Sanders señala el consenso general:
    La mayoría de los estudiosos (y yo entre ellos) piensan que el hecho decisivo es que Mateo data el nacimiento de Jesús aproximadamente hacia el tiempo en que murió Herodes el Grande. Esa muerte tuvo lugar en el año 4 AEC, de manera que Jesús nació ese año o poco antes; algunos estudiosos prefieren el 5, el 6 o incluso el 7 AEC.
  101. Brown, Raymond E. (2006). La muerte del Mesías. Desde Getsemaní hasta el sepulcro 2. Pamplona (Navarra): Editorial Verbo Divino. p. 1613. ISBN 84-8169-485-1. «Blinzler (Prozess, 101-2) ha resumido numéricamente las preferencias de unos cien especialistas respecto al año de la muerte de Jesús: ninguno de ellos la sitúa en el 34 (en realidad lo hace Zeitlin) ni en el 35, mientras que entre uno y tres optan por cada uno de los años 26, 27, 28, 31, 32 y 36. Trece creen que ocurrió en el 29, cincuenta y tres en el año 30 y veinticuatro en el año 33, dentro o muy cerca, pues, del período recién mencionado. Es inútil enumerar todos los nombres. Entre los autores más famosos o doctos que han optado por 30 d. C. están Benoit, Belser, Brandon, Conzelmann, Dibelius, Flusser, Haenchen, Holtzmann, Jeremías, Leitzmann, Metzger, Olmstead, Schürer, Wikenhauser y Zahn. Entre los propugnadores de 33 d. C. cabe mencionar a Bacon, Besnier, Hoechner, Husband, Gaechter, Maier, Ogg, Reicke, Renán y Türner». 
  102. Green, Joel B.; McKnight, Scot; Marshall, I. Howard (1992). Dictionary of Jesus and the Gospels. InterVarsity Press. p. 442. 
  103. Dunn y McKnight, 2005, p. 303.
  104. Crossan y Watts, 1999, pp. 28-29.
  105. Borg, Marcus J. (2006). «The Spirit-Filled Experience of Jesus». En James D. G. Dunn; Scot McKnight, eds. The Historical Jesus in Recent Research. pp. 303. ISBN 1-57506-100-7. (requiere registro). «[Las sugerencias de que Jesús adulto viajó a Egipto o la India están] without historical foundation». 
  106. Crossan y Watts, 1999, pp. 28-29. John Dominic Crossan afirma que ninguna de las teorías presentadas para llenar la brecha de 15-18 años entre la vida temprana de Jesús y el comienzo de su ministerio ha recibido el apoyo de la investigación moderna.
  107. Van Voorst, 2000, p. 17.
  108. Barr, James (1970). «Which language did Jesus speak». Bulletin of the John Rylands University Library of Manchester 53 (1): 9-29. 
  109. Porter, Stanley E. (1997). Handbook to exegesis of the New Testament. pp. 110-112. ISBN 90-04-09921-2. (requiere registro). 
  110. Hoffmann, Joseph (1986). Jesus in history and myth. pp. 98. ISBN 0-87975-332-3. (requiere registro). 
  111. La reseña de James Barr del artículo Which language did Jesus speak (referencia arriba) establece que el arameo tiene el más amplio apoyo entre los estudiosos.
  112. Dunn, 2003, pp. 313-315.
  113. Hirsch, Emil G.; Buhl, Frants; Schechter, Solomon. «Galilee». Jewish Encyclopedia. 
  114. Kidd, Colin (2006). The forging of races: race and scripture in the Protestant Atlantic world. pp. 18. ISBN 0-521-79324-6. (requiere registro). 
  115. Houlden, Leslie (2006). Jesus: the complete guide. pp. 63-100. ISBN 082648011X. 
  116. Perkinson, Stephen (2009). The likeness of the king: a prehistory of portraiture in late medieval France. pp. 30. ISBN 0-226-65879-1. 
  117. Gillman, Florence Morgan (2003). Herodias: at home in that fox's den. pp. 25-30. ISBN 0-8146-5108-9. 
  118. Hoehner, Harold W. (1983). Herod Antipas. pp. 125-127. ISBN 0-310-42251-5. 
  119. Novak, Ralph Martin (2001). Christianity and the Roman Empire: background texts. pp. 302-303. ISBN 1-56338-347-0. 
  120. Hoehner, Harold W. (1978). Chronological Aspects of the Life of Christ. Zondervan. pp. 29-37. ISBN 0-310-26211-9. 
  121. a b c d Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993, pp. 1-30.
  122. a b c Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993.
  123. Powell, 1998, p. 117.
  124. Carrier, Warren (2003). Pontius Pilate: portraits of a Roman governor. pp. 44-45. ISBN 0-8146-5113-5. 
  125. Schäfer, Peter (2003). The history of the Jews in the Greco-Roman world. p. 108. ISBN 0-415-30585-3. 
  126. Ferguson, Everett (2003). Backgrounds of early Christianity. p. 416. ISBN 0-8028-2221-5. 
  127. a b c d e f g h Theissen y Merz, 1998, pp. 1-15.
  128. Funk, Robert W.; Jesus Seminar (1999). The gospel of Jesus: according to the Jesus Seminar. HarperSanFrancisco. 
  129. Brown, Raymond E.; Fitzmyer, Joseph A.; Murphy, Roland E., eds. (1990). The New Jerome Biblical Commentary. Prentice Hall. ISBN 0-13-614934-0. 
  130. Jesus the Jew. Nueva York: Fortress Press. 1981. p. 209. 
  131. Flores d'Arcais, Paolo (marzo de 2007). MicroMega: 43. 
  132. Dunn y McKnight, 2005, p. 325.
  133. Harris, Stephen L. (1985). «John». Understanding the Bible. Palo Alto: Mayfield. pp. 302-310. 
  134. «Does the New Testament call Jesus God?». Theological Studies (26): 545-573. 1965. «[T]here is no reason to think that Jesus was called God in the earliest layers of New Testament tradition». 
  135. Hick, John (2006). The Metaphor of God Incarnate. p. 27. «A further point of broad agreement among New Testament scholars [...] is that the historical Jesus did not make the claim to deity that later Christian thought was to make for him: he did not understand himself to be God, or God the Son, incarnate. [...] such evidence as there is has led the historians of the era to conclude, with an impressive degree of unanimity, that Jesus did not claim to be God incarnate». 
  136. Lüdemann, Gerd (octubre/noviembre de 2007). «An Embarrassing Misrepresentation». Free Inquiry. «[...] the broad consensus of modern New Testament scholars that the proclamation of Jesus' exalted nature was in large measure the creation of the earliest Christian communities». 
  137. a b F. L. Cross, ed. (2005). «Jesus Christ». The Oxford Dictionary of the Christian Church. New York: Oxford University Press. 
  138. a b c d e f g h i j k l m Funk y Jesus Seminar, 1998.
  139. a b Crossan, 1998, p. 146.
  140. a b c d e f Funk y Jesus Seminar, 1998, p. 268.
  141. Funk y Jesus Seminar, 1993, p. 178.
  142. Mateo 11:7-10
  143. Marcos 6:14-16; 8:28
  144. Harris, Stephen L. (1985). «The Historical Jesus». Understanding the Bible. Palo Alto: Mayfield. pp. 255-260. 
  145. Flavio Josefo. Antigüedades judías. XVIII, 5. «Sin embargo, Herodes, temeroso de que la gran autoridad de Juan indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá tendría que arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración». 
  146. Marcos 7:24-30
  147. Primera Pascua: Juan 2:13, 23; segunda: Juan 6:4; tercera y última: Juan 11:55; Juan 12:4; Juan 13:1; Juan 18:29, 39; Juan 19:14.
  148. Niswonger, Richard L. (1993). New Testament History. Zondervan. p. 152. 
  149. Bromiley, Geoffrey W. (1995). International Standard Bible Encyclopedia: A-D. Wm. B. Eerdmans. p. 682. 
  150. Sanders, 1993, p. 13.
  151. Ehrman, 1999, p. 127.
  152. Vermes, Géza (2003). The Authentic Gospels of Jesus. Penguin. p. 381. 
  153. Sanders, 1993, p. 178.
  154. a b Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993, pp. 136-137.
  155. Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993, pp. 103-104.
  156. a b Ehrman, Bart E. (2006). Peter, Paul, and Mary Magdalene: The Followers of Jesus in History and Legend. Oxford University Press. ISBN 0-19-530013-0. 
  157. Chilton, Bruce; Evans, Craig A. (1998). Studying the Historical Jesus: Evaluations of the State of Current Research. pp. 136. ISBN 9789004111424. 
  158. Murphy, Catherine M. (2007). The Historical Jesus for Dummies. pp. 23. ISBN 9780470167854. 
  159. Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993, pp. 39-127.
  160. a b Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993, p. 221.
  161. Funk, Hoover y Jesus Seminar, 1993, p. 220.
  162. Ehrman, Bart D. (2004). Truth and Fiction in the Da Vinci Code. pp. 144. ISBN 0-19-518140-9. 
  163. «Essenes». Jewish Encyclopaedia. «The similarity in many respects between Christianity and Essenism is striking: There were the same communism (Acts iv. 34-35); the same belief in baptism or bathing, and in the power of prophecy; the same aversion to marriage, enhanced by firmer belief in the Messianic advent; the same system of organization, and the same rules for the traveling brethren delegated to charity-work (see Apostle and Apostleship); and, above all, the same love-feasts or brotherly meals (comp. Agape; Didascalia)». 
  164. Eisenmann, Robert (1997). James the Brother of Jesus: The Key to Unlocking the Secrets of early Christianity and the Dead Sea Scrolls. Viking. ISBN 1-84293-026-5. 
  165. Sanders, 1993, p. 249.
  166. Sanders, 1993, pp. 249-275.
  167. El Jesus Seminar coincide en que el incidente del templo condujo a la ejecución de Jesús.
  168. F. L. Cross, ed. (2005). «Jesus Christ». The Oxford Dictionary of the Christian Church. New York: Oxford University Press.  Informa que «es posible» que la perturbación del templo conllevara al arresto de Jesús, no ofrece ninguna razón alternativa, y afirma en términos más generales que una motivación política más que religiosa estaba probablemente detrás de la detención.
  169. Ehrman, 1999, pp. 221-223.
  170. Tabor, James D. (18 de noviembre de 2001). «Are You the One? The Textual Dynamics of Messianic Self-Identity». Archivado desde el original el 18 de agosto de 2010. 
  171. Brown, 1993, pp. 711-712. vol. I
  172. Funk y Jesus Seminar, 1998, pp. 152-153.
  173. Barrett, C. K. (1978). The Gospel According to St. John: An Introduction with Commentary and Notes. Westminster John Knox Press. p. 49. «The alleged contraventions of Jewish law seem to rest upon misunderstandings of Jewish texts». 
  174. Barrett, C. K. (1978). The Gospel According to St. John: An Introduction with Commentary and Notes. Westminster John Knox Press. pp. 49-50. «The explanation is that special circumstances were regularly allowed to modify the course of the law. For example, Simeon b. Shetah (fl. 104-69 B.C.) caused to be hanged 80 women (witches) in one day, though it was against the law to judge more than two. 'The hour demanded it' (Sanhedrin 6.4, Y. Sanhedrin 6,235c,58). Nisan 15, so far from being an unlikely day, was one of the best possible days for the execution of Jesus. The regulation for the condemnation of a 'rebellious teacher' runs: 'He was kept in guard until one of the Feasts (Passover, Pentecost, or Tabernacles) and he was put to death on one of the Feasts, for it is written, And all the people shall hear and fear, and do no more presumptuously (Deuteronomy 17.13)' (Sanhedrin 11.4). There was only one day on which 'all the people' were gathered together in Jerusalem for the Passover; it was Nisan 15, the Marcan date for the crucifixion». 
  175. Fredriksen, Paula (2000). From Jesus to Christ: The Origins of the New Testament Images of Christ. Yale University Press. p. 122. ISBN 0300084579. 
  176. Crossan, 1994, pp. 154-158.
  177. Ehrman, 1999, p. 229.
  178. Wright, N. T. (1996). Jesus and the Victory of God. Minneapolis: Fortress Press. p. 49. «[Crossan's hypothesis] has not been accepted yet by any other serious scholar». 
  179. Meyer, Ben (1993). «Critical notice of The Historical Jesus, by John Dominic Crossan». Catholic Biblical Quarterly (55): 575. 
  180. Koester, Helmet (1990). Ancient Christian Gospels: Their History and Development. Londres: SCM. pp. 220. (requiere registro). 
  181. Habermas, Gary (1996). The Historical Jesus. College Press. pp. 128. (requiere registro).  Observa que la la polémica judía es registrada en Mateo 28:11-15 y fue empleada a través del siglo II. cf. Justino Mártir. Diálogo con Trifón. 108; Tertuliano. De spectaculis. 30.
  182. Habermas, Gary (1996). The Historical Jesus. College Press. pp. 173. (requiere registro). 
  183. Tzaferis, Vasilius (1970). «Jewish Tombs At and Near Giv'at ha-Mivtar». Israel Exploration Journal 20: 38-59. 
  184. Brown, 1993II
  185. Maier, Paul L. (marzo de 1975). «The Empty Tomb as History». Christianity Today: 5. 
  186. Waterman, Mark W. (2006). The Empty Tomb Tradition of Mark: Text, History, and Theological Struggles. Los Ángeles: Agathos Press. pp. 211-212. 
  187. Grant, Michael (1977). Jesus: An Historian's Review of the Gospels. Nueva York: Scribner's. pp. 176. (requiere registro). 
  188. Borg, Marcus J. (abril de 1994). «Thinking About Easter». Bible Review: 15, 49. 
  189. Theissen y Merz, 1998, p. 503.
  190. «Jesus Christ». Encyclopædia Britannica. 10 de enero de 2007. Archivado desde el original el 13 de abril de 2016. 
  191. Meier, 1994II
  192. a b Ehrman, 1999, pp. 227-228.
  193. Georgi, Dieter (1986). The Opponents of Paul in Second Corinthians. Filadelfia: Fortress. 
  194. Georgi, Dieter (1991). Theocracy in Paul's Praxis and Theology. Minneapolis: Fortress. 
  195. Theissen, Gerd; Winter, Dagmar (30 de agosto de 2002). The Quest for the Plausible Jesus: The Question of Criteria. pp. 1-6. ISBN 0664225373. 
  196. a b c d e f g h i j Porter, 2004, pp. 100-120.
  197. a b Richardson, Alan (1983). The Westminster Dictionary of Christian Theology. pp. 215-216. ISBN 0664227481. 
  198. a b Harrington, Daniel J. (junio de 1990). Interpreting the New Testament. pp. 96-98. ISBN 0814651240. 
  199. Gregg, Brian Han (30 de junio de 2006). The Historical Jesus and the Final Judgment Sayings in Q. p. 29. ISBN 3161487508. 
  200. Porter, 2004, pp. 77-78.
  201. Charlesworth, James H. (2006). «Jesus Research and Archaeology: A New Perspective». Jesus and Archaeology. pp. 1-15. ISBN 0-8028-4880-X. 
  202. a b Chilton, Bruce; Le Donne, Anthony; Neusner, Jacob (2012). Soundings in the Religion of Jesus: Perspectives and Methods in Jewish and Christian Scholarship. p. 132. ISBN 0800698010. 
  203. Mason, Steven (2002). Josephus and the New Testament. Baker Academic. 
  204. Tabor, James (2012). Paul and Jesus: How the Apostle Transformed Christianity. Simon & Schuster. (requiere registro). 
  205. Eisenman, Robert (1998). James the Brother of Jesus: The Key to Unlocking the Secrets of Early Christianity and the Dead Sea Scrolls. Watkins. (requiere registro). 
  206. Butz, Jeffrey (2005). The Brother of Jesus and the Lost Teachings of Christianity. Inner Traditions. 
  207. Tabor, James (2007). The Jesus Dynasty: The Hidden History of Jesus, His Royal Family, and the Birth of Christianity. (requiere registro). 
  208. Price, Robert M. (1996). «Introducing the Journal of Higher Criticism». Journal of Higher Criticism. Archivado desde el original el 24 de octubre de 2013. 
  209. Hendel, Ronald (junio de 2010). «Knowledge and Power in Biblical Scholarship». «The problem at hand is how to preserve the critical study of the Bible in a professional society that has lowered its standards to the degree that apologetics passes as scholarship [...]». 
  210. Meier, John P. «Finding the Historical Jesus: An Interview With John P. Meier». «I think a lot of the confusion comes from the fact that people claim they are doing a quest for the historical Jesus when de facto they’re doing theology, albeit a theology that is indeed historically informed». 
  211. «Clive Marsh». Journal of Religion & Film. 
  212. Marsh, Clive (1997). «Quests of the Historical Jesus in New Historicist Perspective». Biblical Interpretation Journal 5 (4): 403-437. 
  213. Perrin, Nicholas; Wax, Trevin (2009). «Jesus is His Own Ideology: An Interview with Nick Perrin». «My point in the book is to disabuse readers of the notion that Jesus scholars are scientists wearing white lab coats. Like everyone else, they want certain things to be true about Jesus and equally want certain others not to be true of him. I’m included in this (I really hope that I am right in believing that Jesus is both Messiah and Lord.) Will this shape my scholarship? Absolutely. How can it not? We should be okay with that». 
  214. McKnight, Scot (9 de abril de 2010). «The Jesus We'll Never Know». Christianity Today. «One has to wonder if the driving force behind much historical Jesus scholarship is [...] a historian's genuine (and disinterested) interest in what really happened. The theological conclusions of those who pursue the historical Jesus simply correlate too strongly with their own theological predilections to suggest otherwise». 
  215. a b Dunn, James D. G. (2003). Jesus Remembered I. Wm. B. Eerdmans Publishing. pp. 125-126. ISBN 978-0-8028-3931-2. «the historical Jesus is properly speaking a nineteenth- and twentieth-century construction using the data supplied by the Synoptic tradition, not Jesus back then (the Jesus of Nazareth who walked the hills of Galilee) [...] and not a figure in history whom we can realistically use to critique the portrayal of Jesus in the Synoptic tradition». 
  216. Meier, 1991, pp. 21-25. I
  217. Merrigan, Terrence (2000). «The Historical Jesus in the Pluralist Theology of Religions». En Merrigan, Terrence; Haers, Jacques, eds. The Myriad Christ: Plurality and the Quest for Unity in Contemporary Christology. 
  218. Charlesworth, J. H. (2014). Jesus Research: New Methodologies and Perceptions -- The Second Princeton-Prague Symposium on Jesus Research, Princeton 2007. pp. 77-78. «Dunn points out as well that 'the Enlightenment Ideal of historical objectivity also projected a false goal onto the quest for the historical Jesus,' which implied that there was a 'historical Jesus,' objectively verifiable, 'who will be different from the dogmatic Christ and the Jesus of the Gospels and who will enable us to criticize the dogmatic Christ and the Jesus of the Gospels.' (Jesus Remembered, p. 125)». 
  219. Herzog, 2005, p. 6.
  220. Akenson, Donald. Surpassing wonder: the invention of the Bible and the Talmuds. pp. 539-555. ISBN 978-0-226-01073-1. «The point I shall argue below is that, the agreed evidentiary practices of the historians of Yeshua, despite their best efforts, have not been those of sound historical practice [...]». 
  221. Dunn, 2003, p. 102.
  222. Kasper, Walter (noviembre de 1976). Jesus the Christ. pp. 31. (requiere registro). 
  223. Paddison, Angus (6 de junio de 2005). Theological Hermeneutics. Cambridge University Press. pp. 45. ISBN 0521849837. (requiere registro). 
  224. Crossan, John Dominic (26 de febrero de 1993). The Historical Jesus. pp. xviii. ISBN 0060616296. 
  225. Köstenberger, Kellum y Quarles, 2009, pp. 117-125.
  226. Ehrman, 1999, pp. 24-25.
  227. Ehrman, Bart D. (2012). Did Jesus Exist?. Harper Collins. pp. 12. «In simpler terms, the historical Jesus did not exist. Or if he did, he had virtually nothing to do with the founding of Christianity».  cf. Doherty, Earl (2009). Jesus: Neither God Nor Man. Age of Reason. pp. vii-viii. «the theory that no historical Jesus worthy of the name existed, that Christianity began with a belief in a spiritual, mythical figure, that the Gospels are essentially allegory and fiction, and that no single identifiable person lay at the root of the Galilean preaching tradition». 
  228. Van Voorst, 2000, pp. 8-9.
  229. Dawkins, Richard. The God Delusion. p. 122. ISBN 1-4303-1230-0. 
  230. Hitchens, Christopher (2007). «The "New" Testament Exceeds The Evil Of The "Old" One». God Is Not Great. 
  231. Thompson, 2006.
  232. Ehrman, 2012.
  233. Van Voorst, 2000, p. 16.

Bibliografía

editar
(1991). The Roots of the Problem and the Person. I. ISBN 0-385-26425-9
(1994). Mentor, Message, and Miracles. II. ISBN 0-385-46992-6
(2001). Companions and Competitors. III. ISBN 0-385-46993-4
(2009). Law and Love. IV. ISBN 978-0-300-14096-5
(1992). The New Testament and the People of God. I.
(1996). Jesus and the Victory of God. II.
(2003). The Resurrection of the Son of God. III.
(2013). Paul and the Faithfulness of God. IV.